Imágenes del 'post-apartheid'
Queda todavía un mes para poder visitar en la sala Rekalde de Bilbao la exposición Dislocación. Imagen & Identidad. Sudáfrica. Pude verla cuando se terminaba de montar y dos semanas más tarde luciendo toda su plenitud en una de las mejores salas de arte con que cuenta la capital vizcaína. Se trata de una reflexión icónica sobre la historia reciente de un país donde las cicatrices del apartheid todavía perduran y mantienen su influencia sobre las formas de expresión artística. Desde una herencia de separaciones raciales se parte al encuentro de una nueva identidad de carácter multicultural. Gentes y paisajes, el cuerpo humano y la tierra, son la materia prima para esta búsqueda.
Son 15 autores los que exploran los caminos abiertos por una coyuntura política diferente. Desde la fotografía, el vídeo, instalaciones o proyecciones interactivas, unos auscultan y constatan las transformaciones acaecidas desde la más arraigada tradición documentalista. Otros construyen nuevos senderos desde una imaginación explosiva, fruto de un pensamiento individual inspirado en la observación del colectivo social en su pasado y en su presente.
Distintas generaciones de artistas, a través de una narrativa donde el peso fundamental recae sobre la fotografía, desvelan cambios sociopolíticos y ofrecen sus criterios formales con respecto a una disciplina entrecruzada por corrientes internacionales. El panorama es muy variado, refleja personalidades múltiples que recuperan una memoria etérea para insertarse desde una perspectiva crítica, e incluso polémica, en un presente en plena metamorfosis.
El diseño de la exposición nos abre las puertas con los llamativos planos detalle de Bernie Searle (Sudáfrica, 1964). Tanto su serie Descolorida como Coloréame exploran el cuerpo humano impregnado de harina, en el primero de los casos, y de especias en el segundo. El uso de estos productos sobre el cuerpo de sus modelos devuelve un pasado familiar de comerciantes. Además, busca sugerir traumas y dolores sobre cuerpos definidos por el género y por el racismo. Las fotografías documentales de Steve Hilton-Barber (Tzaneen, 1962) relatan ritos tribales de carácter iniciático. Tomadas en blanco y negro, realzan el dramatismo de unas escenas donde los adolescentes, antes de acceder a la categoría de 'hombres', aprenden las costumbres de su pueblo, son circuncidados y eligen la esposa con la que conformaran una familia. Realizado con marcada neutralidad el reportaje proporciona un choque visual del que se desprenden incontables interrogantes con respecto a la gente y al país que habita.
David Goldblatt (Randfontein, 1930) es el más veterano de los participantes. Por primera vez utiliza el color en sus composiciones. Sus imágenes aparentemente no ofrecen nada extraordinario, pero según se detiene el observador en los detalles encuentra relatos profundos. Puede tratarse de la espera de unas sirvientas negras sentadas en una campa para incorporarse a sus labores, cuyas posturas parecen contar la conversación que se traen entre ellas, o la serie de 27 celdas de castigo, a modo de panal vacío, que solo con mirarlas traen a la memoria sensaciones de escalofrío.
En otro orden de cosas se sumerge Robin Rhode (Sudáfrica, 1976). Lo suyo son los nuevos medios y la performance como forma de plasmar su identidad social. Crea situaciones que trastocan los marcos establecidos. Con gran dosis de humor hace jugar tumbado en el suelo a un baloncestista contra una canasta pintada con tiza. Trastoca el juego en un escenario imposible, ridiculiza la situación e ineludiblemente hace sonreír desde una ironía reivindicativa. Podríamos seguir citando a Jane Alexander, Minnette Vári y de esta manera hasta un total de 15 autores, cuyo denominador común descubre una sociedad plural, compleja, seductora que entrecruza lo antiguo y lo nuevo en una interdependencia amable. Una cita ineludible para conocer unas obras selectas como testimonio de la riqueza artística de Sudáfrica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.