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La mayor depuradora del País Vasco limpiará este verano un 95% de las aguas residuales del Gran Bilbao

La mayor depuradora vasca, la planta de Galindo en Sestao, no estará a pleno funcionamiento hasta el verano, según los cálculos del Consorcio de Aguas Bilbao-Bizkaia.

El denominado tratamiento biológico de las aguas residuales -que permite eliminar el 95% de la contaminación- funciona ahora en cuatro de las seis reactores de la planta. La puesta en marcha de este avanzado sistema ha requerido una inversión de 60 millones de euros, financiada por el Gobierno central. Desde que en 1991 empezó a funcionar la depuradora de Galindo se han dedicado cerca de 120 millones de euros.

La depuradora es la causante de que el agua fangosa y maloliente generada por el millón de habitantes del área metropolitana de Bilbao salga cada vez más cristalina tras un proceso que suele durar 20 horas. La instalación de Galindo ocupa 20 hectáreas de superficie prácticamente al lado del cauce del río que desemboca en el Nervión y es una de las tres plantas ideadas para tratar las aguas residuales del Gran Bilbao. Las otras dos son la de Muskiz, en funcionamiento desde 1992 pero que sólo ofrece servicio a 6.700 habitantes, y la de Lamiako, en Leioa, que aún carece de proyecto y que recogerá los desechos residuales de 205.000 habitantes de la Margen Derecha.

De ahí la importancia de Galindo para la regeneración del Nervión, a cuyo cauce se vertía hasta hace una década sin ningún tipo de control todas las aguas residuales de la metrópoli bilbaína. Ahora la planta depuradora recoge los líquidos residuales de 800.000 vecinos, incluido todo Bilbao, a los que se añadirán este verano otros 50.000 vecinos de las localidades de Basauri y Etxebarri y en los siguientes años la red de colectores se extenderá a Galdakao y Arrigorriaga.

Hasta hace año y medio la depuradora, que en la última década ha ido incorporando progresivamente el tratamiento de las aguas residuales de los distintos municipios, trabajaba con un sistema primario: con un método físico-químico se conseguía eliminar el 50% de su toxicidad, por lo que la otra mitad de la carga contaminante volvía a la ría.

En julio de 2000 se puso en marcha el sistema biológico, que en su máximo desarrollo elimina el 95% de la contaminación de los líquidos residuales. La recuperación se aborda mediante un sistema de oxigenación en el que intervienen unas bacterias, que se nutren de los residuos contenidos en las aguas fecales, con lo que limpian los fluidos. Los restos de fangos que quedan tras este proceso pasan a incinerarse en dos hornos a una temperatura cercana a los 900º centígrados.

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