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Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Soja y coco en un nuevo local asiático en Madrid

SUKOTHAY combina la cocina japonesa y la tailandesa en un único restaurante

José Carlos Capel

Si las inauguraciones prosiguen al mismo ritmo, dentro de poco tiempo Madrid y Barcelona constituirán dos importantes enclaves de las cocinas asiáticas. Sukothay, el último en abrir sus puertas en el ámbito madrileño, es un restaurante dual que, dentro de un pequeño comedor de diseño, se atreve a servir platos japoneses y tailandeses perfectamente diferenciados. El cliente, desorientado, se encuentra con dos cocinas antagónicas que ponen a punto dos cocineros cuyas nacionalidades incitan a dudar de sus conocimientos. Recelos injustificados. Detrás de los platos nipones, el español Álex Moranda, alumno de la escuela Konishi de Tokio, ex cocinero del famoso Nobu londinense y de los restaurantes Kabuki y Summa madrileños. Tras los tailandeses, el venezolano Adolfo Pastrán, con un largo currículo. Toda una torre de Babel multicultural y poligastronómica que completan sus propietarias, las venezolanas Raquel Medina y Gabriela Carvalho, así como el sumiller Eduardo dos Santos, brasileño forjado en Londres.

SUKOTHAY

Paseo de la Castellana, 105. Madrid. Teléfono: 91 598 03 56. Cierra sábados mediodía y domingos. Precio: entre 30 y 35 euros. Menú degustación, 35 euros. Menú Sukothay, 42 euros. Sukotay Sushi (11 piezas de 'sushi' y un 'maki' de atún), 24. Temaki Negui Toro (cono de alga relleno de ventresca de atún), 7. 'Magret' de pato a la salsa de tamarindo ('gaig gaeng'), 14,80. Tallarines con gambas, solomillo de cerdo y cacahuete ('pad thai'), 9,25. Café ... 7,5 Bodega ... 7 Ambiente ... 7,5 Servicio ... 6 Aseos ... 7 Pan ... no tiene

¿Cómo conviene plantearse el menú en un lugar tan atípico? Pregunta difícil porque entre la comida thai y los platos japo no existen parecidos. En las recetas niponas preponderan la soja, las algas marinas, el arroz y los pescados crudos. En las tailandesas, la leche de coco, el cilantro, la hierba limón y el sabor de curries especiados y picantes. Por autenticidad y perfección técnica, en Sukothay ganan las especialidades japonesas. Lo demuestran el sabor de los sake uromaki, piezas de arroz envueltas en salmón, algas y algunas huevas. O el gusto de los unagui uromaki con anguila, aguacate y cebolleta. Y, por supuesto, cualquiera de sus temakis, conos de alga rellenos de atún, ventresca o salmón, además de arroz cocido.

Aunque los platos tailandeses no están mal, no tienen la fragancia esperable ni los matices picantes, apenas perceptibles, se modulan como es debido. Resulta muy bueno el pad thai, atún con semillas de sésamo al jengibre fresco; vulgares los langostinos dom ka gung con salsa de curry y coco, y con aromas más sugerentes, el magret de pato con salsa de canela y tamarindo.

Como suele ser habitual en los restaurantes asiáticos, los postres bajan la nota. Lo mejor son los surtidos de frutas, porque los wan tun rellenos de dátiles y la crema de zanahorias sung-kaya resultan anodinos.

BODEGA, MENÚS Y BARRA

LO MISMO en Japón que en Tailandia, la comida se comparte y las fuentes de servicio se reparten entre los comensales. Ninguno de ambos países mantiene en la mesa un orden de servicio prefijado: entrantes, ensaladas y sopas se exponen al mismo tiempo y se degustan a capricho. En Japón se utilizan palillos, y en Tailandia, cubiertos de metal desde finales del siglo XIX. Lamentablemente, los cubiertos de Sukothay, estilizados y de diseño, resultan bastante incómodos. Para acompañar la comida, la casa ofrece una buena bodega que el sumiller Eduardo dos Santos maneja con una habilidad infrecuente. Aunque en ambos casos la bebida alcohólica más segura es la cerveza, no van mal los vinos blancos afrutados y en particular los fermentados en barrica, capaces de soportar los tonos especiados y picantes. La mayor virtud de la lista de vinos es su dispersión geográfica, que contribuye a acentuar el tono cosmopolita del restaurante. A los vinos blancos españoles de las mejores zonas vinícolas se suman caldos de Alemania, Australia, Chile, Estados Unidos, Alsacia, Borgoña, Ródano, Friuli, Venecia y Nueva Zelanda. Algo semejante sucede con los tintos y vinos dulces. Para quienes gustan descubrir pequeñas joyas está Noble One Semillon 1999, un dulce australiano con el talante de los mejores sauternés. Particular interés merecen los dos menús y la barra japonesa, que atiende Alex Moranda, que deslumbra con sus sashimi de vieiras y caviar, y su foie-gras marino con jugo de lima.

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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