El peso de la deuda asfixia a Repsol YPF
Los 2.500 millones de dólares de deuda que vencen este mes fuerzan a la petrolera a cambiar su estrategia
La fuerte apuesta que hizo Repsol hace dos años con la compra de la petrolera argentina YPF ahora le está pasando factura. A raíz de esa adquisición, valorada en 16.000 millones de euros, la compañía contrajo una pesada deuda que la ha forzado a desprenderse de valiosos activos, a reducir un 20% sus inversiones y ha puesto en una difícil situación al presidente, Alfonso Cortina. La compañía argentina elevó los resultados del grupo a un récord en 2000, pero en 2001 la puso en un brete que no hubiese previsto ni el análisis más pesimista. El endeudamiento de Repsol YPF es el más alto de entre las empresas de su sector, y el mercado castiga esto con dureza.
Al cierre de 2001 la deuda de Repsol YPF era de 16.555 millones de euros, un 32,2% sobre los activos y un 118,9% sobre el capital social. En este mes de junio, la empresa tiene que hacer frente a dos desembolsos, uno de 1.500 millones de dólares (1.560 millones de euros al cambio actual), que venció y pagó el pasado 17, y otro de 1.000 millones de dólares, que vence mañana.
La venta de Gas Natural no estaba prevista en los planes estratégicos hasta 2005
Una vez hechos todos los desembolsos, la deuda se situará en 11.500 millones de euros
La empresa ha cubierto los desembolsos con unos fondos de disponibilidad inmediata que ya tenía por valor de 3.500 millones de euros y los 1.787 millones que recaudó por la venta del 23% de Gas Natural (26% de La Caixa y 24% de Repsol YPF, tras la venta). Añadido a esto, Repsol YPF prevé obtener entre 400 y 500 millones con la salida a Bolsa del 65% de las acciones de Enagas (filial de Gas Natural). La petrolera cuenta, además, con líneas de créditos no utilizadas por valor de 4.500 millones. Con todos los pagos, la deuda se reducirá al final de este trimestre a 11.500 millones de euros, según fuentes del sector petrolero.
Para cumplir con sus obligaciones de este mes, Repsol YPF tenía dos opciones: refinanciar la deuda u obtener recursos para hacer frente a la misma. La primera opción era impensable. La banca, según fuentes propias del sector, llegó a pedir un tipo de interés medio del 8%, casi el doble de lo que una entidad pide a un particular cuando solicita un crédito hipotecario. 'La situación de Repsol YPF es muy delicada', comenta un experto de Morgan Stanley. 'Era muy difícil para la empresa obtener la refinanciación de su deuda sin hundirse más. Por eso, se vio forzada a vender activos para cumplir con los pagos', añade el experto.
La venta de una importante participación de Gas Natural no estaba en los planes estratégicos previstos hasta 2005 de Repsol YPF, y la venta ha sido considerada por algunos analistas como un error. 'Al desprenderse de ese 23% de Gas Natural, Repsol YPF se ha vuelto más dependiente de Argentina', comenta el analista del banco estadounidense. 'Este activo ya no reportará lo mismo a los resultados de este año', añade. En 2001, el beneficio de Repsol YPF se redujo un 58% y dentro de ese panorama negro, los únicos resultados positivos de los cuatro grandes negocios de Repsol YPF fueron los de refino y comercialización, que creció un 6,3%, y los de gas y electricidad, que se incrementó un 5,6%, una vez hecho el ajuste por la situación argentina. La caída de los beneficios de 2001 provocó un gran malestar entre los accionistas de la empresa durante la última junta general.
El peso de la deuda sobre la petrolera ha aumentado a medida que se agudizaba la crisis argentina. Si no se hubiese producido el desplome del país suramericano, la petrolera habría ganado 1.982 millones el año pasado, cifra que suponía de todos modos un recorte del 18,4% de los beneficios. El hundimiento de la tercera economía latinoamericana forzó a la empresa a dedicar casi 3.000 millones de euros a apuntalar sus cuentas y estas provisiones aún no son un capítulo cerrado. De hecho, la propia compañía no ha descartado ante la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que tenga que hacer más ajustes si la situación argentina se agrava.
La crisis argentina apretó pero no llegó a ahorcar a Repsol YPF, y, aunque parezca milagroso, el acuerdo que el sector petrolero argentino alcanzó el pasado fin de semana con el Gobierno del presidente Eduardo Duhalde fue providencial para la empresa hispano-argentina. Duhalde desistió de imponer un límite a las exportaciones de crudo argentino y mantuvo la libre disponibilidad del 70% de las divisas que las compañías obtienen por esas ventas externas a cambio de que las compañías garantizaran el aprovisionamiento interno de energía. El pacto provocó que entre el lunes y el martes pasado la empresa se revalorizara casi un 12% en Bolsa. El incremento del valor de la acción ha ayudado a la compañía porque, obviamente, ha reducido su deuda en relación a la capitalización de mercado y también le ha ayudado la apreciación del euro frente al dólar, puesto que la deuda está nominada en divisa estadounidense. No obstante, el pico bursátil duró un suspiro.
El conjunto de los analistas del sector cree que la deuda y otros factores ha cambiado por completo a la compañía. Por la deuda ha tenido que vender parte de Gas Natural, por el decreto de liberalización del sector energético del Gobierno de 2000 ha tenido que deshacerse de parte de CLH y parte de Enagas, y por el escándalo del BBVA la posición de Cortina es más que frágil. La empresa ha cambiado su política estratégica y su situación puede transformarse todavía más.
Los títulos de Repsol YPF aún acumulan una depreciación de más del 27% y en los últimos días de la semana pasada, después del furor del lunes y el martes, la cotización volvió a caer. La posibilidad de que una empresa extranjera aproveche este momento de debilidad para hacer una oferta de adquisición hostil ha sido mil veces descartada pero renace con la misma velocidad que se niega. Grandes petroleras como la italiana ENI, la estadounidense ExxonMobil o incluso la franco-belga TotalFinaElf son candidatas. Las defensas que de momento tiene Repsol YPF contra una oferta hostil son la 'acción de oro', que aún mantiene el Gobierno pero que Bruselas quiere erradicar, y un blindaje que, como tal, está pensado para proteger a la cúpula de la compañía pero no a la empresa en sí misma.
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