_
_
_
_
COYUNTURA INTERNACIONAL
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dolarización

De nuevo vuelven a escucharse voces que sugieren dolarizar algunas economías, como la argentina. La adopción del dólar como única moneda nacional a todos los efectos es lo que llamamos dolarización (en el caso de adopción del euro puede hablarse de euroización).

El proceso consiste en decretar la oficialidad del dólar como única moneda de curso legal en un país y la conversión de todos los activos y pasivos a un tipo de cambio fijo.

Las experiencias internacionales de dolarización o euroización son reducidas. Sólo algunos pequeños Estados del Índico y el Pacífico (a favor del dólar australiano o estadounidense), algunos de Latinoamérica (Panamá y Ecuador, a favor del dólar) y varios pequeños Estados europeos (Mónaco, Andorra, Vaticano, etcétera, a favor del euro) han renunciado a su moneda nacional.

La dolarización implica renunciar a ingresos tangibles del banco central, derivados del señoreaje o privilegio exclusivo de emitir moneda

Nunca un país grande ha dolarizado, por lo que estamos ante un escenario relativamente novedoso.

Por qué dolarizar es sencillo de explicar: eliminar expectativas de devaluación supone reducir primas de riesgo y, por tanto, costes de forma importante y supone también estabilizar una variable (el tipo de cambio) que provoca en ocasiones movimientos de capital a la postre desestabilizadores.

Además, en el caso de un país como Argentina, que mantenía un sistema de convertibilidad en los últimos 10 años, la sensibilidad ante procesos de hiperinflación como el que parece que se inicia cuestiona la libre flotación de la divisa.

Sin embargo, la dolarización implica renunciar a ingresos tangibles del banco central, derivados del señoreaje o privilegio exclusivo de emitir moneda: coste en absoluto despreciable puesto que puede rondar entre un 1% y un 3% del producto interior bruto (PIB) del país. También implica renunciar al papel del banco central como prestamista de última instancia, cosa compleja de manejar en sistemas financieros grandes, con problemas de solvencia como en el caso de Argentina.

Sólo cuando la banca nacional es solvente o está controlada por bancos extranjeros, que conciben esa actividad como una región más del área dólar, la cuestión del salvamento puede obviarse en la práctica. Por eso, el papel actual y futuro de la banca extranjera en Argentina es tan relevante para poder pensar en la dolarización.

Rodrigo Buenaventura y Yolanda Fernández son, respectivamente, consejero delegado de Consultores de Administraciones Públicas y responsable de economía de Analistas Financieros Internacionales (Grupo Analistas).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_