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Reportaje:AMÉRICA LATINA

La República Bolivariana se desmorona

La crisis económica y política de Venezuelaconvierte en pesadilla el sueño del presidente Hugo Chávez

Fernando Gualdoni

El 14 de febrero pasado, el Gobierno venezolano no tuvo más remedio que liberalizar el tipo de cambio del bolívar para frenar la dilapidación de las reservas del país. La moneda se ha devaluado casi un 20% frente al dólar en una semana. La medida fue el último disgusto del presidente Chávez tras la caída del precio del crudo, la fuga de capitales y la pérdida del respaldo popular al sueño de lo que debía ser su República Bolivariana de Venezuela.

El Gobierno se ha visto forzado a subir los tipos de interés para frenar la fuga de capitales y a liberar la moneda para no perder las reservas

El ex golpista Hugo Chávez Frías asumió el poder en 1999 con un respaldo ciudadano del 80% y grandes expectativas sobre sus espaldas. Sintiéndose fuerte, Chávez fundó la República Bolivariana de Venezuela, un país del que iba a desaparecer la corrupción y en el que la riqueza se distribuiría más igualitariamente. Chávez también encumbró a este nuevo país en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y como el ave fénix del Movimiento de los No Alineados. Chávez, además, arrancó apoyado por la bonanza de los ingresos por exportaciones petroleras de 2000. Pero este buen momento del mercado del crudo era, además, la trampa para que Venezuela repitiese un error histórico: no aprovechar la ocasión para dejar de ser tan dependiente del petróleo. La República Bolivariana de Chávez cayó en esa trampa.

La caída de la cesta de crudo venezolana por debajo de lo previsto en el Presupuesto (15 dólares frente a 18,5), los recortes de producción establecidos por la OPEP y la brusca desaceleración de la economía nacional en el marco de la crisis internacional comenzaron a socavar las finanzas públicas venezolanas a mediados de 2001. Para principios de este año, a la crisis económica se le añadió la política. Chávez arrancó 2002 con una popularidad cercana al 20%, 60 puntos por debajo de la que tenía al inicio de su primer mandato.

Problemas diarios

Entre finales de 2001 y principios de este año cada día era un problema para Chávez. El 10 de diciembre, una huelga general, la primera en decenas de años que logró unir a dirigentes patronales y sindicales, paralizó Venezuela. Poco días después, casi 200.000 personas se apiñaron en el centro de Caracas para manifestarse contra Chávez. La ciudadanía inauguró los cacerolazos y éstos se hicieron tan habituales que hasta llegaron a venderse discos compactos con el sonido de los golpes contra las cacerolas para ser reproducidos una y otra vez, incesantemente. La protesta forzó la salida del ministro del Interior, Luis Miquilena, un hombre muy cercano a Chávez. El malestar también llegó a las filas del Ejército, el bastión de Chávez, desde donde comenzaron a oírse duras críticas contra la gestión del Gobierno. Algunos altos mandos incluso solicitaron abiertamente a Chávez que abandonase el Gobierno.

La incertidumbre en las calles y en la arena política se trasladó a la economía. Se calcula que sólo desde que comenzó el año unos 2.000 millones de dólares se fugaron del país. Ello, a pesar de que el Gobierno había elevado los tipos de interés (cinco veces en dos meses) del 34% al 50% para frenar la salida de capitales. La situación era ya muy grave y la presión del mercado sobre la divisa venezolana comenzó a sentirse con fuerza.

El banco central de Venezuela comenzó a soltar reservas para evitar que el bolívar rompiese el límite máximo de la banda que lo sujetaba desde 1996. El banco llegó a perder unos 4.300 millones de dólares en su lucha por sostener al bolívar desde finales de noviembre hasta el 14 de febrero, fecha en que el Gobierno cedió ante la presión del mercado y reemplazó el sistema de bandas por el de libre cambio. Ese mismo día, el bolívar llegó a depreciarse un 23%, hasta casi los 1.000 bolívares por dólar. El banco central siguió interviniendo en el mercado y logró, para finales de la semana pasada, que la moneda venezolana recuperase un poco de terreno frente a la estadounidense, hasta alcanzar los 956 bolívares por dólar. Distintos expertos prevén que la moneda se estabilice en torno a los 1.100 en las próximas semanas.

