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Tres líderes para un encierro

Dos de los portavoces de los inmigrantes llevan varios años en España y tienen su situación regularizada

Tereixa Constenla

En Nuakchott, la capital mauritana, los ricos son muy ricos y los pobres, pues también son muy pobres. En la familia de Mohamed Sidi, de 24 años, ocurre lo mismo que en Nuakchott. Una rama amasa una fortuna, a buen recaudo en bancos europeos. Y otra, la de Sidi, sale adelante como puede. Los inmigrantes encerrados en Sevilla han elegido una terna plurinacional para canalizar sus peticiones: el mauritano Sidi, el marroquí Abderraman Karachi y el argelino Rachid Benyahia.

Como miembro de la familia menos afortunada, Sidi optó por la emigración hace cuatro años a pesar de que tenía un trabajo estable en una agencia de viajes de la capital mauritana por el que percibía alrededor de 108 euros al mes. Soñaba con salir del Tercer Mundo, de 'las dictaduras y las diferencias entre personas' para entrar en un continente -el europeo- que identifica con la 'libertad, igualdad y justicia social'.

Su experiencia española, a pesar de carecer de trabajo en la actualidad, es menos cruda que la de otros encerrados. Dispone de permiso de trabajo y residencia y, en cuatro años, ha desempeñado múltiples ocupaciones en el campo, la construcción o la hostelería que le han permitido vivir sin especiales apuros, aunque con parones de inactividad ocasionales, en Palma de Mallorca, Madrid, Zaragoza, Lleida o Almería, entre otros lugares.

Su primera temporada fresera fue en 2001 en una finca de Palos de la Frontera, donde le contrataron entre febrero y junio. No se queja demasiado: le pagaron lo estipulado en el convenio, aunque no le facilitaron el alojamiento previsto. Cuando este año regresó a la misma explotación agrícola, el empresario le explicó que ya había cubierto todas sus necesidades con trabajadoras polacas. Apenas ha estado 15 días en el tajo. Un día en Lepe, otro en Moguer, otro más en Cartaya... No ha pasado hambre porque dispone de un colchón de ahorro y optó por compartir una chabola con otra treintena de inmigrantes, pero ha visto las penurias de los demás. 'No podía ayudarles como hubiera querido', expone. Quiere regresar a Mauritania,pero ese viaje de vuelta tiene una condición clara: 'Me iré cuando sea mejor estar allí que aquí'.

Menos interés tiene Rachid Benyahia, de 40 años, en retornar a su país, Argelia. Natural de la Cabilia, una de las zonas más conflictivas, su salida de allí obedeció más a razones políticas que económicas. 'La policía me había detenido varias veces, tenía que salir de allí, ya no podía aguantar más', recuerda.

Llegó a España hace ocho años y, al igual que el mauritano, dispone de una situación regularizada, aunque de gran incertidumbre laboral desde que concluyó su trabajo en una fábrica de Zaragoza: 'Soy como un vagabundo'. Nunca había trabajado en la fresa en Huelva hasta esta campaña, aunque en esta ha trabajado más bien poco. Llevaba algunas jornadas recogiendo naranjas en Gibraleón cuando se cayó de un árbol. Rachid se queja de la baja laboral que le ha pagado la Seguridad Social: 'Me han dado 15 euros al día. Creo que me han engañado'.

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La situación administrativa de Abderraman Karachi, de 26 años, está mucho más en el aire. El marroquí llegó hace 10 años a España y ha vivido con los papeles en regla durante gran parte de su estancia. En el 97 le fichó la policía después de una pelea y pasó un mes en la cárcel. Por esta razón no ha logrado renovar su permiso de residencia, a pesar de que la Subdelegación del Gobierno de Ciudad Real le notificó que le había autorizado el permiso de trabajo de tres años, que expiraría en abril de 2003. Al igual que su situación administrativa, también su vida laboral ha empeorado en los últimos años. Karachi, que trabajaba como soldador en Madrid, no logró continuar en su empresa por la falta de papeles. Así que optó por trasladarse a Huelva hace siete meses confiado en emplearse en la recogida de la fresa. Apenas encontró dónde. Y desde hace siete meses los giros de dinero se invierten y, de vez en cuando, salen de Marruecos hacia España.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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