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El desastre de las grandes industrias compromete las privatizaciones en Francia

El gigante público France Télécom quedaría en quiebra técnica sin el sostén del Estado

Los malos resultados de la empresa pública France Télécom complican el programa del Gobierno de Jean-Pierre Raffarin, que estudiaba la oportunidad de iniciar o avanzar la privatización, según los casos, de distintas compañías industriales: Electricité de France (EDF), Gaz de France (GDF), Air France, Renault, Snecma y otras. Tras conocerse el récord de deuda de 69.700 millones de euros del operador de telecomunicaciones, el ministro de Economía, Francis Mer, ha reconocido que lo sucedido 'no facilitará nuestro trabajo para colocar tal o cual empresa en el mercado'.

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Además del operador público de telecomunicaciones, otros dos navíos industriales de gran porte, Vivendi Universal y Alcatel, se encuentran en plena tormenta tras sufrir la gestión privada, guiada por agresivas políticas de expansión y, en el caso del fabricante de equipos Alcatel, le han atado a las crisis de los que han sido sus mejores clientes.

La gran paradoja es que un Gobierno que deseaba reducir el tamaño del sector público se encuentra con que los 69.700 millones de euros de deuda y los 12.200 millones perdidos en un semestre por el grupo semipúblico France Télécom no tienen más salvación que el sostén del Estado, dueño del 55,5% de su capital, sin el cual el operador histórico de telecomunicaciones quedaría en quiebra técnica.

Una situación insólita y todavía mal explicada en France Télécom, la segunda empresa de telecomunicaciones de Europa, que tiene 200.000 empleados (150.000 en Francia), 100 millones de clientes y 1,6 millones de pequeños accionistas, cuyos títulos valen hoy en torno a 10 euros, muy lejos de los 225 en que llegaron a cotizarse.

El dilema de los accionistas

Los inversores se encuentran atrapados entre el desfondamiento del valor y la seguridad de que sus participaciones se diluirán mucho, en caso de que el Estado, accionista mayoritario, se decida a efectuar una masiva ampliación de capital para apoyar al grupo virtualmente en quiebra.

¿Habría sido mejor privatizarlo por completo o resistirse a dejar de ser un monopolio? Al igual que las ideas manejadas ahora respecto al gigante eléctrico EDF -todavía enteramente en manos del Estado- la experiencia iniciada con France Télécom fue permitirle sacar a Bolsa un tramo minoritario de acciones. Ocurrió en 1997, bajo el Gobierno de Lionel Jospin, pero uno de sus ex ministros, Jean Glavany, se rasga ahora las vestiduras: 'Fue un error. O se privatiza, o se mantiene la empresa como un servicio público y se le dan los medios adecuados'. También el gobernador del Banco de Francia, Jean-Claude Trichet, lamenta la situación: 'Habría sido mejor que el Estado no fuera accionista de France Télécom.'

No todos los grupos semipúblicos son iguales. Air France está en beneficios y el Gobierno desea reducir el 20% que controla. Pero las dimensiones de la catástrofe en France Télécom alimentan un debate sobre la muerte del modelo de propiedad 'mixta', que somete a estas empresas a la presión simultánea de los mercados y del Gobierno.

Desde el punto de vista de los resultados, los malos ejemplos abundan en todos los bandos. Así, el presidente del servicio público de Correos acaba de ser destituido, aparentemente a causa del persistente déficit, y se rumorea que la Sociedad Nacional de Ferrocarriles (SNCF) anticipará una previsión de resultados para este año peores de los esperados.

Las pérdidas de France Télécom en el primer semestre de 2002 se sitúan, por otra parte, casi al mismo nivel de las incurridas por el grupo privado Vivendi Universal, otro de los grandes navíos industriales de Francia, aunque éste tiene la mitad de deuda que áquel. La gestión del anterior ejecutivo, Jean-Marie Messier, no ha ahorrado sobresaltos al establishment francés, que ha tenido que desembarcar nuevos pilotos en el grupo que ostenta aún el récord de Francia en pérdidas, 13.600 millones de euros en 2001.

EDF roza las pérdidas

El Gobierno de París vigila estrechamente la marcha de Electricité de France (EDF), el gigante francés de la electricidad, a la vista de las advertencias realizadas por altos cargos del grupo sobre la posibilidad de que sus cuentas cierren este año en números rojos. El presidente de EDF, François Roussely, evocó tal hipótesis durante una comparecencia parlamentaria en pleno verano y el director financiero del grupo expresó el viernes su inquietud por el 'insuficiente grado de conciencia' que existe en la empresa sobre la gravedad de la situación.

Esta última admonición se produjo en una reunión interna, según Le Monde, que aseguraba se había decidido congelar cualquier gasto que no esté relacionado 'con la seguridad o con el servicio público'. La información no ha suscitado comentarios de la dirección del grupo ni del Gobierno.

Al igual que el operador de telecomunicaciones, EDF ha conducido una rápida política de expansión internacional, en la que ha comprometido entre 11.000 y 12.000 millones de euros en los últimos tres años. El grupo ha financiado este crecimiento por medio del recurso a la deuda, que alcanzaba los 22.000 millones de euros a finales del año pasado. El crecimiento a toda costa le llevó a operaciones como la toma de control hostil de Montedison, conducida por EDF en Italia con el apoyo de Fiat, tras la realización de compras importantes en Alemania y Reino Unido, principalmente, y la entrada indirecta en la empresa española Hidrocantábrico. Una amenaza para las cuentas de EDF procede de América Latina, donde el grupo ya registró pérdidas operativas de 545 millones de euros en 2001, además de provisionar más de 1.000 millones para cubrir otros riesgos en Brasil y Argentina.

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