Monitores aprenden caló para extender el dialecto entre 2.000 escolares de Málaga
El curso forma parte de un programa europeo para evitar la extinción del romaní
Una iniciativa de la Diputación de Málaga propiciará que el próximo curso unos 2.000 escolares aprendan el dialecto hablado en España por los gitanos. Es la primera vez que una institución fomenta esta variedad del romaní (matriz europea) cinco siglos después de que Isabel la Católica prohibiera su uso.
Los diez gitanos que ayer iniciaron las clases para aprender caló -variante del romaní en España- tienen algo en común: devoción por unas raíces que se hunden en España desde hace 500 años. Por eso asistirán durante un mes y medio a un curso de formación en el que aprenderán un dialecto con más de 5.000 vocablos. Ahora, sólo los más mayores usan alrededor de 500 de estas palabras con las que es difícil construir un diálogo. Entre cinco y siete de estos monitores darán clases de caló a unos 2.000 escolares de 50 colegios de la provincia de Málaga durante el curso que viene.
Esta iniciativa pionera en Europa parte de la Diputación de Málaga, bajo la convocatoria europea de Lenguas Minoritarias. Uno de los dos expertos en romaní encargados de las clases, José Antonio Plantón, agradeció que, cinco siglos después de que se prohibiera el caló en España, una institución decida impulsar su uso y difundir así la cultura gitana. Plantón explicó que hace 15 años se inició la búsqueda y recopilación de estos 5.000 vocablos del caló, que ahora configuran parte de su material didáctico.
Belén Cortés Maya, de 28 años y licenciada en Geografía, entiende las enseñanzas como un homenaje a los mayores. 'Ellos nos han transmitido valores muy importantes', comenta. También califica como científico este conocimiento, ya que, a diferencia de otras culturas, las tradiciones gitanas no han quedado escritas y sólo se han mantenido gracias al boca a boca. Belén entiende su procedencia, pero se incluye en una sociedad heterogénea mucho más amplia. Considera fundamental salvar el dialecto de la minoría que ahora lo usa, pero cree más importante un intercambio con los demás. Así, espera que sean muchos los escolares no gitanos los que asistan a clases de caló.
El compromiso de Belén Cortés con su pueblo le llevó a iniciar la tesina Los gitanos que nadie ve. 'Aquí incluyo a las muchas personas de mi etnia que no están envueltas en cosas negativas, pero aún no he terminado', afirma.
Al igual que el resto de sus nueve compañeros, Manuela Cruzado, de 26 años, no sólo ve el curso como la mera enseñanza a unos escolares. Ella se encargará de que todos los que le rodean conozcan poco a poco el caló, incluida su hija que ahora tiene sólo un año.
En la casa de Manuel Flores siempre se habló el caló. 'Mi padre podía mantener una conversación perfectamente', relata este joven malagueño de 23 años, casado y con una hija. Flores es de los que piensan que la mayoría de los gitanos quieren recuperar su propia habla. Incluso los llamados payos usan infinidad de estos vocablos, aunque sea de modo coloquial. Es el caso de chaval (chico), jalar (comer), catear (suspender un examen), pinrel (pie) o mangar, que en caló significa pedir, pero en castellano tiene connotaciones delictivas.
La familia de Antonia Amador, Toñi, es abierta, lo que la convierte a ella en una gitana actual, aunque conocedora, como el resto de sus compañeros, de la historia gitana. A sus 30 años llega a este curso después de acumular multitud de cursos, conocimientos de idiomas, informática e incluso algún año matriculada en la carrera de Pedagogía. También ha trabajado como mediadora social con los suyos. Pero ella le dedica el curso a una persona en particular, a Isabel la Católica, ferviente perseguidora de los gitanos. 'Después de tantos años, no ha podido con nosotros', espeta orgullosa.
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