El Museo Guggenheim recorre la búsqueda hacia la abstracción pictórica de Kandinsky
41 obras del pintor ruso y otras tantas de sus contemporáneos se muestran hasta 2003
La búsqueda de la abstracción pictórica, que marcó el camino creativo del pintor ruso Vasily Kandinsky (1866-1944), se puede seguir en una extensa exposición inaugurada ayer en el Museo Guggenheim de Bilbao. La muestra, realizada con fondos de la colección permanente, presenta a Kandinsky en su contexto y le relaciona con creadores de su época. Junto a 41 cuadros del pintor ruso, cuelgan otras tantas obras de 19 artistas contemporáneos, entre los que se encuentran figuras tan representativas como Klee, Kirchner, Kokoschka, Max Ernst o Miró.
La exposición Kandinsky en su contexto, patrocinada por la BBK, 'pone de relieve la relación personal que el pintor tuvo con artistas contemporáneos fundamentales en el arte del siglo XX y la que tuvo también con las principales corrientes del siglo XX', explicó ayer el director del Museo Guggenheim Bilbao, Juan Ignacio Vidarte, durante la inauguración de la muestra.
El amplio recorrido por la vida creativa de Kandinsky, que podrá contemplarse hasta el 12 de enero de 2003, no sólo se enriquece por contemplar las obras junto a sus contemporáneas, sino que se nutre también de la muestra París, capital de las artes 1900-1968, que albergan otras salas del Guggenheim bilbaíno desde el pasado 28 de mayo. 'La exposición de Kandinsky es un detalle ampliado de la muestra sobre París, así que es recomendable ver ambas', apuntó la directora de actividades museísticas del Guggenheim y comisaria de la muestra, Petra Joos.
Impresionismo
El recorrido está estructurado por orden cronológico y desplegado por tres salas del tercer piso del edificio diseñado por Frank Gehry. La primera sala descubre a un Kandinsky asentado en principios de siglo en París, donde se dejó seducir por la técnica impresionista. Tres pequeños óleos realizados a principios de 1900 reciben al visitante como lo demuestran tres pequeños óleos de paisajes pintados al aire libre, con los que la exposición da la bienvenida al visitante. También se incluye una muestra de los grabados en madera, técnica en la que Kandinsky era un maestro.
Pronto, el pintor ruso abandona las pinceladas impresionistas y comienza su interés por las formas y los colores, lo que le lleva a adentrarse por los caminos de la abstracción.
Esta etapa comienza con óleos de colores vivos que pisan la frontera entre figuración y abstracción, paisajes con grandes tramas de colores como Paisaje de los alrededores de Murmau con locomotora (1909). La exposición los empareja con cuadros de autores contemporáneos como Lyond Feininger, Emil Nolde y Franz Marc y con los constructivistas y suprematistas de la vanguardia rusa. Es una época en la que se mantiene 'una referencia figurativa', explicó Petra Joos. Kandinsky busca sugerir el paisaje en lugar de describirlo. Él mismo dijo que 'la riqueza cromática del cuadro ha de atraer al espectador mientras deja oculto el significado profundo del mismo', comentó Joos.
La segunda sala está dedicada a la consolidación de las formas geométricas. Aparecen los círculos, triángulos y cuadrados de marcados contornos y el colorido simbólico. Aquí se refleja su particular concepción del arte expuesta en sus tratados De lo espiritual en el arte y Punto y línea sobre plano. La sala agrupa sus lienzos de los años veinte en Alemania, donde impartió clases en la Weimar Bauhaus.
Primera compra
De esa época es Composición 8, el primer cuadro de Kandinsky que adquirió Solomon R. Guggenheim para la colección del museo (que ahora cuenta con más de 150 obras del pintor ruso). Este lienzo sugiere como ninguno la evocación musical de sus formas y colores. 'Hay que escuchar el sonido de los colores, la expresión interna del cuadro', decía el autor. Kandinsky está acompañado en esta sala por piezas de Paul Klee.
El montaje concluye su recorrido en una tercera sala dedicada a las influencias surrealistas del pintor, en su última época de estancia en París donde entabla relación con Miró y Leger. Esta relación queda patente en los tres lienzos de los tres artistas colgados en la pared del fondo. A ambos lados, dos esculturas: de Max Ernst y Jean Arp.
En esta etapa, Kandinsky no renuncia a la abstracción, pero incorpora elementos amorfos y adquiere un tono más lírico, la fluidez en las formas y una paleta más suave, según detalló la comisaria. 'La exposición demuestra que Kandinsky no era un artista solitario, sino que tenía una gran capacidad de trabajo con otros artistas y estaba abierto a diferentes movimientos y vanguardias artísticas. Era extremedamente culto, con una concepción de arte total', concluye Petra Joos.
Babelia
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