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DEBATE
Columna
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La cocina y la inteligencia

No era raro verles sentados en la misma mesa; normalmente desde posiciones encontradas. José Guillermo Zubía, secretario general de la patronal vasca, Confebask, y Carlos Trevilla, ex secretario general de UGT Euskadi, no se acaban de conocer, más bien lo contrario. Los micrófonos de la SER presenciaron ayer la despedida entre dos históricos. Dos vidas dedicadas a la actividad pública. Se conocen tan bien que ninguno de los dos puede realmente sorprender al otro.

Zubía, quien sigue en su puesto, no podía empezar la charla sino con la gran cuestión: 'No hay costumbre de dejar un cargo cuando uno es respetado. ¿Por qué?' La respuesta de Trevilla es la que ha venido repitiendo desde que decidió no seguir al frente de UGT: 'No se puede estar fuera del mercado laboral y ser dirigente'. A lo ya conocido, el sindicalista añade el mono que le queda por superar y el inevitable 'me ha jodido'.

'El todos contra todos es perjudicial para la sociedad y la economía'
Trevilla y Zubía no pueden ocultar su preocupación por la situación en Francia

Ni Zubía ni Trevilla pueden escapar de la pelea social, pero hacen un intento por una afición común: la cocina. Los dos se declaran grandes cocineros y, por si las moscas, el primero reta al segundo sobre si la salsa vizcaína debe o no llevar tomate. La respuesta clásica lo impide: 'Sólo pimientos choriceros'. Entre ambos queda un reto grastronómico pendiente. No se sabe ni cómo ni cuándo, pero se desafiaron a verse las caras ante los fogones de un txoko. En cualquier caso, queda claro que en sus casas son 'ellas las que cortan el bacalao'. 'Si crees lo contrario te equivocas', indica el sindicalista.

La tendencia a hablar de Trevilla, que adora el papel de entrevistado, le permite decir a su enemigo natural, la patronal, lo que quiere. Zubía, metido a periodista, hurga en las aficiones del hasta ahora dirigente ugetista, quien confiesa que recurre al huerto y la piscina para rebajar el exceso de glucosa.

Los dos vascos y los dos nacidos fuera de Euskadi -Trevilla en Villaverde de Trucíos (Cantabria) y Zubía en Sevilla- han compartido la transición y la amenaza sin fin del terrorismo, Trevilla, primero en USO y luego en UGT; Zubía, fundador de la patronal alavesa, curiosamente llamada Sindicato Empresarial Alavés, primero en ésta y luego en Confebask.

La preocupación

Las preguntas de Zubía muestran la preocupación por la situación vasca. Las respuestas de Trevilla lo dejan aún más claro: 'La sociedad vive enfrascada en un debate prepolítico. Predomina la desconfianza'. El ex dirigente de la UGT vasca acerca la cuestión al sindicalismo y asegura que 'el todos contra todos es perjudicial para la sociedad y la economía'. Zubía no puede evitar un 'sí' cuando su entrevistado remata su pensamiento con un: 'Es una desgracia colectiva'. La conversación deambula por el sueño de Trevilla de la unidad de acción sindical, el 'pluralismo enriquecedor'. La fantasía la cierra él mismo con una afirmación dura sobre la realidad sindical y política de Euskadi: 'Aquí hay que nacionalizar hasta los muertos'.

El recorrido por la política deja paso al debate sindical, las 35 horas, la precariedad, la siniestralidad y la lógica disparidad de criterios entre patronos y trabajadores. Queda ya lejos en la conversación 'el erotismo' que a Trevilla le producen fogones y salsas, y la conversación se internacionaliza. Los dos contertulios muestran la misma preocupación intelectual por la deriva política francesa tras las elecciones presidenciales. Los dos tácitamente reconocen la grandeur de Francia, la patria de las revoluciones burguesas, y un 'laboratorio', una 'fábrica de ideas' en el que tradicionalmente se ensayan la política y las tendencias que luego se extienden al resto de Europa.

El debate se vuelve espeso y analiza la concepción marxista de la sociedad, el sujeto colectivo frente al individualismo. Los dos muestran su perfil cultivado, algo que no se suele ver en la lucha por las 35 horas o por la flexibilidad de jornada. Un debate, que más allá de su propia esencia, muestra las preocupaciones de ambos.

En la espontaneidad de la conversación entre dos no profesionales de los medios, aunque muy acostumbrados a ellos, Zubía anuncia que desde fuera del estudio les empiezan a hacer señales para que corten, que se les acaba el tiempo. Así la última pregunta vuelve a la tierra y a la falta de libertad: '¿Qué Euskadi quieres para tus hijos?' Trevilla no puede responder otra cosa que la del respeto, la libertad o la paz. Zubía sentencia con un sencillo 'así sea'. Una buena última frase para un debate desenfadado entre un dirigente empresarial y un sindicalista ex cura que se despide de la primera línea, pero se mantiene en la retaguardia.

El dolor y el vino

Fuera de los micrófonos, la conversación entre ambos se relaja más todavía. Aprovechan para saludar a Eduardo Madina, el dirigente de las Juventudes Socialistas que perdió hace solo dos meses una pierna en un atentado de ETA, quien acude a la emisora para participar en el programa de Iñaki Gabilondo.

El respeto y el dolor que les produce el daño sufrido por Madina da paso a una conversación sencilla y amical sobre sus aficiones comunes, el buen comer y el buen beber. Se comenta la caída del precio del vino y se despiden tras posar para el fotógrafo. Los dos se van juntos. Trevilla a manifestarse contra la siniestralidad y Zubía, a mirar desde la ventana de su despacho a quienes se manifiestan.

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