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Reportaje:MILOSEVIC, EN EL BANQUILLO

Hablan las víctimas de Milosevic

Supervivientes de las peores matanzas recuerdan su tragedia mientras se juzga al dictador en La Haya

En la noche, Srebrenica produce la sensación de un pueblo fantasma, sumido en la oscuridad, sin apenas luces en las casas. El policía serbio autoestopista, recogido en la vereda de la carretera que viene de Tuzla, tiene servicio esa noche en Srebrenica y resume la situación: 'Aquí la vida es deprimente. No hay cafés, no hay juventud, no hay trabajo'. Por sus servicios, percibe el policía un salario mensual de 330 marcos (algo más de 165 euros). El hotel, que conoció sin duda días mejores, está reducido hoy a una auténtica cochambre.

La mañana soleada de final de invierno descubre un bonito pueblo, encajonado entre montañas, con arroyos de agua de aspecto ferruginoso. En el pasado, Srebrenica gozó de fama por la bondad de sus aguas termales, que hoy se pierden al desembocar sin provecho en el legendario río Drina, que discurre a unos siete kilómetros de la ciudad y forma frontera con la vecina Serbia. Su riqueza minera había convertido a Srebrenica en uno de los municipios más ricos de Bosnia antes de la guerra, hasta que allí estalló una orgía de sangre y fuego.

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Parece increíble que en medio de este entorno con aires idílicos ocurriese en los días posteriores al 11 de julio de 1995 una tragedia que conmovió al mundo. Empezó la guerra de Bosnia y Srebrenica, donde convivían un 70% de bosnios musulmanes con un 30% de serbios, cayó en poder de las tropas serbias por primera vez el 18 de abril de 1992. Tras tres semanas de ocupación, con incendios, saqueos y matanzas, las fuerzas de los bosnios musulmanes la liberan el 9 de mayo. Fátima Husejnovic, una mujer musulmana de 55 años, vendedora en una de las tiendas del centro comercial, comprendió que su tarea era organizar a las mujeres e inició una carrera que hoy la ha llevado al frente de la Asociación de Ciudadanos de Srebrenica 99, que se ha fijado como objetivo la vuelta de los musulmanes a la que fue su ciudad. Tras la firma de los acuerdos de paz de Dayton, que pusieron fin a la guerra, en septiembre de 1995, tan sólo dos meses después de las últimas matanzas en Srebrenica, la ciudad quedó dentro del 49% del territorio asignado a la República Serbia de Bosnia.

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Fátima es uno de los testigos vivientes de la tragedia, que, como a casi totalidad de los habitantes de Srebrenica, dejó diezmada a su familia. Tras las matanzas, desaparecieron su marido, que tenía 53 años, en julio de 1995; su hermano y sus dos sobrinos, de unos 30 años; 'por suerte tenía dos hijas que sobrevivieron'. Tras la primera toma por los serbios, en 1992, Srebrenica vivió 26 meses de cerco, pero en paz, bajo la protección del comandante de las fuerzas de la ONU, el general francés Philippe Morillon, que estableció su base en el centro de la ciudad. El Consejo de Seguridad de la ONU declaró a Srebrenica como zona de seguridad bajo su protección. No obstante, la evolución de la guerra convirtió a Srebrenica en un centro de refugiados, que huían de la limpieza étnica en los pueblos de los alrededores. La ciudad pasó de 6.000 a 25.000 habitantes a comienzos de 1995.

El cerco serbio se estrechó a principios de julio. Las fuerzas de la ONU que protegían Srebrenica pasaron de protectores de la ciudad a rehenes de los serbios. La caída de Srebrenica era inminente y el 11 de julio se inició la desbandada. Unos 15.000, casi todos hombres en edad de combatir, buscaron su salvación a la desesperada, a través de los montes, para tratar de romper el cerco de los serbios. Otros varios miles, mujeres, niños y ancianos en su mayoría, optaron por entregarse a los serbios en un lugar de concentración, en unas fábricas situadas en Potocari, a unos cinco kilómetros del centro de Srebrenica.

En Potocari se produjo una auténtica selección, algo que recuerda a la rampa de Auschwitz. Las mujeres y los niños subían a los autobuses situados a la derecha, en un convoy con destino a Tuzla. Los hombres y adolescentes pasaban a unos autobuses a la izquierda con destino a la muerte. Fátima recuerda que el 11 de julio su marido, Munib, que trabajaba de jefe de vehículos en el hospital, le dijo que se preparase para salir. Fátima no quería ir, pero Munib la convenció. Salieron con una mochila cada uno con sus objetos personales y una bolsa que cargaban entre los dos con mantas, agua, platos, toallas, pan y sal. Explica Fátima: 'Nos encontramos entre la masa de gente al final de la columna y pasamos la primera noche al aire libre en Potocari. Después me presenté a los cascos azules holandeses y les expliqué que mi marido y yo podríamos ayudar a la gente en el comando. Habría unas 30.000 personas. Los cascos azules nos dieron la orden de evacuar y me di cuenta de que separaban a las mujeres de los hombres. Las mujeres nos quedamos en el interior de la fábrica y los hombres salieron al patio. Un intérprete me dijo que las mujeres llevasen a sus hijos varones, porque los serbios los iban a matar. Se produjo el pánico y las mujeres iniciaron una estampida. Nos ordenaron entregar los instrumentos cortantes y subir a los autobuses. Al salir del galpón vi a Mladic , que estaba allí con sus soldados, que reían y bebían zumos. Nosotros llevábamos un día sin beber. Un soldado señalaba a los hombres y sacó a mi marido de la columna. Él se fue con su mochila al hombro, con la cara azul de miedo. Yo tuve que dejar la bolsa en el suelo, porque no podía con ella. Subí a mi autobús y me volví para verlo, pero nunca más lo vi de nuevo'.

