La bodega del dios Baco
Vinoble 2002 reúne en Jerez los 900 caldos más exquisitos y exóticos del mundo
Entrar en Vinoble es someter a los sentidos a un continuo bombardeo de colores, olores y, especialmente, sabores. El tercer Salón Internacional de los Vinos Nobles, Generosos y Licorosos ha conseguido reunir en el espacio que forman el palacio de Villavicencio, la mezquita, los baños árabes y los jardines del Alcázar a las 900 etiquetas más exquisitas de la aristocracia vinatera mundial.
Un total de 17 países, representados por 500 bodegas y un centenar de zonas productoras han acercado a Jerez sus vinos más nobles, deseados y admirados. Además de los caldos españoles, es posible también toparse con rarezas y, a la vez, caprichos para el paladar como los tokaj, vinos húngaros procedentes de las colinas de Tokay, unos antiguos volcanes cuya lava sirve ahora como tierra de cultivo de las uvas con las que se elaboran estos caldos. Como sucede con algunos otros vinos, el proceso de elaboración de los tokaj comienza dejando que la uva, que más tarde se recogerá una a una, se pudra en la viña con el objeto de conseguir que acumule cuanto más azúcar y aromas mejor. La podredumbre noble es también utilizada en una de las regiones francesas más conocidas en la elaboración de vinos dulces, Sauternes, cuyo alcalde ocupa en esta edición la vicepresidencia de la muestra.
La vendimia para los 'icewines' canadienses se realiza cuando la uva se ha congelado
Una de las grandes novedades de la presente edición de Vinoble la constituyen los productos de Chile, Uruguay y Canadá, caldos del Nuevo Mundo que tienen la difícil tarea de competir con los consagrados vinos europeos. 'Ésta es la primera vez que acudimos a un certamen internacional y eso, para nosotros, supone un salto cualitativo realmente importante', recuerda en el embajador chileno en España, Mariano Fernández.
El moscatel de Alejandría, de color algo más suave que la miel y de un apabullante dulzor, es uno de sus tesoros más preciados, mientras que los canadienses acuden a Jerez con los llamados vinos de hielo, muy famosos también en Alemania y Polonia. La característica principal de estos caldos, de los más caros que se encuentran en el mercado, es que la vendimia se realiza en pleno invierno cuando la uva se ha congelado tras soportar temperaturas de más de 10 grados bajo cero. Al ser recolectadas una a una y posteriormente deshidratadas conservan mucho mejor sus cualidades y aromas hasta el punto de que está terminantemente prohibido llevar a cabo el proceso de manera artificial. Los icewines canadienses provienen de la región de Niágara y se han convertido en uno de los principales atractivos de la cita.
Pero hay para todos los gustos y los más clásicos tienen la oportunidad de degustar los tradicionales oportos, burdeos y vinos de la Alsacia. Por otro lado, se suceden las catas profesionales, unas actividades en las que se reconoce la calidad de los vinos y, si uno es profano en la materia, se puede llegar a enterar de que eso de acompañar con vino blanco al pescado es casi un sacrilegio, puesto que, en opinión de muchos enólogos, a los frutos de la mar les van caldos más dulces.
El escenario principal de la muestra es el recinto monumental del Alcázar, una fortaleza almohade del siglo XII que constituye la construcción cívico militar más importante de Jerez y que, durante los últimos años, ha sido cuidadosamente restaurada para convertirse, también, en un reclamo turístico de primera línea. El Alcázar no tiene encalados sus muros, ni está preñado de botas y soleras, pero es en estos días la bodega más importante de la ciudad.
Los expertos y maestros vinateros, que hasta mañana estarán en Jerez, disfrutan, además, de un calendario paralelo de actividades que incluye desde una fiesta flamenca a un paseo por la Feria de la Manzanilla en Sanlúcar de Barrameda.
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