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Reportaje:

Altos ejecutivos bajo sospecha

Las multinacionales comienzan a denunciar a los directivos que se enriquecen gracias a sus cargos

El caso Enron ha marcado un antes y un después para muchos directivos. Antes se creían inmunes a la hora de tomar decisiones en su propio beneficio y ahora comienzan a sentirse vigilados por sus propias empresas. Sin llegar al dramático desenlace que tuvo el escándalo de la eléctrica estadounidense, que acabó con el suicidio del vicepresidente de la compañía, en los últimos meses altos ejecutivos de renombradas multinacionales han tenido que dejar sus cargos, en muchos casos, al ser denunciados por los servicios de control interno de sus propias empresas que detectaron operaciones irregulares. Compras de acciones con información privilegiada, autocompensaciones multimillonarias o desvío interesado de dinero hacia fondos de pensiones son algunas de las prácticas denunciadas.

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El caso más espectacular de esta nueva cultura de transparencia lo ha protagonizado la multinacional helvético-sueca ABB, que aprovechó la conferencia de prensa de presentación de resultados para denunciar, ante casi 500 periodistas de todo el mundo, que sus dos primeros presidentes, Percy Barnevik y Göran Lindahl, se habían asegurado 'por procedimientos no apropiados' unas suculentas pensiones de 155 millones de euros que no respondían a las indemnizaciones legales de retiro. Los actuales gestores de este conglomerado industrial, cuyos accionistas han visto esfumarse las dos terceras partes del valor de sus títulos en el último año, van a solicitar la devolución de parte de las cantidades cobradas indebidamente.

Nortel, fabricante de equipos de telecomunicaciones, ha invitado a su director financiero, Terry Hungle, a abandonar la empresa, por haber realizado dos sospechosas transferencias por 190.000 euros a un plan de jubilaciones, justo antes de que la empresa realizase dos importantes anuncios en los que advertía de despidos y malos resultados, y cayera la acción en picado. De la misma forma, Alstom, el gigante industrial francés, ha anunciado que relevará a su jefe financiero, Francois Newey, que, como mínimo, no estuvo muy fino a la hora de preveer el impacto que tendria sobre sus cuentas de la quiebra de Reinassance, una firma de cruceros de lujo cuyos barcos financió la multinacional francesa. A Jesper Baernholdt, director financiero de Carlsberg, la cervecera danesa, también le han mandado a la cola del paro por filtrar información confidencial a los analistas.

Tampoco le van bien las cosas al director general del Allied Irish Banks, Michael Buckley, cuyo puesto de trabajo peligra tras reconocer que no detectó a tiempo una estafa en su negocio de intercambio de divisas que le ha costado a la entidad unas pérdidas de 800 millones de euros. De forma más directa, France Télécom pedía esta semana la dimisión de Gerhard Schmid, el presidente de Mobilcom, una compañía de móvil alemana de la que el operador francés posee el 29%. FT ha descubierto que el misterioso inversor que compró un 5% del capital con fines especulativos el pasado mes de enero era la esposa de Schmid y, aún peor, sospechan que para esa compra usó fondos inyectados en Mobilcom por el operador galo.

La purga de directivos supone en algún caso la búsqueda de un chivo expiatorio para salvar la cara ante los accionistas. Y es que la lista de empresas investigadas por no presentar cuentas claras crece día a día: Cable&Wireless, Carrier1, Rolls Royce, Aegon, IBM, Worldcom...El presidente de esta última, Bernie Ebbers, no ha tenido más remedio que renunciar a su vocación de cowboy, y vender su rancho canandiense de 66.000 hectáreas, para afrontar préstamos por 375 millones de dólares que generosamente le concedió la empresa.

No obstante, en el sector de las telecomunicaciones el caso más sonado ha sido el de Global Crossing. La empresa, fundada por Gary Winnick en 1997 y con domicilio en el paraíso fiscal de Bermuda, protagonizó la cuarta mayor quiebra en EE UU a principios de este mes. Winnick y varios directivos de la firma están siendo investigada por el FBI y por la SEC, la autoridad del mercado bursátil de EE UU, por la presunta falsificación de las cuentas. Tras las primeras pesquisas se descubrió que Winnick había estado vendiendo acciones desde que la empresa salió a Bolsa en 1998. Conociendo que las cuentas iban de mal en peor (lo que no sabían los accionistas), vendió títulos y se embolsó 630 millones de dólares. La SEC estaba tras la pista de Global Crossing desde principios de 2000, pero sus ejecutivos ocultaron las continuas llamadas de atención de las autoridades a sus inversores y socios.

Con todo, el caso más emblemático, que ha dado inicio a lo que muchos consideran una auténtica caza de brujas, es el de Enron. En los últimos cinco años en la empresa eléctrica se alimentó una cultura de corrupción que se extendió a 500 ejecutivos de la empresa, que se hicieron millonarios antes de la quiebra. Sólo en el último año, su presidente, Kenneth Lay, vendió titulos por valor de más de 100 millones de dólares a sabiendas de la situación de la empresa. Incluso alentó a los empleados a comprar acciones mientras él vendía y cultivaba su amistad con el ahora presidente de los EE UU, George Bush, cuya campaña electoral fue financiada en parte con las fondos de las exhaustas arcas de Enron.

El caso Enron ha desencadenado no sólo la purga en muchas empresas sino también el debate de cómo proteger a los accionistas contra este tipo de ejecutivos. 'Hay códigos de buena gestión que son muy buenos y por suerte la mayoría de los empresarios los cumplen, pero es imposible que funcionen si los ejecutivos son bribones', explica Luis Ferrandiz, de la consultora Spencer Stuart. Fernando Peñalva, profesor del IESE, sostiene que las empresas 'deben seleccionar bien a quienes contratan, y no hacer tanto caso a las expectativas de los analistas de mercado, sino ser realistas y usar el sentido común'. 'Enron fue un esclavo de las perspectivas del mercado y sus ansias por complacerlo llevaron a la empresa y a sus directivos a engañarse a sí misma y a todos', añade Peñalva.

Directivos relacionados con el <i>caso Enron</i> declaran ante la comisión del Congreso de EE UU que investiga el caso.
Directivos relacionados con el caso Enron declaran ante la comisión del Congreso de EE UU que investiga el caso.AP

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