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El Gobierno francés planea un drástico recorte de las inversiones públicas

París suprime la Expo de 2004 y estudia aplazar la construcción de líneas de alta velocidad

La supresión pura y simple de la Exposición Internacional que el año 2004 debía celebrarse en los alrededores de París es el primer recorte de importancia -395 millones de euros- ordenado por el Ejecutivo francés. El primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, tiene la difícil tarea de conciliar las promesas electorales del presidente Jacques Chirac -reducir la presión del impuesto sobre la renta en un 5% cada año durante los próximos cinco y aumentar los presupuestos de Defensa, Justicia e Interior- con la dura realidad económica, según algunos diarios franceses.

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Chirac veía el futuro de color de rosa porque sus cálculos partían de un crecimiento previsto del PIB del orden del 3% para 2002 y 2003. Raffarin constata que el crecimiento no alcanzará el 2% y que el déficit presupuestario del primer semestre de 2002 ha aumentado en 10.000 millones de euros respecto al de 2001.

Mientras los ingresos fiscales en concepto de IRPF han disminuido en un 3,2% y el impuesto sobre sociedades aporta un 8,4% menos que en 2001 al erario público, los gastos del Estado han crecido en un 5,4%. Raffarin quisiera resolver el problema privatizando, vendiendo parte del patrimonio del Estado, introduciendo en Bolsa acciones de Air France o de la eléctrica EDF, pero la continua caída de los índices bursátiles hacen imposible la operación. Sólo queda cortar por lo sano, reducir el gasto público, renunciar a inversiones previstas por el anterior Gobierno del socialista Lionel Jospin, según han revelado en los últimos días periódicos como Le Monde, Liberation o Le Canard Enchainé.

El recurso a la auditoría se ha convertido en norma. La Expo de 2004 fue objeto de un análisis que desaconsejó renunciar al proyecto ante las dudas que existían sobre su viabilidad financiera. Si Jospin, viejo keynesiano, apostaba por los 5.000 puestos de trabajo que hubiera creado el invento, Raffarin habla de 'liberar energías' y espera que sea la iniciativa privada la que reactive la economía.

Otras auditorías servirán para anular o aplazar inversiones públicas comprometidas. La primera de ellas, la de un tercer aeropuerto que, por 9.000 millones de euros, tenía que salvar del colapso a los dos ya existentes en París. Los trenes de alta velocidad sufrirán un nuevo retraso. El tramo Nimes-Perpiñán (3.500 millones) esperará hasta más allá de 2015 para existir, el Perpiñán-Figueres (800 millones) no estará el año 2005, mientras que el que iba a unir Tours y Burdeos, poniendo el Garona a poco más de dos horas del Sena por 3.800 millones, tampoco tendrá los raíles puestos en el tiempo previsto. La línea Lyón-Turín (13.000 millones), que tiene que aliviar el túnel del Montblanc del tráfico de camiones, también corre peligro, a pesar de que el propio Chirac la declaró 'una de sus prioridades' hace menos de dos años.

Las autopistas -ampliación del llamado pasillo del Ródano, entre Orange y Lyón-, el tren pendular entre París y Toulouse y el canal para transporte fluvial de mercancías entre el Sena y el Escalda también son carne de auditoría.

El coste de todo ese ahorro no ha sido especificado, es decir, no se habla de los puestos de trabajo perdidos o no creados, ni de los ingresos fiscales que no se producirán, sino tan sólo de dinero no desembolsado. Las buenas palabras sobre el reequilibrio entre zonas ricas y zonas en recesión también han desaparecido del lenguaje del nuevo Gobierno francés. Éste, al mismo tiempo que negaba un 'empujoncito' al salario mínimo y aumentaba en un 70% el salario de los ministros, también decretaba el alza del precio de la gasolina, del tren, de las comunicaciones telefónicas y habla de hacer lo mismo con el canon que se paga por cada televisor. El Estado contará con 13.000 policías más pero la investigación deberá conformarse con menos dinero.

En total son 30.000 millones de euros los que están en el alero. En algunos casos se renunciará a la inversión, en otros se esperará a que vengan tiempos mejores y en unos terceros se respetarán los compromisos. Nadie sabe cuál de las tres opciones será la dominante y menos aún si los recortes van a servir para sanear el déficit o para acentuar el marasmo.

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