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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

EL GUGGENHEIM ATRAVIESA GRAVES APUROS ECONÓMICOS

El museo ha reducido el presupuesto, ha despedido a 79 empleados de su sede en la Quinta Avenida de Nueva York y suspendido las exposiciones estrella de los próximos meses

Una retrospectiva de Kasimir Malevich, una muestra de James Rosenquist y otra de Matthew Barney son las exposiciones que el Guggenheim de Nueva York no mostrará el próximo otoño. Estaban previstas pero los responsables del museo las han cancelado debido a las recientes dificultades económicas. Su director, el siempre boyante Thomas Krens, reconoció hace poco que algunos de sus grandes proyectos, como el nuevo centro que estaba previsto que se construyese en Las Vegas, no habían cosechado el éxito que esperaba. Sin embargo, la idea de edificar una nueva sede en Nueva York sigue adelante.

Los apuros económicos, que no afectan al museo de Bilbao, son en parte consecuencia de la resaca del 11-S, la incipiente (o confirmada) crisis económica y la exagerada ambición de la 'galaxia Guggenheim'. El museo ha tenido que reducir su presupuesto en la mitad con respecto al pasado ejercicio (26 millones de dólares), despedir a 79 empleados de su sede en la Quinta Avenida, cerrar definitivamente sus instalaciones del Soho y suspender las exposiciones estrella de los próximos meses. Hasta enero sólo expondrá una sola muestra fotográfica: Moving Images.

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Triste panorama

El Guggenheim deja así un panorama algo triste en Nueva York para el próximo otoño, al sumarse al reciente traslado del Museo de Arte Moderno al barrio de Queens mientras duran las obras de remodelación de su sede de Manhattan. El único que no se mueve es el impertérrito Metropolitan -el 10 de septiembre inaugura una retrospectiva del fotógrafo Richard Avedon-.

El museo de Las Vegas, una idea arriesgada incluso para el iconoclasta Guggenheim, ha sido la última decepción. La aventura empezó con mal pie. El edificio debía de haberse inaugurado poco después del 11-S, pero los atentados retrasaron la fiesta. El centro, que son dos, uno de ellos en colaboración con el Hermitage de San Petersburgo, no ha conseguido despertar el interés de los amantes del juego que se acercan hasta Las Vegas y otros aficionados a la capital del juego pese al diseño, una creación del arquitecto holandés Rem Koolhaas, y la ubicación, en el increíblemente kitch hotel Venetian.

La apuesta no era del todo descabellada. Las Vegas es la ciudad de mayor crecimiento del país y desde hace años es uno de los primeros destinos turísticos de la familia media estadounidense. Pero los atentados vaciaron los aviones y el museo no ha conseguido competir con la Torre Eiffel de cartón piedra y las 'fallas' romanas del Ceasar Palace.

Una cosa y otra han obligado a la institución neoyorquina a cambiar de escala y reducir temporalmente sus ambiciones. En un reciente artículo que le dedicó The New York Times, su director y principal estratega de ambiciones y conquistas, Thomas Krens, reconocía las dificultades por las que estaban atravesando el museo.

Krens es un personaje peculiar. En los últimos 14 años ha sido la fuerza motriz que sacó el Guggenheim de su relativo anonimato con exposiciones tan polémicas como la del diseñador Giorgio Armani, hace dos años. Muchos le reprocharon la superficialidad de la muestra y la coincidencia con una contribución de 15 millones de dólares del modisto italiano. 'El Metropolitan montó la exposición sobre Versace seis meses después de su muerte. Eso es necrofilia. Y tampoco han dudado en mostrar la ropa interior de Jackie Kennedy' (se refiere a la exposición del año pasado sobre el vestuario de la Primera Dama), respondía Krens al New York Times.

Una nueva y gigantesca sede en Nueva York

Los apuros económicos no son suficientes para desanimar al director en su proyecto estrella: una nueva y gigantesca sede en Nueva York, muy parecida a la de Bilbao (por mucho que lo niegue su arquitecto, el californiano Frank Ghery) y que debería costar unos 680 millones de dólares. 'Es más fácil recaudar dinero para un edificio que para una exposición', aseguraba Krens, 'los edificios perduran'. El emplazamiento es especialmente delicado: unos muelles en la parte baja de Manhattan, a pocas manzanas del nivel cero. La alcaldía todavía no tiene nada definitivo para reconstruir la zona y es probable que el museo no esté entre sus prioridades.

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