De la protesta a las propuestas
A veces suceden cosas increíbles. Desde la periferia y con escasos medios, Porto Alegre y su Foro Social Mundial, que anoche cerró su segunda edición, han logrado, en menos de dos años, alcanzar la notoriedad del Foro Económico Mundial de Davos, que viene funcionando, desde hace treinta años, como plataforma de las multinacionales e instrumento del liberalismo conservador más sectario.
El Foro de Porto Alegre que el año pasado se nos presentaba como un acontecimiento folclórico a caballo de un revolucionarismo trasnochado y de los bigotes asterixianos de José Bové, se ha convertido en el referente más significativo de la voluntad de autotransformación de las sociedades del siglo XXI. La explosión numérica de los participantes -entre 50.000 y 60.000- y su entusiasmo unánime, no han aminorado la exigencia y el rigor con que se han examinado las grandes cuestiones actuales, en 29 macroconferencias, más de 600 seminarios, cerca de 2.000 talleres, que han hecho del Foro una mezcla de Woodstock y de megacongreso científico y le han permitido constituirse en el actor colectivo del progreso y de la solidaridad mundial -Vázquez Montalbán lo ha llamado 'sujeto histórico del cambio'-. Y ésta es la propuesta básica de Porto Alegre : la de ser un actor plural y mundial, pacífico y combativo.
Un actor que quiere conjuntar causas y fuerzas -el proletariado y su lucha contra la explotación, las afirmaciones nacionales oprimidas, las minorías sociales marginadas, la expoliación del planeta, la promoción de la paz y la seguridad de los pueblos y las personas, la protección de lenguas y culturas y un gran etcétera- y sumar legitimidades emancipadoras-comunistas, anarquistas, ecologistas, socialistas, feministas, nacionalistas, activistas de la paz, demócratas radicales, defensores de la igualdad sexual, etc. - sin reducirlas ni jerarquizarlas, como se hizo en el siglo pasado, sino revindicándolas todas en su pluralidad, como agentes igualmente necesarios para el proceso de cambio, como componentes esenciales de un proyecto que, a falta de mejor designación, llamamos de izquierda alternativa-.
Esa coalición de objetivos concretos y de protagonistas de terreno que dan cuerpo al actor colectivo mundial que simboliza Porto Alegre no se ha quedado en el limbo de lo genérico sino que se ha ceñido a propuestas operativas e inmediatas para evitar que sus declaraciones fuesen utilizadas retóricamente como coartada para confirmar la hegemonía del sistema dominante. De hecho bastantes de las concesiones generosas que se han oído en el Davos de Nueva York o que proclaman los líderes políticos enrolados en el marketing social liberal -Clinton y Blair en primer lugar- son simple expresión de ese propósito. Por lo demás, el grueso de las propuestas formuladas este año -más de 500- de muy diverso calado y ambición, unas muy locales y otras decididamente globales, serán retomadas por las organizaciones y grupos que las han presentado y por quienes se han adherido a ellas.
Imposibles de mencionar aquí corresponden en su gran mayoría a los ámbitos temáticos siguientes : derechos humanos cívicos, sociales, ecológicos, culturales y su efectividad en las diversas areas de civilización, promoción de la dimensión pública de las sociedades civiles: local, regional, nacional, mundial; creación de estructuras institucionales globales de debate, representación, legislativas, judiciales y de Gobierno; control de la especulación financiera: tasa Tobin y supresión de los paraísos fiscales; lucha contra la corrupción política y autentificación de la democracia; cancelación de la deuda, desmontaje de la ideología de las instituciones financieras internacionales y su inmediata reforma; establecimiento de convenios internacionales de carácter vinculante para los grandes problemas mundiales así como de mecanismos de condena para quienes los infrinjan o se nieguen a suscribirlos.
Porto Alegre ya no puede morir de inanición, pero puede hacerlo por indigestión. El lanzamiento de los Foros de los parlamentarios, de los jueces, de los alcaldes y la presencia oficial de la Unesco y del Consejo de Europa, positivas en sí mismas, no deben atenuar su condición alternativa. Que es su razón de ser y su destino histórico.
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