Los autores en lenguas minoritarias buscan su sitio en la narrativa globalizada
Gallegos, vascos y asturianos publican nuevos libros traducidos al castellano
Podrían escribir en castellano, pero han optado por el euskera, el gallego, el asturiano, el aragonés o el valenciano. 'Expresarse en esas lenguas supone un compromiso y un intento de recuperación de una comunidad', dice Raúl Usón, editor de Xordica. Aunque parezca paradójico lo que une a la nueva cantera de los denominados narradores periféricos es la voluntad de hacer una literatura universal. Autores como Xuan Bello y Ramón Saizarbitoria ya han dado el salto de la traducción y sus libros se han editado en castellano, condición casi imprescindible para ser conocidos por los lectores.
'Como con el realismo sucio, la denominación literatura periférica no acaba de convencer a nadie, pero con ella todos nos entendemos', añade Usón. Quim Monzó solía contar que cada vez que le invitaban a un debate sobre la literatura periférica llegaba a una cafetería y se encontraba con Manuel Rivas y Bernardo Atxaga. Sus libros se traducen al castellano nada más publicarse en sus respectivos idiomas y los tres se han convertido en la punta de lanza de las nuevas canteras de narradores en lengua no española para los que Álvaro Cunqueiro o el John Berger rural, son autores de referencia.
Ignacio Alonso, editor de Les Noticies, semanario en lengua asturiana, y editor de Ambitu, cree que la evolución de la literatura periférica está relacionada con el asentamiento de las autonomías y de la lengua. Esa normalización política coincide con el resurgir de una generación de narradores que empiezan a ser traducidos y a ser conocidos por nuevos lectores. Esa primera hornada, más vinculada a las reinvindicaciones políticas y al costumbrismo, ha dado paso a nuevas voces, en este caso más intimistas. El semanario Les Noticies cuenta con 5.000 suscriptores y en la comunidad asturiana se editan cerca de un centenar de libros al año en esa lengua con una tirada de entre 500 y 1.000 ejemplares. 'La relación con los lectores es más cercana porque incluso puedes tropezarte con ellos por la calle y eso marca', cuenta Iglesias al tiempo que destaca los nombres de autores como Antón García o Miguel Rojo.
En bable
Los escritores españoles en lengua no castellana no parecen tan atentos a la novela urbana, señala Constantino Bértolo, editor de Debate. 'Intentan la recuperación de una comunidad y tocan espacios no habituales'. El mundo rural del nuevo milenio, donde han irrumpido Internet y las drogas, las reconversiones industriales y una postura nada conformista ante el entorno pueblan los textos de estos narradores. Su último descubrimiento se llama Xuan Bello, autor de Historia universal de Paniceiros. Como narrador, Bello se expresa en lengua asturiana (llamada bable por los castellano hablantes), 'la única de la península Ibérica que no tiene la oficialidad y cuyo aprendizaje escolar no está implantado'. La suya es una labor de resistencia o, como a él le gusta decir en broma, 'escribo para fastidiar a los del pueblo de al lado, San Fructuoso'. Su familia procede de Paniceiros, una aldea de cuarenta viviendas, donde el tiempo se mide de otra manera. 'El mundo que conocí habrá desaparecido en unos años', dice Bello.
Los autores reconocen no sin cierta sorna que una de las características de la periferia es que todo tiene que pasar por el centro para conocerse entre ellos. A estas alturas ése no es el caso de los vascos Anjel Lertxundi o de Ramón Saizarbitoria, autor de Guárdame bajo tierra, editada ahora en castellano por Alfaguara, cuya obra empieza a trascender todas las fronteras, pero sí valdría para su compatriota el filósofo vasco Agustín Vicente, que acaba de publicar en castellano Musgo, su primera novela en Bassarai Ediciones.
Kepa Murua, director de la editorial vasca, reconoce que una nueva generación menos politizada, formada por artistas que tienen entre 30 y 40 años está emergiendo y tiene un público. 'No miramos para otro lado', dice Murua. 'La conflictividad del entorno se ve reflejada en la poesía y en la narrativa, pero de una forma menos militante'. El mismo grupo edita Luke, una revista virtual mensual (www.espacioluke.com), donde colaboran pintores, escultores y escritores. 'Contamos con 1.000 suscriptores y recibimos más de 10.000 visitas, la mitad de las cuales son de extranjeros', cuenta Murua. Su editorial ha publicado también autores como Natalia Ginzburg o Dominique Sampiero.
'Si un autor busca el éxito fácil no escribe en las lenguas peninsulares. Lo que interesa es el mercado y el mercado está en castellano', añade Raúl Usón, editor de Xordica. En esta editorial maña publicó sus primeros libros Javier Tomeo. 'Es una pena que después de tantos años de democracia, el lector en castellano se pierda a autores cono Xosé Luis Méndez Ferrín o Jesús Moncada', apunta Usón.
Xordica junto con Galaxia (gallega), Llibros del Pexe (asturiana), Elkarlanean (vasca), La Galera (catalana) y Tandem (valenciana) componen la plataforma editorial Editores Asociados. Además de intercambiar autores, Editores Asociados convoca junto con El Corte Inglés el Premio Abril para narradores jóvenes.
La otra cara de la periferia
Hasta hace poco la representación de la literatura extremeña la ostentaba Luis Landero o Dulce Chacón. Luego irrumpió en el panorama Javier Cercas, quien antes de triunfar con Soldados de Salamina, dejó unos cuantos textos sin publicar sobre su tierra. Los tres narradores mantienen una vinculación afectiva con la tierra que abandonaron de niños a la que, en cierto modo, consideran la Arcadia perdida. Julián Rodríguez Marcos (Ceclavín, 1968) es de los que sufre y goza del territorio extremeño. Hijo de emigrantes, Rodríguez vive en Cáceres y se gana la vida escribiendo artículos de viaje. Rodríguez contempla el mundo rural desde una óptica algo menos positiva que sus colegas. Lo suyo no tiene nada que ver con la aldea feliz. Cuando se publicó Lo improbable (Debate), su primera novela, no faltaron los periodistas que le preguntaban si con el éxito no cambiaría su vida en Cáceres por un alquiler en Madrid. 'Entiendo la literatura como un compromiso con la realidad', cuenta. Ahora está a punto de publicar La sombra y la penumbra, tres novelas cortas en la que vuelve a lo rural, desde la óptica de los hijos de los emigrantes que se sienten esclavos de la tradición de sus padres. 'Los que emigraron en los setenta al País Vasco o a Francia vuelven a Extremadura como vía de escape, pero sus hijos sueñan con marcharse de la tierra definitivamente', cuenta Rodríguez que encuentra en esa contradicción la clave de su narrativa.
Babelia
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