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LA CRÓNICA
Columna
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La falla política que no se planta

Coincidían el viernes pasado en estas páginas el presidente de la Junta Central Fallera, Alfonso Grau, y el artista Manolo Martín, en que las fallas, salvo muy pocas excepciones, habían perdido acidez crítica en favor de la monumentalidad. No es algo nuevo ni terciamos en el debate. O tempora, o mores, que decía Cicerón. Si es eso lo que priva, pues paciencia. Sin embargo, uno echa de menos la puesta en solfa de las cosas que pasan preferentemente en la vida pública. De ahí que, como modesta contribución a la fiesta josefina, nos arriesguemos a describir la falla política que no se plantó y a la que el lector puede contribuir con sus ocurrencias, sin duda más afiladas.

No es dudoso, o tal me parece, que ese monumento imaginario habría de estar rematado por el ex alcalde de Orihuela y consejero de Obras Públicas, Luis Fernando Cartagena, que acaba de ser condenando por haberse quedado o distraído ocho millones de pesetas que el hospital municipal orcelitano donó al ayuntamiento para ser gastados en obras sociales. La corte de ninots en torno a esa figura central es todo un reto para el ingenio. Unas monjas donantes de un capital ahorrado o escatimado de sus benéficas atenciones. Unos denunciantes -ex concejales del PP- alentados por el cálculo o el despecho. Un cómplice, asimismo empapelado, que es la encarnación vivísima de la floración beneficiaria del agio público. Y, por supuesto, los juzgadores. Una fauna numerosa que habría de consumir mucha agudeza y moldes.

Resulta obvio que de entre todo ese conjunto descollaría la figura central y gigantesca del protagonista, enjuto, atildado y algo envarado en ademán de escaquearse con el cepillo millonario debajo del brazo. Así o en otra versión más cruel, que sería celebrada igualmente por el respetable menos informado. El infortunio de los poderosos o mejor dotados es un elexir excelente para el morbo y la venganza. Sin embargo, y en contraste con la caída de este político y su crucifixión fallera -sin duda más amable que la que le espera a cargo de no pocos de sus compañeros y adversarios-, algunos seguiremos atenazados por la perplejidad y el escepticismo. No acaba de cuadrarnos que hombre tan bien equipado de talentos y dineros se arriesgue a ir a la trena y a la hoguera -acaso eterna- por un botín así de liviano para quienes han nacido con buena estrella, como es su caso. La naturaleza humana, y a menudo la justicia, es inescrutable.

En dimensión menor, pero destacado, procedería ahormar al presidente Eduardo Zaplana en un remedo mitológico de Zeus trasmutado en toro presto a raptar a Europa, con la que alienta un idilio más intenso que con su Gobierno de la Generalitat. Sería la percepción fallera de lo que se cuece en el magín del molt honorable. Al tiempo, y por el contraste, quedaría esculpido el dispar destino de dos personajes casi coterráneos -Cartagena y Zaplana- con capacidades similares que emprendieron juntos desde el sur valenciano la escalada del poder uncidos por la misma ideología y partido. Una confrontación personal, cierta o inventada, muy glosada estos días.

En este despliegue de notables no podría faltar la reproducción más jocosa, a la par que temible, del presidente USA George Bush armado hasta los dientes, pero abrumado por una nube de moscas -del Mediterráneo, claro-, acompañado por el ministro de Agricultura español, Arias Cañete, en trance de sacudírselas con gesto obsequioso y zafio, cual es su modo y el de La Moncloa. La consejera valenciana del ramo, María Angeles Murcia Llin, completaría el cuadro comiendo clementinas en un intento conmovedor de acabar con un problema que le viene grande.

A pie de falla, y como episodios complementarios, podrían ser celebrados la llegada del AVE... a Valladolid, motor económico de las Españas; el Plan Hidrológico Nacional, que vendría a ser un pantano colmado de pelotas de golf, y -sin excluir otras aportaciones- una emulación de las Cortes pintadas por Joan de Sarinyena, pero con las jetas de los animadores del programa televisivo Tómbola, perorando ante una pila de penes, vaginas y cheques bancarios. A ver si en TVV se enteran de la injuria que nos infligen cuando relacionan esa basura con Valencia. Y no estaría mal el director general de Policía Juan Cotino persiguiendo cacos a la vera del Micalet. Fallas.

LUIS LUCIA, AL FIN

La derecha valenciana, y en parte también la izquierda, se han desentendido de una figura crucial para calar en la urdimbre política indígena previa a la guerra civil. Nos referimos a Luis Lucia, perseguido y condenado tanto por republicanos como por franquistas. La derecha ha tenido siempre mala conciencia por este olvido calculado de quien fue un ejemplo de coherencia y decencia. La izquierda, que se aproximo más, quizá pensó que no era de los suyos. Ahora, el profesor Vicent Comes acaba de publicar una densa biografía de este singular político que no cupo en ninguna de las dos Españas. ¿Cabrá, por fin, en ésta quien se avanzó tanto a su tiempo?

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