La tragedia contemporánea

Descubrí a Arthur Miller por casualidad. En España no se traducían sus obras y yo tuve acceso a Todos eran mis hijos, donde encontré una crítica despiadada contra la industria de Estados Unidos. Luego llegaron más cosas, los primeros montajes en Madrid de Muerte de un viajante o Las brujas de Salem, que hizo José Tamayo. En los últimos años he tenido ocasión de profundizar en su mundo de compromiso, en esa vida sencilla dentro de la que se esconde la tragedia casi sin que nos demos cuenta. Con el trabajo que desarrollamos en Panorama desde el puente todos pudimos verificar la fuerza de su teatro vivo y vigente. Es asombroso cómo utiliza la tragedia griega clásica y nos la devuelve contemporánea. En la obra hay un coro, que son los amigos del protagonista, y un corifeo, el abogado. La fuerza del trabajo debe caer en los actores, que necesitan meterse en situaciones angustiosas. Me impresiona cómo Miller sabe describir la transformación de un hombre bueno, cordial, afable, espléndido en un animal acosado. Pero no por los demás, sino por él mismo. Cómo se puede convertir todo en locura, en traición, delación. Con él he aprendido lo susceptible, lo voluble que puede llegar a ser una persona, y todo con textos sencillos, pero cargados de connotaciones, de pequeños juegos que le imprimen un contenido sustancial y trascendental. Como en la vida misma, cuando vemos asomarse la tragedia por la esquina que menos sospechas nos despierta.

Miguel Narros es director teatral y ha llevado a escena recientemente Panorama desde el puente, de Arthur Miller.