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La ceremonia de la firma en el BBVA

Los fondos de pensiones a los 22 consejeros y ex directivos creados por Ybarra eran complementos de retribuciones

Era finales de enero del 2000. El Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) había echado a andar de forma oficial el 28 en el domicilio social de San Nicolás, en el casco viejo de Bilbao, el día en que tomaron posesión Emilio Ybarra y Francisco González, los dos flamantes presidentes. Ybarra tuvo que dar una mala noticia a los suyos, aquellos consejeros procedentes del antiguo BBV. Él y González habían acordado reajustar las retribuciones a los consejeros. La nueva media establecida era de 75 millones anuales por cabeza. Mientras los consejeros del BBV sufrían una merma de 10 millones, los originarios de Argentaria, en cambio, registraban una buena subida: antes cobraban 45. Ybarra, que había hecho la fusión prácticamente a solas, sin contar con la opinión previa del consejo, era responsable, también, de hacer tragar el ricino de la reducción salarial a sus amigos.

Ybarra sólo informó a cada uno sobre una cantidad en números redondos
En diciembre de 2000, los consejeros fueron avisados de que tenían que devolver el dinero
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Ahora avanzaba el mes de marzo. Ybarra preparaba una buena noticia para él y los suyos. Llamó a su despacho, en el paseo de la Castellana, a diecinueve consejeros del nuevo BBVA procedentes del BBV, y a dos ex consejeros. Varios de ellos recuerdan como si fuera el día de hoy, que Ybarra, un hombre poco locuaz, les miró con sus intensos ojos celestes cuando dijo:

-He hablado con Paco y él está de acuerdo en que podemos daros una compensación por la baja de las retribuciones. Vamos a hacerlo a través de un fondo de pensiones con una compañía importante de Estados Unidos.

Ybarra le informó a cada uno de los 21 de una cantidad en números redondos, explicó que el dinero sólo se podía retirar en tramos y que ya se les llamaría para concretar la operación.

Unos días después, se reunió el consejo de administración del BBVA. Treinta y tres miembros. Los presidentes Ybarra y González en la cabecera. Mientras avanzaba la reunión, un ujier entró en la sala con un mensaje y se acercó a uno de los consejeros procedentes del antiguo BBV. Le dijo si podía pasar un momento a un cuarto junto a la sala de juntas. El consejero se levantó y le siguió.

Allí estaba el ex secretario del consejo de administración del BBV, José María Concejo, sentado con un hombre a su lado y una pila de formularios. Concejo explicó que se trataba de un representante de la compañía American Life & Co. (Alico) una de las grandes aseguradoras norteamericanas y extendió un formulario con el membrete de la empresa para que el candidato al fondo de pensiones estampara su firma. El formulario ya tenía la cantidad precisa. El primer consejero rubricó su firma. El ujier entonces fue en busca del resto, si no todos, la mayoría de ellos, poco a poco y en silencio. Mientras, la reunión del consejo de administración proseguía.

Unos días después, Ybarra hizo llegar a Nancy Hudson, manager de Alico en Wilmington, Delaware, Estados Unidos, los formularios. El 27 de marzo, siguiendo instrucciones de Ybarra, se ordenó transferir 19,2 millones de dólares (3.400 millones de pesetas) de la cuenta del trust T.532, gestionada por la sociedad Sharington, en BBVA Privanza Jersey, Islas del Canal, a Alico en Estados Unidos.

En la trastienda, estaba el estatuto del consejero del antiguo BBV, que señalaba en una de sus normas que 'de la retribución estatutariamente asignada a los consejeros podrá detraerse anualmente, por acuerdo del consejo de administración, en la cuantía y modalidad que, en su caso se señale, la cantidad necesaria para el mantenimiento de un sistema de previsión en los supuestos de cese, incapacidad, muerte o cualquier otro'.

Los estatutos del nuevo BBVA habían cambiado. Pero la remuneración prevista para los consejeros seguía siendo muy importante. El artículo 53 establecía que el beneficio líquido se debía aplicar a varios conceptos. 'Un 4% del mismo para remunerar los servicios del consejo de administración y de la comisión delegada permanente, salvo que el propio consejo acuerde reducir este porcentaje de participación en los años en que así lo estime oportuno. La cifra resultante quedará a disposición del consejo de administración para ser distribuída entre sus miembros en el momento, forma y proporción que el propio consejo determine'.

Ybarra fue quien confeccionó la lista y quien determinó de dónde saldría el dinero para constituir los fondos. En su breve diálogo con cada uno de los beneficiarios -al menos con una parte importante de ellos- no hizo mención alguna, como era lógico, por otra parte, en su relación con sus subordinados, al origen del dinero que sería aplicado para crear estos fondos de pensiones en Estados Unidos. Los beneficiarios, como también es lógico, no preguntaron por ello.

Durante los nueve meses que siguieron, uno solo de los 22 beneficiarios hizo uso del tramo de dinero que estaba a disposición de los titulares. El consejero Juan Urrutia ordenó a Alico que se le transfirieran 400.000 dólares a su cuenta particular en la Banca del Gottardo en Lugano, Suiza.

Algunas semanas más tarde, ya entrado el mes de diciembre, según algunos, o primeros días de enero, según el recuerdo de otros, Ybarra llamó a los beneficiarios a su despacho. Les explicó que había hablado con Paco González y que se había decidido deshacer los fondos porque el dinero utilizado procedía de unos beneficios obtenidos durante la época de Pedro Toledo en el Banco de Vizcaya, en 1987. Añadió que era mejor informar al Banco de España y regularizar la situación. A continuación, invitó a cada uno de los beneficiarios a firmar un formulario dirigido a Alico. Allí se autorizaba a transferir las cantidades enviadas en marzo de 2000 a la cuenta de un nuevo trust, diferente del que había sido utilizado para la transferencia original. Para ello,Ybarra había ordenado crear un trust en Jersey, el T. 750, y una sociedad gestora, Firstrate, para canalizar la operación retorno.

Sus interlocutores se vieron sorprendidos por la historia, pero una referencia les tranquilizó: el Banco de España. Si se acudía al banco central y se informaba de todo, eso significaba que no había ningún problema serio. Estamparon sus firmas. El trust T.750 envió desde Jersey a España los 3.475 millones de pesetas el 8 de febrero de 2001.

De izquierda a derecha, José María Concejo, Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte.
De izquierda a derecha, José María Concejo, Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte.FERNANDO D. ALDAMA

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