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Sotanas contra tanques en Belén

Sacerdotes y monjas se manifiestan, ondeando banderas del Vaticano, contra el cerco del Ejército israelí a la iglesia de la Natividad

Un hombre que porta una pancarta en la que se lee 'Israel fuera de Palestina' se cruza con un soldado israelí que, en uniforme de combate y un rifle de asalto en bandolera, hace autoestop. Ambos se miran y siguen cada uno a lo suyo. El soldado espera que alguien pare y le acerque a Jerusalén para comer. El hombre del cartel avanza pocos pasos y se incorpora a un grupo de unas 300 personas que se manifiestan frente al puesto de control israelí instalado a apenas dos kilómetros de Belén. Los soldados que bloquean el paso están relajados, sonríen y bromean a costa de los manifestantes. Pocas veces han visto una manifestación con tal abundancia de sacerdotes y monjas ondeando banderas del Vaticano, ramas de olivo y haciendo sonar las campanillas empleadas en la liturgia.

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Y es que los blindados y francotiradores israelíes continuaban ayer rodeando la iglesia de la Natividad en Belén, donde desde el pasado día 3 unos 200 palestinos se encuentran atrincherados, generando una situación que ha colocado en una delicada posición diplomática al Gobierno israelí. Desde hace tres días ni los palestinos, ni los monjes católicos, ortodoxos y armenios que residen en el complejo de la iglesia disponen de luz y agua corriente, ni probablemente de alimentos. La ciudad presenta el mismo aspecto desierto de días pasados.

'¡Por primera vez en 2.000 años está bloqueado el acceso a la iglesia de la Natividad!', exclama el patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabah, ante un oficial de la policía israelí que le corta el camino. Sus palabras son refrendadas con aplausos y gritos de '¡queremos rezar!' de los manifestantes. 'Recen aquí', contesta el policía. 'Usted rece donde quiera, que yo lo haré en mi iglesia', replica el obispo católico. 'En su iglesia no puede porque hay asesinos y terroristas', corta tajante el oficial.

El Gabinete de Ariel Sharon busca una salida mientras aumentan las críticas. Ayer, desde Roma, Juan Pablo II elevaba el tono de la normalmente cauta diplomacia vaticana y calificaba la situación, sin culpar a nadie en particular, de 'intolerable' y que se devolviera la Basílica de Belén 'a la oración y a los peregrinos'. Desde el Gobierno palestino se cerraba la puerta a una posible salida que venían barajando las autoridades israelíes: el exilio a Qatar de los 30 milicianos más buscados que se encuentran en el interior del templo. 'Bajo ningún concepto aceptaremos la expulsión a Qatar', declaró a este periódico el ministro de Información palestino Yasir Abet Rabo, quien aseguró que en el interior de la Natividad ya hay al menos cinco muertos que han tenido que ser trasladados a un lugar bajo del recinto ante la imposibilidad de enterrarlos. .

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'Los cristianos son los olvidados de este conflicto. Estamos aquí para manifestarnos por la paz y para pedir que sea liberada la iglesia de la Natividad', señala la religiosa carmelita italiana sor Pierantonia, quien había viajado con 30 personas de su congregación desde Haifa. Sin embargo, hay división de opiniones sobre el concepto de 'liberación' del templo cristiano. Mientras algunos manifestantes portaban carteles exigiendo a Israel el fin de la ocupación de los territorios palestinos, otros se mostraban más prudentes. 'No soy un político, sólo sé que todos los Santos Lugares deben ser respetados. Han de ser un lugar para rezar y no para pelear', dice el sacerdote Thomas Mayer de la orden de los Padres Blancos. Mayer advirtió del imparable éxodo que vive la comunidad cristiana en los territorios palestinos. 'No hay futuro para los niños, ni trabajo, ni infraestructuras. Los cristianos de la próxima generación no tendrán nada'. La lluvia pone fin a la protesta. El manifestante dobla la pancarta, entra en su coche y se va. Junto a la cuneta, otro grupo de soldados busca a alguien que les acerque a casa.

El patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabah, habla por teléfono durante la marcha de ayer cerca de Belén.
El patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabah, habla por teléfono durante la marcha de ayer cerca de Belén.EPA

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