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Shan Sa narra una historia de amor y guerra en la China de 1930

El go es un juego chino de estrategia que se disputa con piezas negras y blancas sobre un damero y en el que dos contendientes deben rodear las piezas del adversario hasta ahogarlo sin misericordia. Trasladado a la vida real, el go puede ser una metáfora de la guerra, pero sus enseñanzas, según esta escritora china residente en París, pueden ir más allá. Shan Sa (Pekín, 1972) ha pasado estos días por Barcelona y Madrid para presentar La jugadora de go (Bronce en castellano y Columna en catalán), una novela en la que entrelaza las vidas de una joven aristócrata china y un soldado japonés en la China de los años treinta y en plena ocupación nipona: 'El go ha transformado mi mentalidad y para mí es como un estado del espíritu', explicó en Barcelona, en un acto organizado por Casa Asia.

'La vida es también un damero donde se debe pensar y reflexionar para anticiparse a los acontecimientos. A veces, para vencer, hay que tomar el camino más difícil'. Otros más lo han visto así. En Japón se jugaba para aprender estrategia militar. Ahora se utiliza en las grandes empresas para preparar a los empleados 'para la guerra moderna', explicó la escritora.

La novela, escrita en francés y premiada con el Goncourt des Lycéens 2001, está narrada a dos voces -la aristócrata adolescente y el soldado- y con un lenguaje escueto y poético en el que la crítica ha querido ver un encuentro entre la forma de pensar oriental y una lengua occidental.

Hija de un profesor de la Sorbona y secretaria durante dos años del pintor Balthus, Shan Sa tuvo que aprender la lengua en cuanto llegó a Francia, en 1990, a raíz de los sucesos de la plaza de Tiananmen. El exilio, según explicó, ha sido un revulsivo para su literatura, tanto por la 'libertad' como por la 'distancia' que ha podido tomar con su país de origen. A pesar de ello, regresa frecuentemente a su país, donde publica con regularidad sus libros, que más que traducir reescribe. De Balthus aprendió la disciplina: 'Tenía una exigencia casi cruel consigo mismo. Iba cada día a su taller y a veces sólo conseguía pintar una línea. Ahora, mi manera de trabajar es muy similar a la suya. Escribo lentamente y reescribo constantemente'.

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