Cañete no pasó la prueba del algodón
Y es que como dice el clásico mensaje publicitario, es difícil engañar al algodón. Y eso es precisamente lo que ha pretendido el ministro de Agricultura, señor Cañete. Literalmente engañar a los algodoneros, olvidando que ya no estamos en el siglo XIX, donde las cacicadas de los gobernantes de turno eran soportadas por los campesinos sin rechistar, malvendiéndoles sus pequeñas parcelas, tras provocar su ruina.
El señor Cañete, aprovechando que Bruselas ha recomendado que se le ponga freno al crecimiento de la superficie de algodón, no tiene otra ocurrencia que sacar una orden ministerial, por la que prácticamente prohíbe a los pequeños algodoneros que siembren este año por encima de cinco hectáreas. Y acto seguido, para que se siembre ese cupo que dejan libre los pequeños algodoneros por decreto, da vía libre para que los cazaprimas de turno hagan su agosto. No le pone limitación alguna de número de hectáreas, ni siquiera si han sido alguna vez algodoneros, simplemente decide el señor ministro que ahora les toca sembrar algodón a los suyos.
El consejero de Agricultura, en uso a sus competencias, quiso poner freno a tan disparatada orden ministerial y sacó otra que, respetando la competencia básica estatal, en Andalucía ponía un filtro importante a los cazaprimas, ya que agregaba a la incompleta orden ministerial que para tener derecho a la ayuda compensatoria del algodón hacía falta haber sido algodonero al menos una vez en los tres últimos años. Así dejaba fuera de combate a más de un terrateniente que se estaba frotando las manos del pelotazo que iba a dar con el algodón.
Cuando el señor Cañete ve la orden del señor consejero andaluz, se apresura a declarar, por su televisión pública, que inmediatamente manda a Bruselas esa orden porque con toda seguridad tiene que contravenir la normativa comunitaria.
Bruselas, no sólo no le dio la razón al señor ministro, sino que dictaminó que la orden del señor consejero de Agricultura de Andalucía cumplía perfectamente con el espíritu de la normativa comunitaria, ya que pone un importante filtro para evitar a los cazaprimas.
No hay que olvidar que uno de los objetivos de la Unión Europea, subvencionando cultivos no viables o antieconómicos, no es otro que mantener a la población rural en sus explotaciones, pese a que se pueda adquirir trigo, aceite, algodón etc. a menor precio en los mercados internacionales. Y claro, los amiguetes terratenientes del señor ministro no sólo no viven en el medio rural, sino que a veces ni en la capital. Y las subvenciones agrícolas comunitarias tienen un fuerte componente social, lástima que aún no se decida a dar el paso siguiente cual es el de la 'modulación' de las ayudas, porque no es igual que una familia algodonera reciba un millón de pesetas de subvención, que la duquesa de Alba o cualquier terrateniente reciba 500 millones, como sucede en la actualidad.
Bruselas ha dado un severo tirón de oreja, por no decir, una desautorización en toda regla al señor Cañete, porque con su orden ministerial, este año, no sólo no se hubiese puesto freno al crecimiento de las hectáreas de algodón, sino que se hubiese casi duplicado. Sólo el filtro ordenado por la Consejería puso dos dedos de raciocinio al disparate del señor Cañete, como así lo ha refrendado Bruselas. Y todos nos preguntamos: ¿Por qué han hecho falta todas estas movilizaciones y el desgaste de energía, salud e integridad física de 5.000 personas para que, al final, se imponga la razón de los débiles y quede en evidencia la cacicada de un ministro, que lejos de dimitir, se quiere apuntar el tanto?
Y es que, a los algodoneros, como al algodón, no se les engaña.
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