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Columna
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Chivos expiatorios

Se contabilizan en el País Valenciano unos 250.000 extranjeros empadronados, o sea, no todos ellos provistos de permiso de residencia ni contrato de trabajo; de esta cifra, el 65% se ubica en la provincia de Alicante. Porcentualmente, son un 6% de la población valenciana, es decir, el doble o algo más de la media de España. Buena parte, se ha regularizado, aunque aún queda una considerable bolsa de sin papeles. Los expertos explican esta afluencia en base a una economía dinámica, estacional y diversificada, y señalan que sectores de la producción están vinculados a los inmigrantes, cuya mano de obra demandan: calzado, construcción, turismo y agricultura. Pero quienes se ocupan de estos problemas, dicen que algunos empresarios han acudido a las oficinas del INEM, donde no les han resuelto nada: los sin papeles no existen. Una situación así de flagrante fomenta la economía sumergida, el abuso y la xenofobia. Hasta en Terra Mítica trabajaron los llamados ilegales. 'Todas las oficinas de extranjería andan sumidas en un caos deliberado. Muy especialmente en la Comunidad Valenciana y, de manera singular, en Alicante', le comenta al cronista Carlos Gómez, director de Alicante Acoge -amenazado gravemente por tipos de identidad entre caciquil y farsante-, con quien ha mantenido una sustanciosa conversación.

En contra de la histeria imperante del moro, ecuatorianos y colombianos son, de dos o tres años aquí, mayoritarios en el contingente de extranjeros: la inestabilidad de sus países les impulsa a emprender un viaje incierto, amargo y denigrante por el trato que reciben, y las condiciones que les imponen las bandas organizadas. Inmigrantes ecuatorianos han tenido que dejar a su familia en prenda, por el dinero que se les presta, al mil por ciento, para trámites y pasajes: mujer e hijos son rehenes, en el desamparo de un esclavismo inconcebible. 'Y los menores, que han hecho acto de presencia en un escenario conflictivo y complejo, muy vulnerables, a los maltratos y vejaciones'. El cronista reflexiona acerca de los 800.000 extranjeros afiliados a la Seguridad Social, 50.000 mensuales, que contribuyen a pagar obras públicas, infraestructuras y servicios, como cada quisque. Algo que no debe pasar inadvertido. Sí, falta sensibilidad, tolerancia, y sobre todo políticas sociales que solventen tanto abandono, en un país que ha sido tradicionalmente emisor de fuerza de trabajo. Este es un Estado de Derecho, y lo es para todos y en pie de igualdad. La marginación y le exclusión generan delincuencia de robaperas. La de salón es cosa de los rusos, de perfil mafioso, instalados con lujo chabacano, en sus urbanizaciones de Torrevieja y la Vega Baja. Una inmigración que se oculta tras la bolsa, bajo la confusa mirada del CESID.

La Ley de Extranjería tan cerril, aún se quiere blindar. De pena. Su aparato administrativo provoca despropósitos y una burocracia miope. Sólo entidades humanitarias como Alicante Acoge o Cáritas o el Secretariado Diocesano de Migración, y los sindicatos CC OO y UGT, palían tanto déficit y la melonada del Gobierno. Pero, en fin, los inmigrantes son los chivos expiatorios de una Europa rica y de una España fatua que les achuchan sus miedos, sus frustraciones y toda la ranciedad de sus odios. Así, cualquiera.

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