Woody Allen: una entrañable sorpresa
El cineasta se reconcilia con Hollywood y pide a los directores, en un discurso improvisado, que rueden en Nueva York
Era el año de Nueva York. Y Woody Allen 'es' Nueva York. El cineasta que nunca se molestó en acudir a la gala de la Academia para recoger sus oscars compareció esta vez, con maquillaje y esmóquin, para pedir a sus colegas que filmaran en la ciudad herida. Allen fue la gran sorpresa de una ceremonia que se retransmitía en directo a una pantalla gigante en Times Square, en pleno centro de Manhattan, y en la que los acontecimientos del 11 de septiembre fueron evocados una y otra vez.
Woody Allen fue aire fresco en una gala medida al centímetro. Su parlamento no fue leído en el TelePrompTer, sino improvisado. Luego explicó que lo había pensado en la ducha durante un par de semanas y que lo había ensayado dos veces bajo el agua. 'Quedaba mejor en la ducha', opinó.
Las referencias a los atentados del 11 de septiembre en Nueva York fueron continuas
'Hace unas semanas', dijo en el escenario del teatro Kodak, 'me llamaron de la Academia. He ganado algunos oscars y creí que querían recuperarlos. Entré en pánico, porque la casa de empeños lleva años cerrada'. 'Mi última película, La maldición del escorpión de jade', siguió, 'no figura como candidata en ningún apartado este año, nada de nada, y entonces pensé que quizá querían disculparse. Pero no, querían que hablara de Nueva York'. 'Yo deseaba hacer algo por Nueva York y me han ofrecido la oportunidad en bandeja de plata. Por Nueva York', afirmó Allen, 'yo haría cualquier cosa'.
Hizo bastante: ponerse esmóquin y pajarita por primera vez en su vida, soportar el mal trago de volar, viajar a una ciudad que no le gusta y comparecer ante una concurrencia de 'estrellas' por las que sentía un interés muy relativo. El cineasta presentó un montaje de Nora Ephron con fragmentos de películas rodadas en Nueva York: desde Manhattan, del propio Allen, a Taxi Driver, pasando por El Padrino y Los cazafantasmas.
Concluida su intervención y ya en la sala de prensa, Allen se desprendió de la pajarita y no perdió la ocasión de repetir su archiconocido desinterés por la ciudad de Los Ángeles: 'He llegado esta mañana y me quedaré hasta el miércoles. Durante ese tiempo', dijo, 'intentaré disfrutar de las oportunidades culturales que esta ciudad ofrece, como los aludes de lodo, por ejemplo'. 'He venido por la tragedia de Nueva York, sólo por eso. La Academia quería hacer un gesto. Me pareció que era hermoso homenajear las películas hechas en Nueva York, y me sentí muy honrado de contribuir a ello', dijo en un tono serio.
Woody Allen ganó tres oscars por Annie Hall (mejor película, mejor director y mejor guión original), un oscar por Hannah y sus hermanas (mejor guión original) y ha figurado entre los candidatos al premio en una veintena de ocasiones. Hasta ayer, siempre pasó la velada de los oscars tocando el clarinete en Manhattan.
Las referencias al 11 de septiembre en la ceremonia fueron de todo tipo. Tom Cruise, que ofició como maestro de ceremonias y abrió la gala, intentó ser solemne y afirmó que después de la tragedia había que celebrar 'más que nunca la magia de las películas'. La presentadora Whoopi Goldberg optó por la vía contraria y bromeó con el asunto: 'América ha sufrido una tragedia nacional, pero nos hemos recuperado: Mariah Carey ya ha hecho otra película'.
Goldberg aprovechó también el filón de un Gobierno como el de George W. Bush, que ya era ultraconservador antes de los atentados y desde entonces no conoce límites. El fiscal general, John Ashcroft, hizo cubrir con cortinas los pechos de dos estatuas que representaban a la justicia en el vestíbulo de su ministerio, porque le 'desconcentraban'. Whoopi Goldberg dijo haber recibido instrucciones de Ashcroft y cubrió con un taparrabos una estatua del Oscar.
Los servicios secretos se llevaron otro rejonazo. 'Alonzo Harris, el policía de Día de entrenamiento', explicó la presentadora, 'engaña, roba, conspira y asesina; al final de la película le ofrecen un puesto en la CIA'. La ceremonia se cerró con un guiño-homenaje de Goldberg a la ciudad herida el 11 de septiembre. 'Nueva York, te damos la espalda', proclamó. Se volvió y en el dorso de su bata figuraban las siglas del cuerpo de policía, el cuerpo de bomberos y los servicios de emergencia neoyorquinos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.