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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reinventar un país

El presidente colombiano Álvaro Uribe, pide colaboración a sus compatriotas para reinventar un país -un Estado- que prácticamente ha dejado de ser, consumido por la omnipresente violencia, el narcotráfico y una corrupción que tiene anegadas las vías respiratorias de toda su sociedad. El nuevo presidente pide colaboración, pero ante todo demanda un rebrote de la esperanza de una población sumida hoy en un fatalismo que parece condenarla a esa terrible dinámica del 'morir matando'. El primer éxito lo tuvo Uribe al ganar con solidez unas elecciones para las que muchas semanas antes no era siquiera candidato. Pero es ahora cuando comienza para él una misión que desde un principio muchos consideran ya imposible y, sin embargo, ha de convertir en verosímil para que la inmensa tragedia que es hoy Colombia no llegue a ese punto de no retorno que algunos creen casi alcanzado.

Su antecesor, Andrés Pastrana, llegó al cargo con ilusiones y promesas que han demostrado haber sido sólo eso. Uribe se niega a hacer promesas, pero alberga y sugiere ilusiones que pasan por una política de fuerza frente a quienes acosan al Estado desde todos los frentes. Su primer reto será consolidar un núcleo en el poder estatal que sea leal a estos objetivos y por ello capaz de renunciar a los hábitos que se han instalado como una gangrena en el organismo social y político de Colombia. Un paso en este sentido es el referéndum para la reforma política, cuya convocatoria ya ha solicitado, como declaraba ayer en entrevista a este periódico.

Por otra parte, habrá de generar credibilidad hacia su voluntad de combatir a todos los insurgentes por igual, guerrilla y paramilitares. Habrá de combinar decisión en una guerra implacable con la recuperación de un canon de respeto a los derechos humanos que hace tiempo sucumbió. Y tendrá que conseguir que su dependencia de Washington en la lucha contra el narcotráfico, la guerrilla y el desastre económico no lo convierta en mero ejecutor de voluntades ajenas, tarea nada fácil cuando Washington se ha despojado ya de toda ambigüedad en el dictado político y militar sobre su patio trasero.

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La esperanza que Uribe sólo se atreve a sugerir es necesaria y forzosa. Porque cuatro años de caída libre en el caos y la violencia como los pasados crearían un vacío en Colombia que muy probablemente llevaría a Estados Unidos a una intervención aún más directa que la ya planeada. De esto a la total desestabilización sólo habría un paso.

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