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¿Guerra antiterrorista o guerra terrorista?

"Hace dieciséis horas", anunció el presidente Truman, "un avión de guerra estadounidense lanzó una bomba sobre Hiroshima, una importante base militar japonesa". Un mes después, el intrépido periodista australiano Wilfred Burchett describía, en la primera crónica que lograría eludir la censura, el sufrimiento apocalíptico que se había encontrado al visitar un hospital improvisado en la ciudad.

El general Groves, director militar de Manhattan Project, la empresa que proyectó y fabricó la bomba, se apresuraría a tranquilizar al Congreso afirmando que la radiación no causaba 'un sufrimiento excesivo' y que 'en realidad dicen que provoca una muerte muy dulce'.

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En un informe sobre los bombardeos estratégicos realizado por el Ejército estadounidense en 1946 se llegaba a la conclusión de que 'Japón se habría rendido igual, aunque no se hubieran lanzado las bombas...'.

En una descripción de los acontecimientos tan breve como la que acabo de hacer es imposible no simplificar. El Manhattan Project se inició en 1942, cuando Hitler estaba en el poder y existía el peligro de que los científicos de la Alemania nazi consiguieran fabricar armas atómicas antes. La decisión de Estados Unidos de lanzar las dos bombas atómicas cuando ya no existía ese peligro se ha de considerar a la luz, o más bien entre las sombras, de las atrocidades cometidas por las fuerzas armadas japonesas en todo el sureste asiático y del ataque sorpresa a Pearl Harbour en diciembre de 1941. Tampoco se debe olvidar que hubo altos cargos militares y algunos de los científicos que trabajaban en el Manhattan Project que hicieron todo lo posible por retrasar o resistirse a la fatídica decisión de Truman.

Y sin embargo, cuando todo estuvo dicho y hecho, la rendición incondicional de Japón el 14 de agosto no podía celebrarse, y ciertamente no fue celebrada, como un victoria, la victoria largo tiempo anhelada. La angustia habitaba el centro de esa victoria, y una obcecación que cegaba.

He contado esta historia para mostrar qué lejos estaban incluso de la realidad de su propia historia los 60 intelectuales estadounidenses reunidos en su mítico hotel de seis estrellas. Y también para recordar que el periodo de supremacía militar estadounidense iniciado en 1945 empezó, para todos aquellos que no estaban en su órbita, con una cegadora demostración de crueldad. Cuando el presidente Bush se pregunta '¿por qué nos odian?' debería reflexionar sobre esto. Pero, claro, él es uno de los dueños y directores del hotel de seis estrellas y nunca sale de allí.

John Berger es escritor británico. Traducción de Pilar Vázquez.

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