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Los niños españoles comen demasiados alimentos grasos, dulces y precocinados

Un estudio realizado en cuatro provincias muestra la necesidad urgente de modificar la dieta

Oriol Güell

El mayor estudio realizado hasta la fecha entre la población infantil española ha revelado unos hábitos alimenticios preocupantes: más del 45% de las calorías ingeridas por los niños proviene de las grasas, un porcentaje que según los expertos supera en un 25% la cantidad deseable. Las grasas saturadas (las de origen animal, principalmente), que son las menos saludables, aportan un 16%-17% de las calorías de la dieta, un porcentaje igualmente excesivo. Y hay otro dato desolador: sólo un 0,6% de los niños españoles consume las grasas adecuadas. La dieta infantil también abusa de los hidratos de carbono simples (azúcares) y de las proteínas. El consumo excesivo de alimentos grasos de origen animal, de dulces y bebidas azucaradas y de platos precocinados es la causa del desequilibrio nutricional, según los investigadores.

El consumo de frutas, fibra y vegetales es razonable, pero debe seguir alentándose

El estudio ha sido realizado durante los últimos cinco años por la Unidad de Lípidos de la clínica de La Concepción, el Servicio de Bioquímica del hospital Ramón y Cajal, la Escuela Nacional de Sanidad y el Departamento de Medicina Preventiva de la Universidad Autónoma de Madrid. Para la investigación, cuyos resultados ha publicado la revista European Journal of Clinical Nutrition, se ha analizado la dieta y las características antropométricas (tales como el peso y la altura) de 1.112 niños de seis y siete años que viven en Madrid, Orense, Murcia y Cádiz. El estudio concluye que estos resultados 'muestran una necesidad urgente de mejorar la dieta de los niños españoles'.

El estudio indica que los hidratos de carbono simples (azúcares) también se consumen en exceso. Entre el 20% y el 22% de las calorías consumidas por los niños de las cuatro provincias analizadas provienen de los azúcares. En cambio, las calorías provenientes de los hidratos de carbono complejos (provenientes principalmente de los cereales) son menos: un 17%-18%. En el caso de las proteínas, el abuso es 'moderado', ya que se sitúa ligeramente por encima del consumo ideal (15% del total de proteínas ingeridas).

El excesivo consumo de embutidos, bebidas carbónicas, dulces y platos precocinados está en el origen de estos desequilibrios nutricionales, según el estudio. 'La dieta de los niños españoles es excesivamente rica en grasas, en azúcares e, incluso, en proteínas. Debería reducirse su consumo y suplirlo por un aumento prácticamente idéntico en la toma de cereales', asegura Manuel de Oya, responsable de la Unidad de Lípidos de la clínica de La Concepción y uno de los autores del estudio. La investigación destaca también el elevado nivel de micronutrientes en la dieta infantil: el consumo de vitaminas y sales minerales está en todos los casos por encima de los niveles recomendados. Esto elimina la posibilidad de que los niños sufran carencias, pero el exceso puede también tener efectos perniciosos. 'El sodio presente en la sangre, causante de la hipertensión, está por encima de lo recomendable en niños tan pequeños', explica Manuel de Oya. La sal, fuente de la práctica totalidad del sodio ingerido, está presente en prácticamente todos los alimentos, pero sus niveles son más elevados en aperitivos, embutidos y alimentos precocinados.

Las familias españolas también abusan de los suplementos vitamínicos. 'Hasta un 30% de los niños los toman. Estos refuerzos son útiles en estados carenciales, situación en la que no se encuentran la práctica totalidad de los niños estudiados', continúa el responsable del estudio. El estudio muestra en cambio un aspecto positivo en los hábitos alimentarios infantiles: el consumo de frutas, fibra y vegetales sí está en los niveles considerados como razonables y saludables. Con todo, 'su consumo debe seguir alentándose como fuente de vitaminas y carbohidratos complejos', recalca Manuel de Oya.