Junto a la liberalización de la moneda, el Gobierno anunció una serie de medidas de ajuste fiscal para compensar la caída de la recaudación por los bajos precios del petróleo. El gasto lo redujo en un 22% (un 2% del PIB). Para aumentar los ingresos, el presidente Chávez estableció un impuesto a las transacciones bancarias y disminuyó la lista de productos y servicios exentos del IVA, entre otras medidas. Entre todas, el Gobierno prevé obtener unos ingresos extra de unos 1.100 millones de dólares.

Aún con estos recursos adicionales, las finanzas venezolanas no estarán como para cubrir todos los gastos que el presidente Chávez tenía previsto hacer. La escasez de dinero público aumentará el descontento entre la población venezolana que, cuando apoyó incondicionalmente a Chávez en el 99, había albergado la esperanza de que el nuevo Gobierno iba a gestionar mejor los ingresos por exportaciones petroleras y a distribuirlos de forma más equitativa y transparente. La elevada inestabilidad social, animada por el fracaso del Gobierno en reducir el desempleo, la inseguridad y la corrupción, se convirtió en una bomba de tiempo para el Ejecutivo. Chávez perdió también su oportunidad para diversificar la economía venezolana y hacerla menos dependiente de los ingresos petroleros. La apertura económica, incluyendo la de los sectores de la banca y telecomunicaciones, fue tibia. Los bancos españoles entraron con la compra de los bancos Provincial (BBVA) y Caracas y de Venezuela (SCH).

Las medidas adoptadas para frenar la inestabilidad económica (libre cambio y reducción del gasto) han sido bien recibidas por los analistas, aunque con reservas. El Servicio de Estudios de Caja Madrid prevé, si todo marcha bien, un crecimiento del 2% para todo este año, siete décimas menos que en 2001. El Servicio de Estudios del BBVA es menos optimista. Prevé una contracción de la actividad económica del -0,6% para 2002.

Básicamente, la mayoría de los analistas consultados temen que la inflación se dispare en Venezuela. Para ambas entidades financieras españolas citadas, el IPC rondará el 20% para finales de este año, frente al 12,3% registrado al cierre del año pasado.

Hugo Chávez, presidente de Venezuela.
Hugo Chávez, presidente de Venezuela.REUTERS

El abierto coqueteo de Chávez con los enemigos de EE UU

La política exterior de Hugo Chávez nunca agradó a Washington. Incluso antes de ser presidente ya había manifestado su admiración por Fidel Castro y, una vez en el poder, firmó un acuerdo con Cuba de intercambio de petróleo por profesionales cubanos, fundamentalmente de la sanidad. Durante la escalada de los precios del crudo en 2000, y aún siendo Bill Clinton presidente de EE UU, Chávez impulsó el fortalecimiento de la OPEP. La organización tuvo durante ese año toda la atención internacional, tal vez la mayor en sus 40 años de historia, e influyó decisivamente en el mercado petrolero, hasta irritar tanto a Washington como a Bruselas. La campaña de Venezuela por la unidad de acción de la OPEP, incluso llevó a Chávez a visitar a Sadam Husein en Bagdad en contra de las advertencias diplomáticas estadounidenses. Venezuela llegó a tener tanto peso en la OPEP por la labor de Chávez, que su ministro de Energía, Alí Rodríguez, fue elegido secretario general de la organización y aún mantiene el cargo. Caracas, en noviembre de 2000, fue la sede de la segunda cumbre de jefes de Estado de los 11 miembros de la OPEP, un evento que sólo tenía un precedente, la cumbre de Argel de 1975. El último encontronazo entre Caracas y Washington se produjo recientemente, cuando Chávez fue acusado por la Administración Bush de no colaborar en la cruzada antiterrorista internacional.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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