Discriminación
La República Argentina recibió, en su momento, y sin ningún tipo de prejuicios, a los ciudadanos españoles que por distintos motivos quisieron emigrar de su patria. La que suscribe es hija de uno de esos esforzados hombres que vinieron muy jóvenes a estas tierras en la búsqueda de paz, trabajo y prosperidad. En el caso particular de mi padre, su aventura se coronó con innegable éxito, pues logró conformar una familia y la prosperidad buscada. Asimismo, llegó a ser presidente del Club Español en la Argentina, y junto a familiares y amigos contribuyó al engrandecimiento de este nuevo país, dejando bien alto el prestigio de sus compatriotas. También contribuyó durante muchos años para el sostenimiento de su familia, que había quedado en España, demostrando su bonhomía y las posibilidades que en otras épocas brindaba esta parte de Hispanoamérica. Murió en Buenos Aires, donde descansan sus restos, lejos de sus padres y hermanos, que están enterrados en Soria, su ciudad natal. Sus hijos tenemos hoy la doble nacionalidad, como fue su decisión, y nos sentimos parte y orgullosos del pueblo español, pero lamentamos la discriminación que sufren nuestros hijos, al diferenciarse por ser hijos de madre y no de padre español. La reglamentación vigente establece que los hijos menores de madre española tienen el derecho y la posibilidad de la ciudadanía, pero no los mayores de edad. En caso de padre español, el derecho es para todos los hijos sin excepción. Pienso que en los comienzos del siglo XXI debería no haber diferencia de derechos y obligaciones entre hombres y mujeres, solicitando, en mi carácter de ciudadana española y en homenaje a la memoria de mi padre, la revisión de esta reglamentación y, con ella, la posibilidad de la extensión de la ciudadanía a todos sus descendientes sin excepción.
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