'Para modernizar Europa hay que dejar atrás los fondos de cohesión'
Edmund Stoiber, primer ministro de Baviera y candidato a canciller de los conservadores alemanes, viaja hoy a Madrid para entrevistarse con el presidente del Gobierno español, José María Aznar. El líder de la Unión Social Cristiana (CSU) es un viejo zorro de la política europea. Junto a sus colegas de la Unión Cristiana Democrática (CDU), en noviembre presentó una propuesta de Constitución europea que limita las responsabilidades comunitarias a unos cuantos campos cruciales, entre ellos la política exterior y de defensa y la salvaguarda del mercado interior. Todo lo demás, a su juicio, lo pueden hacer más eficientemente los Estados y las regiones. Stoiber, de 60 años, tiene buenas posibilidades de vencer al canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, en las elecciones del 22 de septiembre.
'Considero erradas las críticas a EE UU. Es Irak el que infringe el derecho internacional'
Pregunta. El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y su homólogo británico, Tony Blair, han presentado una propuesta conjunta para impulsar la flexibilización del mercado laboral europeo en la Cumbre de Barcelona. ¿Usted qué piensa?
Respuesta. Algunos países de Europa, por supuesto, necesitan esta flexibilización. Nosotros lo venimos diciendo desde hace mu-cho tiempo. Recientemente presenté propuestas concretas para crear rápidamente hasta 800.000 empleos en Alemania. La Cumbre de Barcelona debería dejar muy en claro que hay que adelantar las necesarias reformas estructurales. Sin embargo, pienso que la flexibilización del mercado laboral ante todo debería tener lugar a nivel nacional. Las tradiciones y las mentalidades son diferentes y también se tiene que permitir la competencia entre distintas políticas.
P. ¿Podría imaginarse una estrecha cooperación con los conservadores Aznar y Berlusconi en el caso de ganar las elecciones?
R. Sí. Como canciller yo impulsaría decisivamente una alianza para el dinamismo económico y para más puestos de trabajo en Europa. Sería excelente si esta alianza abarcase desde Tony Blair hasta José María Aznar y Silvio Berlusconi. Una activa participación de Francia, desde luego, sería de una importancia decisiva, porque también París tiene el problema de tener que flexibilizar sus sistemas de seguridad social. Sobre todo Alemania se beneficiaría de una iniciativa de este tipo.
P. Silvio Berlusconi ha saludado eufóricamente su nombra-miento como candidato. ¿Cuál es su relación con él?
R. Personalmente lo conozco de dos o tres reuniones del Partido Popular Europeo. Después de su elección, sostuve con él una larga conversación en Milán para averiguar sus intenciones como primer ministro. Yo le recomendé seguir fortaleciendo el papel europeo de uno de los países fundadores de la Unión. Pero Schröder, como canciller, seguramente tiene un contacto más intenso que yo con el primer ministro italiano.
P. ¿No cree que su doble condición de jefe de Gobierno y empresario de medios de comunicación da lugar a un conflicto de intereses?
R. Esto lo tienen que decidir los italianos. En Alemania tenemos una cultura diferente. Esto me recuerda la formación del Gobierno en Austria, que también fue un asunto que exclusivamente competía a los austriacos. La actitud que en aquel entonces tomaron los demás países miembros fue claramente equivocada e hizo mucho daño. Creo que ninguno de los jefes de Gobierno y Estado hoy día volvería a actuar así.
P. Usted ha propuesto una abolición de los fondos estructurales y de cohesión. ¿Por qué?
R. Porque constituyen un sistema increíblemente burocrático, rígido y susceptible de dar lugar al fraude. En 1999, por ejemplo, se repartieron 26.000 millones de euros, de los cuales 16.000 millones retornaron a los países más pudientes. En términos netos, sólo 10.000 millones se destinaron a los países más débiles. Esto no es eficiente. Así es imposible llegar a ser 'el espacio económico más dinámico del mundo', como se postuló en Lisboa, y así es imposible poner en práctica la necesaria solidaridad europea. Por ello proponemos abolir estos fondos para sustituirlos por un fondo de solidaridad al que contribuirían los países más ricos a favor de los más necesitados. Estos últimos podrían decidir con bastante libertad cómo utilizarlos. Si se introduce este sistema, el nivel europeo podría ocuparse de la solidaridad en sentido clásico, mientras los Estados miembros fortalecerían su propia responsabilidad en materia de políticas regionales.
