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Milosevic ridiculiza a un testigo e insulta a la fiscal Carla del Ponte

El acusado serbio se convierte en acusador

Slobodan Milosevic aprovecha cualquier resquicio y debilidad de la parte acusadora para entrar a saco y reafirmar sus tesis de que su procesamiento en La Haya es ilegal y el fallo está ya decidido. Aun cuando el juicio contra el ex dictador acaba de empezar, abundan los defectos en la presentación de cargos. Ayer ridiculizó a uno de los testigos, un ex antiguo policía australiano, y se regodeó al ver que el tribunal no admitía el testimonio de otro, un funcionario policial británico, por considerar que sus manifestaciones no eran más que una repetición del alegato inicial del equipo de Carla del Ponte. Y por la tarde puso en aprietos a un agricultor musulmán, que fue deportado a Albania y cuya familia (16 personas) fue asesinada por las fuerzas serbias en Kosovo en 1999.

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La fiscalía vio frustrado su plan de presentar como testigo a Kevin Curtis, un antiguo policía británico contratado actualmente por la ONU por su condición de trabajar para el Tribunal Penal Internacional para ex Yugoslavia (TPIY). No desaprovechó la ocasión el acusado: '¿Dónde se ha visto presentar testimonios por escrito? Tengo derecho a interrogar a esas personas. Si ustedes presentan 1.300 declaraciones, yo puedo traer 1.300.000. Esto es un abuso de la fiscal, que por traer le vale cualquiera, su peluquero, su chófer'.

Casi fue mejor para Curtis no comparecer, porque a su compañero Steve Spargo, australiano, también ex policía y actualmente contratado por el tribunal, le esperaba como un auténtico mastín Milosevic. El tribunal ya había limitado bastante la contribución de este ex agente, que vino de la parte de la acusación para ofrecer pruebas sobre deportaciones en Kosovo. Se le permitió únicamente la exhibición de mapas con trazados de rutas por las que, según dijo, al menos 800.000 personas, la mayoría albaneses, huyeron.

Deportaciones en Kosovo

La tormenta estalló cuando llegó el turno del acusado. 'En sus mapas no veo puntos que marquen la existencia de campos de concentración. Sólo trazos de rutas de huida. Cuando hay guerra, la gente huye', le dijo. El australiano no supo responder y aún le fue peor cuando Slobo le traspasó como una cuchilla al interesarse si había sido él quien había hablado personalmente con los refugiados. 'No, lo hicieron otros compañeros. Yo recopilé los testimonios', respondió desconcertado. 'Pero, cómo, usted viene aquí con unos mapas confeccionados con datos de personas que no ha visto. No tengo más preguntas que hacer', sentenció el acusado acusador.

El drama humano de este juicio, el primero contra un ex jefe de Estado, comenzó realmente ayer por la tarde. Agim Zegiri, un granjero musulmán de 49 años, natural de Celina, una aldea al suroeste de Kosovo, contó cómo el Ejército y la policía serbios obligaron a los habitantes del pueblo, albanés cien por cien, a abandonar sus casas poco después de que comenzaran los bombardeos. 'Nunca quise marcharme', confesó dando siempre la espalda a Milosevic mientras hablaba. Toda su familia fue asesinada: 16 personas, de edades comprendidas entre 60 y un año. Él tuvo más suerte, aunque fue salvajemente apaleado. Fue deportado en camión junto con otros 700 refugiados hasta Albania.

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