¿Schröder o Stoiber?
Si hace tres meses me hubieran preguntado quién gana las elecciones alemanas del próximo 22 de septiembre, casi sin titubear hubiera dicho que el canciller Gerhardt Schröder; a poco más de dos meses de que se celebren, ya no estoy tan seguro. Aunque, de hecho, haya empezado la campaña electoral, las vacaciones veraniegas no son el mejor momento para atosigar al ciudadano con política. Las últimas cuatro semanas resultarán decisivas.
Para aquellas fechas, el factor de mayor peso será sin duda, si se percibe de manera tangible la recuperación económica, como proclama el Gobierno a bombo y platillo. Ganar o perder elecciones depende en buena parte del momento en que se encuentre el ciclo económico a la hora de votar. Coyuntura que en economías internacionalizadas obedece más a causas exógenas que a la política que se haya llevado a cabo. Con lo que los resultados electorales son cada vez más aleatorios, aunque vengan condicionados por la tendencia general, 'la compañera tendencia', como la llamó el político socialdemócrata de la era de Willy Brandt Herbert Wehner.
En España, Austria, Dinamarca, Italia, Portugal, Holanda y Francia ha quedado de manifiesto que la derecha está en la cresta de la ola. Creo, sin embargo, que al final los componentes nacionales pesan más que las tendencias generales, y que es muy difícil que un candidato católico bávaro encuentre el apoyo necesario en la mitad norte de Alemania. Tanto es así, que para desprenderse de esta marca Edmund Stoiber ha nombrado a una joven madre soltera como jefa de su campaña en favor de la familia, con la suerte añadida de que la Iglesia católica se lo ha recriminado. Pese a estos esfuerzos, es muy probable que una parte de los que en ningún caso votarían al SPD prefiera dar el voto en esta ocasión a los liberales. Sin necesidad de acudir a populismos ambiguos, el FDP parece el mejor colocado para subir de manera espectacular, aunque quede a considerable distancia del 18%, cifra en torno a la cual gira su campaña.
Lo que hace a estas elecciones especialmente complejas es que, junto a los dos grandes partidos, únicos con la posibilidad de designar canciller, se presentan tres pequeños con la casi seguridad de obtener representación parlamentaria: los liberales, los verdes y los antiguos comunistas de la Alemania oriental. Los tres aspiran a gobernar en coalición. El PDS, el partido del socialismo democrático, ya gobierna con el SPD en dos länder, Berlín y Mecklenburg-Vorpommern, pero afirma que, debido a las diferencias en política exterior, una coalición en un Gobierno federal no estaría todavía madura, aunque no oculta que, si fuese necesario, facilitaría la elección de Schröder. Los verdes, probablemente los grandes perdedores en septiembre, no aspiran más que a repetir coalición, si lo permitieran los resultados, conscientes de que su paso a la oposición podría significar el comienzo del fin. Los liberales mantienen abierta la posibilidad de una coalición con el partido ganador, sea cual fuere, aunque dejen traslucir que, de poder elegir, antepondrían aliarse con los socialdemócratas. En fin, la eventualidad más remota, concebible sólo si lo impusiera la aritmética de los escaños, sería una gran coalicíón que mandase a los pequeños a la oposición.
Obsérvese que entre las muchas opciones que en teoría cabe construir, sólo en dos casos la CDU llegaría al Gobierno: una coalición con los liberales, si supera de manera clara a los socialdemócratas, y la remotísima gran coalición. Los socialdemócratas, en cambio, al poder coaligar, en principio, con cada uno de los tres pequeños, incluso, con dos de ellos a la vez, tienen más del doble. Mucho nos tendrían que sorprender los datos electorales -posibilidad que no cabe en absoluto descartar- para que un animal político de raza pura, como Schöder, fuera despedido del poder en la primera oportunidad.
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