Fata Huseinagic es la primera mujer musulmana que ha vuelto a Srebrenica. Antes de la guerra, trabajaba en la administración del balneario de aguas termales. Se marchó de la ciudad con su hija ya en abril de 1992. Uno de sus hermanos la convenció con el argumento de que si se quedaba acabaría violada por los serbios. Ahora Fata ha regresado a su casa con su madre, Meira, una anciana de 91 años. Al hermano mayor, obrero de una fábrica, lo degollaron junto con otros 16 y nunca encontraron el cuerpo. El tercer hermano, profesor de Biología de escuela secundaria, de 43 años, cargó a su madre anciana al hombro y la llevó hasta Potocari el día de la evacuación de Srebrenica. Allí lo separaron de su madre y desapareció con los hombres seleccionados para la muerte. El segundo hermano, un médico de 46 años, casado con una serbia, se fue a vivir a la región de Voivodina, en Yugoslavia. En 1996 le pegaron una paliza y murió poco después de un ataque al corazón.

Relata Fata su experiencia al retornar a Srebrenica, una ciudad donde los serbios son hoy mayoría: 'Los primeros meses no respondían a mi saludo. Ahora tenemos relaciones normales. Nunca di a entender que tenía algo contra ellos'.

Hakija Meholjic, de 53 años, es uno de los líderes de los supervivientes empeñados en el retorno a Srebrenica. Antes de la guerra, Meholjic era policía y durante el cerco ocupó el cargo de jefe policial de la ciudad. Meholjic fue de los que optaron por escapar del cerco de los serbios a través de las montañas. Perdió a un hermano al comienzo de la guerra, en 1992. Su padre, de 67 años, y su otro hermano, de 43, desaparecieron tras la selección en Potocari. La mujer y dos hijas de Meholjic salieron de Srebrenica y vivieron cinco años asiladas en Porriño (Pontevedra). La viuda de su hermano sigue en España con dos hijas que ya van a la universidad.

Se muestra contundente Meholjic al juzgar lo ocurrido en Srebrenica: 'Nos vendieron, y eso lo saben Clinton , Alia y los demás. La comunidad internacional y las autoridades locales necesitaban un genocidio para terminar la guerra y eligieron Srebrenica'. El 11 de abril, recuerda Meholjic, se produjo el caos: 'Nadie creía en nadie. No había orden, ni jerarquía. No tenía más que lo puesto y salí con otros 15.000 a la medianoche. Al amanecer, nos lanzaron fuego de morteros y la gente se dispersó por los bosques. No había nada organizado. Se formaban grupos pequeños. Unos se entregaban y otros consiguieron pasar. Perdimos unas 5.000 personas, que morían allí. A muchos los degollaban. Yo tuve suerte y pasé. Muchos se suicidaban enloquecidos'.

La marcha de Meholjic hasta cruzar las líneas serbias duró una semana. Peor suerte corrió Sabahudin Mujic, de 49 años, que hoy malvive en Mihatovic, un campo de refugiados a unos pocos kilómetros de Tuzla. Su anábasis, hasta lograr la salvación, duró 36 días de vagar por las montañas y huir de la muerte. Al igual que Meholjic, Mujic, que trabajaba de camarero en el hotel del balneario, abandonó Srebrenica el 11 de julio, armado con una escopeta de caza. En su casita del campo de refugiados Mujic relata que él es el único superviviente varón de su familia, en la que murieron 12. También murieron los tres hermanos de su mujer. El relato de su peripecia por los montes es digno de un guión cinematográfico, un auténtico camino a través de la muerte.

Relata Mujic: 'Me salvé de milagro. En una gran emboscada cayeron más de 1.000 personas. La gente moría a mi alrededor y las balas llovían de todas partes. Con un grupo de unas 100 personas bajamos a la carretera, donde encontramos gente degollada en las dos partes del camino. En otra emboscada quedamos sólo 50 y después me quedé solo. Me siguieron con perros, a los que conseguí despistar, y pasé 16 días en una cueva. Comía setas, sin saber si eran venenosas, hierba y caracoles. Bajé a un río que estaba lleno de cadáveres y los tuve que pisar para atravesarlo'. Tras 36 días de sufrimientos, Mujic llegó a Tuzla. Pesaba menos de 40 kilos y pasó 30 días en el hospital hasta recuperarse.

Sabahudin Mujic muestra fotos de sus familiares muertos.
Sabahudin Mujic muestra fotos de sus familiares muertos.DRAGO PILSEL

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