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EE UU admite que se enfrenta a una batalla 'muy sangrienta' en Afganistán

Las milicias talibanes y de Al Qaeda siguen resistiendo en las cumbres de la región de Gardez

Enric González

Cientos de talibanes y milicianos de Al Qaeda seguían resistiendo ayer en las cumbres cercanas a Gardez el ataque más duro lanzado por EE UU desde que empezó la guerra en Afganistán. El general Tommy Franks elevó en un centenar, hasta unos mil, el número de tropas estadounidenses participantes en el asalto, y los aliados afganos también aportaron refuerzos. 'Es una batalla muy dura y muy sangrienta', reconoció el general John Rosa, miembro del Estado Mayor. 'La resistencia puede haberse reducido ligeramente desde el primer día, pero el combate durará', agregó.

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'Son combatientes expertos, disponen de buenas posiciones defensivas y, según parece, están dispuestos a morir', comentó el general Rosa. 'Muchos de ellos han muerto ya, probablemente más de 200', añadió. Por parte estadounidense, las bajas mortales en la batalla son ocho (no nueve, como informó el lunes el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld) y los heridos superan los 40, aunque sólo una veintena están graves. Un portavoz del gobierno de Kabul dijo ayer que los muertos afganos ascendían a siete.

La batalla de Gardez comenzó el viernes, cuando el general Franks puso en marcha la llamada Operación Anaconda. Se le había asignado ese nombre porque el plan del Pentágono se inspiraba en el método por el que la anaconda, una serpiente de gran tamaño, se enrosca en torno a sus víctimas y las mata por asfixia. La idea básica consistía en establecer un cerco alrededor de las montañas, para evitar fugas, y desatar un fortísimo ataque aéreo contra las cimas, apoyado por la infantería.

Los milicianos, que se congregaron en esas cumbres conforme caía el régimen talibán, tras haber escapado en bastantes casos a países vecinos y ocasionalmente acompañados por sus familias, ocultas con ellos en las fortificaciones y soportando los mismos bombardeos y el mismo frío, presentaron una resistencia mucho más sólida de lo que se esperaba. La aviación estadounidense atacó durante dos días sin interrupción con bombarderos B-52, cazabombarderos F-16, naves artilladas AC-130 y varios Mirage 2000 y Sper-Etendards aportados por Francia, además de helicópteros de asalto.

'Es difícil imaginar el ruido y la violencia de un ataque de ese tipo; es casi paralizante', comentó ayer el general Rosa. Las defensas, sin embargo, no aflojaron. 'Combaten en grupos pequeños, de dos, cinco, veinte personas, separados entre sí y difíciles de localizar desde el aire; esta parte de la guerra debe resolverse desde tierra', explicó el general Tommy Franks.

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Franks decidió que las fuerzas estadounidenses, apoyadas por unos 200 soldados de élite aportados por Alemania, Noruega, Francia, Canadá y Australia, asumieran por una vez el papel de punta de lanza, ya que las tropas afganas carecían de medios para evitar las minas plantadas en la zona y ascender hasta las posiciones enemigas, a unos 3.000 metros de altura. Decenas de helicópteros de transporte Chinook se encargaron de desplazar pelotones de soldados hasta las cercanías de los búnkeres de Al Qaeda. 'Los combates terrestres se efectúan a una distancia de unos 100 metros', dijo Abdul Matin Hasan, uno de los comandantes del contingente afgano.

Dos Chinook fueron alcanzados en la noche del domingo al lunes. Según la versión del Pentágono, el primero recibió el impacto de una granada y, aunque consiguió escapar del ataque, perdió a uno de sus tripulantes, que cayó del aparato y murió. Poco después llegó otro Chinook al mismo lugar y recibió varias ráfagas de ametralladora que obligaron al piloto a intentar un aterrizaje forzoso. Seis soldados murieron en el aterrizaje y en la refriega posterior.

Esta versión es cuestionada, sin embargo, en medios militares aliados, quienes aseguran que, además de los dos Chinook, al menos un helicóptero de ataque Apache habría sido también derribado y agregan que los milicianos de Al Qaeda estarían utilizando misiles antiaéreos Stinger de baja cota y no sólo lanzagranadas y artillería. El sábado por la noche, cuando el Pentágono sólo había informado de la muerte de uno de sus soldados, la base de Bagram, 46 kilómetros al norte de Kabul, a donde EE UU ha traslado parte de las fuerzas desplegadas en Kandahar, recibió ya cinco cadáveres, además de una quincena de heridos.

Médicos españoles

El ministro de Defensa español, Federico Trillo-Figueroa, quien visitó Afganistán el pasado fin de semana, confirmó ayer que la unidad médica española destacada en Bagram está atendiendo a soldados norteamericanos heridos en los combates, aunque rehusó entrar en detalles.

El coronel Jaime Coll, jefe del destacamento español en Afganistán, manifestó ayer, en una entrevista en directo con internatutas a través de elpais.es, que los combates de las montañas de Gardez no suponen un peligro añadido para las tropas españolas, ya que éstas se encuentran en 'una zona distinta' y cumpliendo una 'misión diferente'.

Un combatiente afgano, en el frente de Gardez.
Un combatiente afgano, en el frente de Gardez.ASSOCIATED PRESS

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