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Los ecologistas italianos ponen en peligro la reforma de La Scala de Milán

La modernización del mítico templo operístico depende de la decisión de los tribunales

Sobre La Scala de Milán, el teatro de ópera más famoso del mundo, pende una espada de Damocles que podría abatirse sobre su futuro e incluso dar al traste con el ambicioso proceso de remodelación iniciado hace seis meses. La organización ecologista y defensora del patrimonio ambiental italiana Legambiente ha recurrido a los tribunales para lograr que se detenga la actual reforma del teatro y se destruya lo ya concluido. La sentencia, que se espera para este verano, abre un interrogante sobre la fecha final de las obras, prevista, inicialmente, para la temporada 2004.

Los demandantes alegan que el valor histórico del edificio, construido en 1775 por el arquitecto Giuseppe Piermarini, no se limita a los palcos y al patio de butacas, sino que abarca a todo el conjunto, desde el escenario al espacio entre bastidores y a todo el conjunto arquitectónico.

Los responsables de La Scala destinaron 40 millones de euros a la reforma del histórico edificio, incapaz de competir ya con otros teatros del mundo, por falta de espacio en los almacenes, y por imposibilidad de utilizar maquinaria escénica en el pequeño espacio del Piermarini, como se conoce a La Scala. Con esta intención se cerraron las puertas del teatro en diciembre de 2001, y los espectáculos de la temporada pasaron a la sede provisional, el Teatro degli Arcimboldi, en la periferia milanesa, donde seguirá la programación hasta la reapertura del céntrico palacio de Piazza della Scala.

El arquitecto Mario Botta, autor del proyecto de reforma de La Scala, ha propuesto dos añadidos de considerable impacto. Por un lado, se trata de colocar un techo elevado sobre el principal cuerpo del teatro -similar al que se instaló en el Teatro Real de Madrid- para aumentar la capacidad del área de almacenamiento sobre el escenario, y una adición elíptica exterior, sobre una de las alas, para ampliar el espacio de las oficinas. Botta defiende su proyecto asegurando que servirá para armonizar los sucesivos añadidos que se hicieron al teatro a partir de su inauguración en el siglo XVIII. La Scala fue prácticamente reconstruida tras los bombardeos de la II Guerra Mundial, y el teatro fue reinaugurado en 1946, con un concierto dirigido por Arturo Toscanini. Aun así, la propuesta de Botta ha sido vista como una verdadera revolución.

La buena sociedad milanesa y los numerosos patrocinadores de La Scala han acogido con expectación el proyecto de Botta. ¿Se integrarán los cambios en el clasicismo del gran templo de la lírica o destruirán su equilibrio? Según el alcalde de Milán, Gabriele Albertini, 'los nuevos volúmenes que emergerán del edificio podrán verse como un signo arquitectónico de nuestro tiempo que terminará por armonizarse con todo el edificio'.

Alternar títulos

En estos momentos se trabaja en la ampliación de las oficinas, y en la renovación de los sistemas de seguridad, la alarma antiincendios y el sistema eléctrico, pero las obras afrontarán también el área destinada a los ensayos y el propio escenario, que además de ampliarse contará por encima con un almacén de gran capacidad. La intención del director artístico de La Scala, Paolo Arca, es que el teatro, convenientemente modernizado, pueda ofrecer una programación operística más rica, alternando diversos títulos simultáneamente, cosa que ahora resulta imposible con los actuales medios.

Mario Morgante, el arquitecto que preside la sección milanesa de Legambiente, tiene su propia tesis acerca de lo que ocurre. 'Los responsables del teatro han hablado siempre de reestructuración, de remodelación de La Scala, pero en realidad lo que pensaban era demolerla y reconstruirla', ha declarado al diario en inglés Italy Daily. Y por ahí no pasan los devotos de La Scala, históricamente ligada a la vida y la obra de uno de los más grandes compositores, Giuseppe Verdi.

No contentos con la querella presentada, la organización ecologista ha presentado un segundo recurso en los tribunales alegando irregularidades en la subasta pública de las obras, lo que los responsables de La Scala, que decidieron la adjudicación, niegan enérgicamente. El drama podría convertirse en una verdadera tragedia si los tribunales, como ya sucedió con La Fenice, dan la razón a Legambiente e interrumpen las obras. Hipótesis que los milaneses no están dispuestos a considerar siquiera.

Vista general del teatro de La Scala de Milán, durante un concierto de Riccardo Muti en 2001.
Vista general del teatro de La Scala de Milán, durante un concierto de Riccardo Muti en 2001.EPA

La dura competencia

La Scala puede ser el templo de la lírica todavía en la actualidad y no hay duda de que lo ha sido durante dos siglos, pero los milaneses son conscientes de que, sin una reestructuración que le ponga al día a fondo y que le haga ganar condiciones para la espectacularidad que hoy requiere un espectáculo como la ópera, no podrá competir con otros grandes teatros del mundo en el futuro.

El Covent Garden de Londres ha sido modernizado y reabierto al público recientemente; el Liceo de Barcelona ha surgido ampliado y deslumbrante tras el incendio que lo dejó en ruinas el 31 de enero de 1994; el Teatro Real de Madrid posee una maquinaria escénica modernísima que permite cambios de escenario rápidos y silenciosos y, desde que fue reinaugurado en 1997, ha causado asombro a quien se acerca a trabajar en él.

En Italia, en cambio, el segundo teatro de ópera del país, La Fenice de Venecia, destruido también en un incendio en 1996, sigue en obras después de mil y un litigios judiciales por desacuerdos con la licitación de obras, y eso pese a que los responsables se comprometieron a construir una réplica perfecta de lo que fue el viejo edificio del siglo XVIII.

El temor en varios círculos es que La Scala pueda seguir el mismo camino ante la resistencia a los cambios de algunos sectores de la sociedad italiana.

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