_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Broncas ciudadanas

Andrés Ortega

Un nuevo fenómeno sociopolítico se está extendiendo: el de las broncas ciudadanas ante situaciones de bloqueo democrático, contra dirigentes elegidos en las urnas o salidos de los parlamentos, pero que, una vez en el poder, actúan de forma antidemocrática o simplemente al margen de la ciudadanía. Es una variante de los 'movimientos de masas no identificados', que hicieron su aparición hace unos años y que, a menudo, van por delante de los partidos de oposición y acaban por arrastrarlos.

El caso más cercano es el de Italia, donde Silvio Berlusconi, convertido por las urnas en presidente del Gobierno, controla no sólo la mayor parte de la televisión privada como propietario, sino también la pública, y ha hecho aprobar una ridícula ley sobre su conflicto de intereses y otras medidas para impedir su procesamiento en diversas causas. Ante la parálisis de la izquierda, una parte de la ciudadanía se ha echado multitudinariamente a la calle en diversas ciudades y ocasiones en las llamadas 'rondas', simbólicamente en torno a los palacios de justicia, echándole broncas a la izquierda para que ponga fin a sus querellas internas, se una y haga oposición, al menos para 'resistir', que es su lema.

Por ello no extraña que en tal situación los referentes dejen de ser políticos profesionales, y asuma este papel, por ejemplo, Nani Moretti, el director de películas como Caro diario o La habitación del hijo. Aunque El Olivo ha retomado la situación, las protestas han sido en numerosas ocasiones autoconvocadas por la sociedad civil y los espontáneos comités para la igualdad ante la ley, a través de los correos electrónicos y otros medios sin intermediarios.

En Venezuela, donde Hugo Chávez fue, en un principio, limpiamente elegido ante el derrumbe de unos partidos tradicionales corruptos, las protestas cívicas se han multiplicado contra lo que se está convirtiendo en un régimen totalitario. Se han formado comités de seguimiento sectorial de las actividades del Gobierno en diversos ámbitos. Y la Iglesia católica, los empresarios y los sindicatos han acordado la semana pasada una plataforma, un plan de emergencia contra Chávez que no reclama ningún golpe de Estado, sino el respeto a la legalidad. Quizás Chávez no se haya percatado de un efecto positivo de sus despropósitos: mientras los partidos políticos de oposición están desaparecidos y buscan renacer de sus cenizas, la contestación ha generado una sociedad civil, como nunca antes en la historia venezolana.

En esta línea entran las caceroladas en Argentina que protagoniza esa clase media desaparecida en la actual crisis, al margen de unos partidos políticos que se han unido en torno a la política de Eduardo Duhalde, y en la que una parte de la ciudadanía se ve llevada a convertirse en oposición, en pura protesta. Esa contestación ciudadana estaba ya presente en las últimas elecciones, a través de la abstención (de un 25%) o del llamado voto bronca, nulo, que se llevó un 15%. Es decir, en total, una contestación que suma alrededor de un 40%.

Es una crisis de la política que puede presuponer otra política, absolutamente diferente al concepto de partido leninista como vanguardia del proletariado. En todo caso, es un aviso a los partidos políticos tradicionales que venía también anunciado por el crecimiento de los movimientos llamados antiglobalización (cuando lo que defienden es otra u otras globalizaciones), iniciado por organizaciones no gubernamentales y otras formas de autoorganización, incluidas algunas iglesias, en un tirón al que han seguido, a remolque, algunos partidos de la izquierda y los sindicatos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Esta nueva amalgama estará presente en Barcelona con ocasión del Consejo Europeo en la segunda mitad de la semana. Lo que demuestra que los dirigentes europeos, aún mayoritariamente -cada vez menos- de izquierdas, han fracasado, pues no han hecho nada para evitar que la Unión Europea se convirtiera en objeto de las protestas contra una globalización inicua. Barcelona debería ser una ocasión para demostrar lo contrario. Está por ver.

aortega@elpais.es

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_