El veneno de la eterna juventud
Acabada la guerra del Golfo, Irak reconoció ante el equipo de inspectores de Naciones Unidas haber producido 19.000 litros de toxina botulínica concentrada, una cantidad suficiente para matar por inhalación tres veces a toda la población mundial.
La historia de la toxina se inicia en 1793, en la localidad alemana de Wildebad. Justinus Kerner, el médico del pueblo, documentó allí el primer caso de una intoxicación mortal provocada por salchichas contaminadas. El botulismo (del latínbotulus,salchicha) se conoció originariamente comoveneno de la salchicha,y designaba al envenenamiento por ingestión de carnes o verduras contaminadas por la toxina. Kerner, médico, poeta y ocultista, fue un personaje tan curioso como la propia toxina. Fue autor deLa vidente de Prevost,
contribución capital a la investigación sobre fenómenos paranormales en Alemania y uno de sus poemas,
El dolor es el sonido fundamental de la naturaleza,dio título a una de las composiciones para piano de Nietzsche.
En 1895, un microbiólogo belga aisló por primera vez la bacteria que produce la toxina
: el Clostridium botulinum. Durante el siglo XX, se usó como arma biológica. Comenzó Japón en los años treinta. Fue ensayada con prisioneros chinos por la temida unidad 731 del Ejército japonés durante la ocupación de Manchuria. Ante la posibilidad de que los nazis emplearan el veneno como arma biológica, los
aliados que desembarcaron en Normandía disponían de más de un millón de dosis de antídoto.
Entre 1990 y 1995, los terroristas del culto japonés Aum Shinrikyo intentaron usar la toxina botulínica C en Tokio y en instalaciones estadounidenses en Japón. Las aplicaciones terapéuticas comenzaron en 1973. El oftalmólogo Alan Scott la utilizó para tratar el estrabismo. Inyectándolo cerca de los ojos, se consigue fijar la vista. En algunos países asiáticos se ha usado para redondear los ojos rasgados.
En 1987, una oftalmóloga canadiense que utilizaba la toxina para el tratamiento del estrabismo y el blefarospasmo (contracción involuntaria de los párpados) descubrió que eliminaba las patas de gallo. Su marido, cirujano plástico, fue quien lanzó a la fama a la vieja toxina.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.