Conocimiento y sensatez
Las piedras del Born no han nacido para vivir solas. Irán a parar al espacio de conocimiento que hasta ahora formaban miles de papeles, habitantes seculares de algunos excelentes archivos de esta ciudad. Sobre la Barcelona de los siglos XVI, XVII y XVIII, disponemos de una documentación histórica, básicamente de origen fiscal, que informa, con enorme precisión y para cada casa, sobre los pisos y las estancias, los precios y los alquileres, los nombres de los propietarios y de los inquilinos, los oficios...
El trabajo de investigación necesario para extraer, de esa ingente masa de información, conclusiones con vocación de interpretación global ha ocupado a algún historiador buena parte de los últimos 25 años, y, por razones de extensión, tan sólo una pequeña fracción de esa tarea de síntesis ha sido publicada. Pero les puedo asegurar que aunque un editor desmesurado hubiera cometido la exageración de reseñar todo ello en libros interminables, ni aun así habríamos podido anticipar las innumerables informaciones nuevas que nos proporcionan ahora las excavaciones del Born. Lo que se adivina en ese lugar no es un futuro monumento, cubierto por hierro, vidrio y derrota, para disfrute único de victimistas en aflicción perpetua. Es otra cosa, y ahora lo diremos, pero antes reconozcamos que en ese mismo espacio, y en otros cercanos, ocurrieron, hace unos siglos, hechos que fueron clave para la historia de Europa, de España y de Cataluña. Para empezar, murieron unos cuantos miles de desgraciados, de uno y otro bando. Desaparecieron también 981 casas, que no son pocas, derribadas para construir la Ciudadela. Y cambió la historia de Cataluña. Así que, guste o no guste, algo de lugar memorable tendrá el nuevo Born. Pero este edificio contiene estructuras, no las simbólicas sino otras perfectamente materiales, que lo convertirán en el más importante espacio de conocimiento, de análisis y de divulgación sobre la historia de la ciudad europea de los siglos bajomedievales y modernos. Y, por supuesto, el Born será el incentivo idóneo para impulsar la investigación y la divulgación sobre historia urbana que Barcelona requiere. De forma totalmente única, se sumarán en el edificio de Fontseré los documentos y las piedras, la investigación histórica y la arqueológica. Se enriquecerá allí nuestro saber sobre el urbanismo, la arquitectura, la economía, la sociedad o la vida cotidiana de esta ciudad, y podremos explicar mucho mejor que antes, con medios más atractivos, todo lo nuevo que en el Born habremos aprendido.
El Born será el incentivo idóneo para impulsar la investigación sobre historia urbana que Barcelona requiere
Pero ahora hay que comprender que lo importante de lo descubierto es el hecho de que se trate de un conjunto. No se puede afirmar que exista una parte interesante de la excavación digna de conservarse, y otra de menor mérito, susceptible de ser eliminada. El principal valor de la excavación es que explica un tejido urbano, social y económico, anónimo y amplio, formado de partes distintas que explican áreas urbanas muy diferentes y que permiten abordar diversos temas de gran interés. No tiene sentido mutilar un sector, pues es precisamente la potencia extraordinaria del todo lo que justifica conservar cada una de las partes.
Es cierto que la zona del Rec Comtal es magnífica. Pero no lo es menos el sector de casas grandes, de hostales y de tabernas de la calle de Bonaire y de las otras cercanas, una de las zonas de servicios y de ocio más importantes de la Barcelona medieval y moderna. ¿Por qué tiene que ser mejor conservar el Rec Comtal que ese otro extraordinario espacio urbano? ¿Qué razones justificarían condenar los restos de casas espléndidas como la de Pere Montoliu? ¿Tenemos presente para qué servían las estructuras que han aparecido en la mansión de ese personaje? ¿No resultará que ilustran y explican una actividad económica crucial en la historia de este país? ¿Y por qué no debería interesar la preservación de lo que queda de las casas más cercanas al mar, las de marineros, pescadores y otra gente poco notable? ¿No dan la talla, quizá? Suponiendo que existiera una mirada intelectualmente tuerta, interesada tan sólo por lo realmente antiguo y lo verdaderamente monumental, dirigida únicamente a las piedras sin tener excesiva idea de lo que aporta la documentación histórica, esa visión no podría ofrecer una base suficiente para decidir nada sensato. Por una vez en la vida, y por fortuna, papeles y piedras van juntos a la hora de valorar lo que tenemos.
Con lo apuntado hasta aquí se intuye ya lo que ahora afirmo: la peor solución posible para este extraordinario espacio es la solución mixta, la que prescindiría de una parte de los restos y situaría en el Born lo que buenamente se pudiese de la Biblioteca Provincial. Esta posibilidad quizá entusiasmara a quienes fueran incapaces de valorar los restos arqueológicos en su conjunto.
Pero la solución mixta no sólo supondría, al eliminar cualquiera de los espacios, un atentado cultural de primera magnitud, sino que lograría también crear una biblioteca peor que la que nos merecemos. Los que pasamos media vida en las bibliotecas no necesitamos que se nos recuerde lo importantes que son. En cambio, lo que nos parece miserable es que no exijamos disponer de las mejores bibliotecas. Sería un auténtico desastre que, con la justificación de no sufrir nuevos retrasos en un equipamiento ansiado, se cometiera un desaguisado mixto y mayúsculo. Se habría conseguido, entonces, convertir el Born en un lugar doblemente memorable.
Alberto García Espuche es arquitecto e historiador.
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