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Columna
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La patología de la fe en el nacionalismo

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La fe es una patología, decía Hernry L. Mencken, tras definirla como la tendencia a creer, contra toda evidencia, que ocurrirá lo improbable. Y el asunto que nos ocupa, aunque nada tiene de teológico, tiene mucho de patología ideológica.

IU-EB vaciada de los antiguos militantes comunistas de la época de la lucha contra el franquismo en el Pais Vasco, situados éstos mayoritariamente en el PSE y/o en las posiciones de defensa de una alternativa democrática constitucional al régimen nacionalista, se ha situado en vanguardia de la defensa argumental del proyecto secesionista y las acciones políticas derivadas de ese proyecto, en todos los foros, sean parlamentarios o mediáticos. Incluida la defensa de un documento tan chusco y políticamente vergonzoso, como el de los obispos del País Vasco. Probablemente tampoco harán ascos al documento más reaccionario, disparatado y etnicista que el sector nacionalista del clero vasco haya elaborado. Pero con una insistencia de cobertura repiten en que también se condenan los asesinatos de ETA. Faltaría más. Hasta donde más clara connivencia había con el fenómeno paramilitar, como la de los gobiernos de El Salvador y Guatemala, se condenaban los asesinatos por parte de las mismas autoridades que los toleraban.

Y quede aquí la afirmación de lo que cada vez es más obvio: que ETA ha sido y es objetivamente el somatén del proyecto nacionalista en su conjunto. La única diferencia es que en aquellos países también asesinaban a miembros de la Iglesia, así como a los de la oposición. Aquí sólo asesinan a la oposición, porque los catequistas de izquierda amparan el régimen nacionalista y han estado en el proyecto antidemocrático de Lizarra. Asumen la concepción del hombre, desprovisto de ciudadanía, sacralizado en nombre de Dios y de la nueva patria terrenal a crear: Eliza Herria-Euskal Herría.

Las declaraciones del bendictino Dionisio Amundarain en ETB-2 sobre los documentos de los obispos del Pais Vasco y del arzobispo de Pamplona Fernando Sebastián evidencian hasta dónde la perversión ideológica del etnicismo nacionalista puede ser expuesta con tonos sacerdotal y pausado. Una especie de cuchillada dialéctica en el corazón de la razón, que se hace con voz queda y monacal. Era cierto aquello de que cuando uno es obispo y nacionalista a la vez es doblemente supersticioso.En fin, todo se ha activado al unísono, como si fuera el último empujón soberanista. Todos trabajando para aquella querencia explicitada de Arzalluz de preferir el Acuerdo de Stormont al Estatuto de Gernika. Por una vez yo también empiezo a estar de acuerdo con Arzalluz, ya que he dejado de valorar positivamente el Estatuto de Autonomía que voté afirmativamente, porque creía que era el marco de convivencia plural y democrática. Y he comprobado que a su albur se ha creado la sociedad más fascistizada de Europa Occidental.

El nacional-sindicalismo y el nacional-catolicismo en pleno reverdecer local. Elola Olaso, Gúrpide, Arrese y Morcillo. Cuatro pardillos comparados con los descendientes del cura Santa Cruz. Los hijos de los que tomaron Bilbao en 1937 por primera vez y los nietos y biznietos de los que lo intentaron antes están en la última embestida. Estamos en la última fase de las guerras carlistas.

Probablemente, para que haya otro Abrazo de Bergara, habrá que llegar al Acuerdo de Stormont, que tanto apreciaba Arzalluz. Pero eso obliga a suspender el régimen nacionalista y la falaz aplicación del Estatuto de Autonomía en los términos que ha permitido su asentamiento.

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