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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Depresión profunda

Los inversores de todo el mundo se han encontrado con un nuevo escándalo financiero que, por lo comprobado ayer, contribuirá a agudizar todavía más la desconfianza de los accionistas hacia las empresas que cotizan en Bolsa. El grupo de telecomunicaciones WorldCom, que un día pudo ser socio privilegiado de la Telefónica de Juan Villalonga, se ha sumado a la ya larga lista de empresas que han falsificado sus cuentas o defraudado a sus accionistas. Ayer se supo que ha cometido irregularidades contables por importe de 3.800 millones de dólares, con el subterfugio de contabilizar como inversiones de capital lo que en realidad eran gastos. El resultado ha sido un nuevo trauma en los mercados, otro clavo en el ataúd de Andersen -auditor de WordCom- y un motivo añadido de desconfianza para los inversores. Sumado a la irresistible tendencia de las empresas tecnológicas y de telecomunicaciones a revisar a la baja sus expectativas de beneficios y a la tenebrosa situación geopolítica, amenazas terroristas incluidas, hace temer una depresión continuada y profunda de los mercados sin fecha de recuperación a la vista.

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No es posible eludir la responsabilidad de las empresas de telecomunicaciones en este crash bursátil a cámara lenta -a veces no tan lenta- que viven los mercados como una pesadilla desde marzo de 2000. En todo el mundo, pero en Europa en particular, las telecos están intentando sobrevivir a una crisis empresarial de grandes dimensiones provocada por las licencias billonarias que tuvieron que pagar para hacerse un lugar en el sol de las nuevas tecnologías telefónicas, cuyo ejemplo más señero era la UMTS. El hecho descarnado es que la tecnología prometida no está disponible, que las compañías reforzaron sus ventajas monopolísticas nacionales con la compra de esas licencias, que se vieron obligadas a multiplicar su endeudamiento y que ahora algunas de ellas se encuentran al borde del colapso financiero porque lo que compraron con tanto esfuerzo no genera sino pérdidas en sus cuentas de resultados.

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Las telecos, llámense WorldCom, France Télécom o Telefónica, están actuando como un factor multiplicador de la crisis por estas razones (y por otras añadidas, como la permanente crisis argentina, que se extiende ominosamente hacia Brasil). Tampoco se puede eludir la responsabilidad de los Gobiernos en esta convulsión financiera; fueron ellos, en especial los europeos, quienes promovieron subastas abiertas y sin límites para entregar licencias con tecnologías sin fecha de utilización. Hay que preguntarse cuál será la estrategia de los Gobiernos de Estados Unidos, Alemania, Francia o Reino Unido, todos ellos participantes en la reunión de los países más ricos del mundo (el famoso G-8), para cauterizar las heridas financieras abiertas en el mercado de las comunicaciones por decisiones que a la postre se han revelado como catastróficas, y al mismo tiempo ayudar a la economía argentina a salir de la espiral de ruina que amenaza ya a Brasil o Chile. Al otro lado del hilo esperan los inversores para decidir si vale la pena recuperar la confianza.

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