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Los frailes escondían una fuente secreta

Los monjes cuentan las trampas y penurias con las que lograron soportar los 39 días de asedio

Jorge Marirrodriga

'Lo peor han sido los últimos cuatro días', declaró ayer el sacerdote franciscano Amjab Sabara, uno de los 19 religiosos católicos que desde el pasado 2 de abril han permanecido en el templo de la Natividad, en Belén, cercado por el Ejército de Israel y con una treintena de milicianos palestinos armados en el interior. Sabara, quien ejerce de párroco en la iglesia católica que forma parte del complejo de la Natividad, relató en conversación telefónica las duras condiciones de las últimas jornadas -en las que parecía pronto un desenlace pacífico que se frustraba en el último momento- de los 39 días de asedio.

En este tiempo, el franciscano ha podido comunicarse con su familia en Jerusalén gracias a un teléfono móvil que mantenía desconectado la mayor parte del tiempo. Sólo hablaba con uno de sus hermanos cada día, pactando la hora de la llamada el día anterior. Conversaciones muy breves. 'Dile a todos que estamos bien', era la frase más repetida. Ayer, junto a los otros 18 franciscanos, cuatro monjas católicas y una docena de clérigos ortodoxos y armenios, pudo asomarse por primera vez en más de un mes sin miedo a la plaza del Nacimiento. Allí permanecieron todos varias horas mientras los equipos estadounidenses inspeccionaban el interior de la basílica y los edificios adyacentes.

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El aspecto que presentaba ayer el interior del templo cristiano, en el que según la tradición nació Jesús, era caótico. Colchones, mantas y alfombras cubrían el suelo, junto a sillas tiradas, zapatos, ropas y otros utensilios. En los altares se podían ver platos con restos de comida, vasos, botellas y botes de refrescos vacíos. A pesar de esto, las autoridades religiosas se apresuraron a declarar que los daños 'han sido menores' y que la Gruta de la Natividad -el lugar exacto del nacimiento- 'está intacta'.

Un sacerdote ortodoxo se mostró especialmente crítico con el comportamiento de los 10 pacifistas que la semana pasada burlaron el cerco israelí y entraron en el templo en solidaridad con los palestinos. 'No han tenido ningún respeto, han fumado y han bebido en los altares. Los no cristianos se han mostrado mucho más respetuosos'. Los franciscanos también señalaron otros desperfectos de menor importancia en puertas y despensas. 'Algo normal dada la necesidad de comida'. 'Lo más dañado ha sido un mosaico al que han alcanzado las balas', señalaron fuentes de la orden religiosa en Jerusalén.

Durante todo el asedio, los monjes y los palestinos dispusieron de una pequeña fuente cuya existencia desconocían los israelíes y que no revelaron por temor a que pudiera ser cortada por los soldados, como ya habían hecho con las conducciones generales. 'Esa agua se utilizaba exclusivamente para beber; no era ni para lavarse, ni para los baños, pero beber ya era bastante', explicó un hermano de Sabara.

De la misma forma, aunque los israelíes cortaron la electricidad desde el primer momento, hubo partes del complejo de la Natividad en los que hubo corriente un par de semanas más. La razón es que la Natividad tiene zonas exclusivas para los ortodoxos, los católicos y los armenios desde finales del siglo XIX, y a lo largo de los años cada comunidad ha ido realizando arreglillos y conexiones por su cuenta hasta formar una verdadera maraña. Este fluido eléctrico permitió la recarga de teléfonos móviles tanto de los frailes como de los palestinos. Cuando también se cortó, los franciscanos lograron que algunos soldados israelíes se prestaran a recargar los teléfonos.

Las cuatro monjas encargadas de la cocina pusieron desde el primer día normas de racionamiento en las comidas. Fueron ellas quienes, cinco días antes de que los palestinos entraran en la Natividad, habían realizado un gran acopio de alimentos. 'Además, durante el asedio se descubrió una reserva de arroz que estaba medio olvidada', señaló un franciscano desde Jerusalén. En el complejo de la Natividad hay una hospedería -llamada Casa Nova- con capacidad para unas cien personas. De allí han salido los colchones, mantas y almohadas, con los que han podido dormir los asediados. Otro elemento con el que no contaban los israelíes era un grupo de gallinas que tenían los monjes ortodoxos. Los animales no fueron sacrificados gracias a que eran buenos ponedores.

Soldados israelíes conversaban ayer con frailes greco-ortodoxos en la plaza de la Basílica de la Natividad en Belén.
Soldados israelíes conversaban ayer con frailes greco-ortodoxos en la plaza de la Basílica de la Natividad en Belén.EPA

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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