Un albergue en Barbizon
La Escuela de Barbizon también pudiera llamarse Escuela del Albergue Ganne, en homenaje a François y Edmée Ganne, que, en 1824, abrieron en Barbizon un lugar con unas pocas y modestas habitaciones en el que era posible alojarse por un precio módico. Además, las cenas que preparaba Edmée eran suculentas y al alcance de todos los bolsillos, y si éstos estaban agujereados, entonces Edmée aceptaba de buen grado cobrar en especies, es decir, pidiéndole al artista que le decorase un mueble, una puerta o un muro. Hoy, y después de una restauración efectuada en 1995, es posible alojarse en el mismo albergue que conocieran Caruelle d'Aligny, Brascassat, Corot o Decamps.
La pintura al aire libre, como aparece en la exposición de Lyón y en la actual antológica de Sisley en el Museo Thyssen-Bornemizsa, en Madrid, registra una nueva técnica que afectará también a los impresionistas. En 1830, cuando aparece la pintura en tubos de plomo, es la liberación definitiva. Hasta ese momento, la paleta cromática era limitada debido a la incomodidad de trasladar todos los pigmentos al exterior y de ahí que los pintores se manejaran con unos pocos colores primarios y tendieran a telas en tonalidades terrosas pero claras. Los tubos de color, paradójicamente, al mismo tiempo que facilitaban el trabajo oscurecieron -al menos en un primer momento- las obras.
Tal y como sucederá casi 150 años más tarde y en el mundo del cine, una invención técnica -la pintura en tubo entonces, las cámaras ligeras y las emulsiones sensibles en la época de la Nouvelle Vague- tiene como resultado liberar a los creadores de las cuatro paredes del estudio, permitirles salir a la calle, enfrentarse al mundo sin necesidad de recurrir a los esbozos, a los cuadernos de viaje. Esa inmediatez será inmortalizada por Jules-Louis Coignet, que captó a los pintores dispersándose por el paisaje de Fontainebleau, alejándose de la acogedora familia Ganne y perdiéndose entre árboles centenarios.