Dos estrellas exploran África
Bono y el secretario del Tesoro de EE UU sobreviven entre la miseria
Paul Hewson abrió la caja rectangular, extrajo la cuchara de plástico y empezó a engullir, lentamente, la 'pasta con vegetales y salsa de tomate' de la ración de campaña. Hewson, más conocido como Bono, de profesión vocalista de la banda U2 y de vocación activista a favor de los países pobres, preguntó entre bocado y bocado si habría que pasar allí la noche. Nadie fue capaz de responder. Su compañero Paul O'Neill, secretario del Tesoro de Estados Unidos, emperador de la economía mundial, miraba la pista desierta bajo el cielo encapotado y se secaba los goterones de sudor. 'Ya empieza a llover', dijo alguien, al escuchar un golpeteo sobre la cubierta de uralita. 'No es lluvia, son las alas de los murciélagos', explicó Imoro, uno de los soldados del Ejército de Ghana estacionados en el remoto aeródromo de Tamale, al norte del país, en el territorio árido que se extiende hacia Burkina Fasso.
'Me parece increíble que haya aceptado venir conmigo para ver de cerca cómo son las cosas', afirma Bono
O'Neill y Bono, la extraña pareja en gira por África, llevaban el pasado miércoles ya cuatro horas de espera sofocante en el pequeño recinto militar. Miembros del servicio secreto y del cuerpo diplomático estadounidense recorrían la comarca con la misión de encontrar cervezas y un poco de hielo. 'Todo sirve para aprender', dijo O'Neill, desabrochándose otro botón de la camisa.
La jornada había sido intensa. Comenzó en el mercado callejero de Makola, en Accra, a las cinco de la mañana. 'Los mercados son el mejor lugar para conocer la economía de un país', proclamó O'Neill. El secretario del Tesoro estaba convencido de que toda la ayuda prestada a África en las últimas décadas no había servido para nada: 'El continente está peor, en líneas generales, que en 1970. Hay que cambiar el sistema del todo y empezar de nuevo, o dejar de derrochar dinero de una vez por todas'. Paul O'Neill es ingenuo, optimista y brutalmente sincero, sin duda el personaje más atípico de la Administración de George W. Bush. En Wall Street tienden a tomarle por un poco idiota. Bono le considera 'un buen hombre'. 'Soy hábil convenciendo a la gente, pero aún me parece increíble que el secretario del Tesoro de un Gobierno tan conservador como el de Bush haya aceptado venir conmigo a África durante 10 días, para ver de cerca cómo son las cosas', comentó Bono. 'Estos tomates, por ejemplo, son demasiado pequeños, no tienen la forma adecuada y no se pueden exportar. La solución es fácil: mejores semillas', opinó O'Neill. 'Alguien tendrá que explicarle que el raquitismo vegetal se debe a la falta de agua', suspiró un miembro de la comitiva.
Después de una reunión con organizaciones no gubernamentales y de recorrer un barrio de chabolas, un ahumadero de pescado y una escuela de formación profesional, la extraña pareja y sus acompañantes, unas 20 personas en total, emprendieron viaje hacia Tamale en un viejo bimotor de la Fuerza Aérea de Ghana. El vuelo fue agitado y hubo algunos vómitos. Ya en Tamale, O'Neill y Bono visitaron un hospital. 'Faltan medios, pero al menos la asistencia es gratuita, según me informan los médicos', comentó el secretario del Tesoro. Muy cerca, un letrero especificaba las cantidades que había que pagar por adelantado por las consultas o la cirugía. Bono, que ha viajado una decena de veces por África en los últimos tres años, se echó las manos a la cabeza: '¡Cómo va a ser gratuito! Luego le explicaré la realidad'.
A la hora de volver a Accra se desató una tormenta. 'El avión no puede volar en estas condiciones', indicó el piloto. Uno de los tripulantes parecía convencido de que habría que pasar la noche en el cobertizo del aeródromo, porque se había procurado unas litronas de cerveza y yacía feliz en un rincón. Y comenzó la larga espera, bajo un calor sofocante. 'Todo un secretario del Tesoro encallado en un sitio así: vivir para ver', susurró un guardaespaldas.
Hacia la séptima hora de inmovilidad, pasada la medianoche, se pudo localizar al presidente de Ghana y pedirle su reactor oficial, capaz de volar entre tormentas. '¿Ven ustedes cómo todo tiene solución?', sonrió el optimista O'Neill cuando pudo, al fin, sentarse en un butacón del jet presidencial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.