P. ¿No hay aquí un conflicto de intereses entre Alemania y España?
R. Se trata de hacer avanzar la integración europea. España y Portugal experimentaron un extraordinario desarrollo político y económico, también gracias a las grandes ayudas de la Comunidad Europea. Creo que ahora hay que comprender que los países que apenas alcanzan un 50% o menos de la media del PIB comunitario esperan ser tenidos en cuenta, lo que implica que todos juntos estemos dispuestos a acometer reformas. Si queremos hacer realidad los ambiciosos objetivos enunciados en Lisboa, y seguir avanzando en este camino en Barcelona, el peso de los presupuestos comunitarios poco a poco se tiene que trasladar, por ejemplo, a la I+D [investigación y desarrollo]. A la larga, no podemos destinar un 80% del dinero a la política agraria y estructural.
P. ¿Podría haber un periodo de transición después de 2006?
R. Desde luego, comprendo los problemas españoles. Habrá periodos de transición, porque países como Portugal, España o Grecia de lo contrario no aceptarían. Sin embargo, también hay que ver que la integración de 27 países será imposible si insistimos en mantener todos los intereses nacionales.
P. En caso de ganar las elecciones, ¿también comenzaría a ha-blar inmediatamente con Francia sobre una reforma de la Política Agraria Común (PAC)?
R. La reforma de la PAC es necesaria para poder financiar a largo plazo la ampliación de la Unión Europea, aunque dejo en claro que ésta no ha de ser una nueva condición para la ampliación. Un paso seguramente decisivo sería discutir sobre la cofinanciación nacional de las ayudas agrícolas. Sin embargo, para Francia, también por razones políticas, la agricultura es un tema absolutamente neurálgico. Si aquí se pretende cambiar algo, esto sólo se puede lograr conjuntamente en una conversación amistosa.
P. Usted ha rechazado las recientes críticas europeas a que Washington postule un eje del mal y amenace con un ataque a Irak. ¿Considera justificada una operación militar contra Bagdad?
R. Es un debate internacional completamente equivocado. La meta de nuestra discusión ha de ser obligar a Bagdad, a través de Naciones Unidas, a que vuelva a permitir las inspecciones en su país. Al respecto espero que el presidente del Consejo Europeo, José María Aznar, ponga en juego la carta europea. Europa y Estados Unidos tienen que lograr conjuntamente y a través de Naciones Unidas que se cumplan las resoluciones del Consejo de Seguridad de 1991 y 1996. Considero completamente erradas las críticas preventivas a Estados Unidos. Las críticas se tienen que dirigir a Bagdad, es Bagdad el que infringe el derecho internacional.
P. ¿Formaría parte de la lucha antiterrorista un ataque a Irak?
R. Si existiesen pruebas de una relación de Irak con Al Qaeda, esto desde luego jugaría un papel en la coalición internacional contra el terrorismo. Hay una sospecha, pero nada más. Lo que sí hay son grandes sospechas de que en Irak se producen armas de destrucción masiva y nosotros nos tenemos que defender de este peligro. Ésta es la base para una actuación de Naciones Unidas. Por lo demás, no es Estados Unidos el que está al alcance de los misiles de Bagdad, sino Europa. En caso de un ataque, necesitaríamos del apoyo militar de Estados Unidos. De eso hay que ser conscientes. Contra un potencial incendiario necesitamos a un bombero. Este bombero en la actualidad está tratando de evitar que haya incendios. ¿Y qué hacemos nosotros? Estamos siempre criticándolo.
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