El 22% de las calorías que ingiere la población infantil española proviene de los azúcares.
El 22% de las calorías que ingiere la población infantil española proviene de los azúcares.MARCEL.LÍ SÁENZ

Un exceso de lácteos

La leche y sus derivados (yogur, queso...) son una parte fundamental de cualquier dieta sana y equilibrada, según coinciden todos los especialistas. 'Estos alimentos son una fuente básica de proteínas y nutrientes de primera calidad. Lo han sido siempre y aún hoy una dieta sin lácteos es inconcebible', afirma Manuel de Oya. Sin embargo, el consumo de estos productos 'empieza a ser excesivo entre los niños', asegura el responsable del estudio. Los datos que sustentan la afirmación son los siguientes: cada niño consume todos los días entre 630 y 640 gramos de productos lácteos. Esta cantidad aporta un 20% de las grasas y un 25% de las proteínas totales que ingiere un menor diariamente. 'La leche y los yogures aportan más proteínas a la dieta que la carne. Esto significa que el peso de los lácteos en la dieta empieza a ser desequilibrado por exceso', afirma De Oya. El elevado consumo de productos cuyo origen es la leche, casi siempre de vaca, también repercute en la ingesta de calcio. 'Los niños consumen ya el doble del calcio del que necesitan', afirma el responsable del estudio. Así, mientras la Organización Mundial de la Salud recomienda que cada niño consuma unos 800 miligramos de calcio al día, en Murcia (la provincia donde este dato es menor de las cuatro estudiadas) los niños consumen hasta 1.458 miligramos al día. En Orense, esta cifra se dispara hasta los 1.683. Este dato, en principio no debe preocupar a los médicos, ya que 'no está demostrado que el exceso de calcio sea malo', asegura Manuel de Oya.

Sobrepeso y riesgo de infarto

Una de las principales conclusiones de este estudio es que los niños que viven en las ciudades donde la tasa de mortalidad coronaria es mayor consumen una dieta que eleva el riesgo de que ellos mismos sufran un infarto cuando sean adultos. ¿Significa esto que todos estos niños sufrirán del corazón cuando crezcan? 'No tiene que ser necesariamente así', afirma Manuel de Oya. 'El nivel de colesterol, por ejemplo, desciende en muchos adolescentes con los cambios hormonales típicos de la edad. Además, una corrección en la dieta reduce rápidamente los factores de riesgo cardiovascular. Lo que sí hemos demostrado es que los malos hábitos de la población infantil se asocian a la elevada mortalidad cardiovascular en la población adulta. De no corregirse la dieta, la alta tasa de mortalidad que hoy presenta la población adulta se repetirá cuando estos niños crezcan'. De las cuatro ciudades estudiadas, Madrid y Orense están entre las de menor tasa de mortalidad cardiovascular (78 y 77 por cada 100.000 habitantes, respectivamente), mientras que Murcia y Cádiz, con 89 y 119, están entre las que tienen tasas más altas. La investigación concluye que el consumo calórico diario de los niños gaditanos y murcianos (2.217 y 2.154, respectivamente) es hasta un 6,3% mayor que el de los de Madrid y Orense (2.077 y 2.082). Esta diferencia se refleja en unos niveles de colesterol en sangre más altos: un 27% de los niños de Murcia y Cádiz tienen más de 200 miligramos de colesterol, mientras que en Madrid, este porcentaje se reduce al 19%. Pero donde las diferencias son aún más notorias es en el peso de los niños: mientras en Cádiz uno de cada tres (34,5%) presenta sobrepeso y uno de cada seis (15,72%) puede considerarse como obeso, en Madrid y Orense estos porcentajes se reducen al 28% y al 9%. El estudio concluye que los porcentajes de sobrepeso en todas las provincias son 'excesivamente altos'. Las diferencias provinciales son cuantitativas más que cualitativas. Esto significa que los niños de Cádiz y Murcia no comen peor que los de Madrid y Orense (en todo caso comen igual de mal), sino que comen más. 'Muchas veces, demasiado', dice De Oya.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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