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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

Estados Unidos rechaza la petición israelí de apartar a Arafat

George Bush y Ariel Sharon mantienen profundas divergencias

Enric González

La Autoridad Palestina necesita democracia interna y dinero. Estados Unidos e Israel están de acuerdo en eso, pero divergen en casi todo lo demás. Ariel Sharon permanecía anoche reunido con George W. Bush en la Casa Blanca para hablar de las diferencias que separaban a los dos aliados: el formato y el alcance de la conferencia sobre Oriente Próximo y, sobre todo, la figura de Yasir Arafat.

Sharon llegó a Washington negándose a negociar con Arafat, y Bush le recibió con el mensaje de que el líder palestino era un interlocutor indeseable, pero inevitable en cualquier proceso de pacificación.

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El primer ministro israelí se entrevistó el lunes con el secretario de Estado, Colin Powell, para ultimar los términos de un paquete de ayuda económica a los palestinos. La ayuda, que por parte israelí debería incluir la cesión a la Autoridad Palestina (ANP) de impuestos ya pactados en Oslo (1993), y por parte estadounidense podría consistir en un programa especial de reconstrucción, sería el resultado más tangible de la cita en la Casa Blanca y serviría para disimular la falta de acuerdo en otros puntos.

El dinero no se ofrecía incondicionalmente. Cuando Powell anunció la convocatoria de una conferencia internacional sobre Oriente Próximo, el jueves, indicó que Palestina necesitaba dinero y lo recibiría de la comunidad internacional, pero bajo la condición de democratizarse internamente. 'Hace falta mucha más transparencia', dijo Powell, refiriéndose a la abundante corrupción en el entorno de Arafat. El portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, insistió ayer en la misma idea: 'El dinero debe llegar al pueblo palestino y no quedarse en la estructura dirigente'.

La democratización necesaria para administrar la ayuda exterior fue esgrimida por Sharon, el lunes por la noche, con otras finalidades. 'Una Autoridad Palestina responsable, capaz de promover la paz, no debería depender de la voluntad de un solo hombre', dijo, refiriéndose a Arafat. Cuando llegó a la Casa Blanca, ayer a las cuatro de la tarde (diez de la noche en la España peninsular), Sharon pensaba utilizar el argumento de la democratización palestina para esquivar las presiones estadounidenses sobre Arafat. Bush, que detesta a Arafat y le considera cómplice del terrorismo, asume el hecho de que no puede haber negociaciones sin el líder palestino. Fleisher volvió sobre el tema: 'El presidente cree que Arafat no sólo le ha fallado a él, sino que ha fallado a todo el pueblo palestino'. Pero añadió: 'El presidente entiende que Arafat es visto por los palestinos como su líder'.

EE UU quería que Sharon cediera y olvidara su promesa de no negociar nunca más con Arafat; Sharon esperaba convencer a Bush de que una democratización interna de la ANP socavaría la autoridad de Arafat, basada en la autocracia, y que resultaría inadecuado basar en él una futura negociación. Para apoyar su argumento, el primer ministro israelí acudió con un informe de 103 páginas, que, según él, permitía comprobar 'sin ningún tipo de duda' las relaciones entre Arafat y el terrorismo.

Otra divergencia de gran calado entre Bush y Sharon radicaba en el formato y el alcance de la conferencia sobre Oriente Próximo, convocada para junio por el Cuarteto (EE UU, UE, Rusia y la ONU). Washington daba por supuesto que la conferencia sería internacional, con respaldo de las potencias convocantes y de numerosos países árabes. Sharon, en cambio, hablaba de una 'conferencia regional' en la que israelíes y palestinos estarían arropados por los países árabes vecinos. En cuanto a su alcance, EE UU consideraba que debía servir para establecer compromisos y objetivos a largo plazo y que en ella debía figurar la creación de un Estado palestino. Israel, en cambio, quería limitarla a los asuntos más urgentes.

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