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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Porto Alegre en Davos

La antiglobalización ha triunfado, en cierto modo. Sus preocupaciones se han incorporado plenamente a los debates del Foro Económico Mundial celebrado este año en Nueva York: la necesidad de reducir las desigualdades, en las sociedades y entre sociedades; la lucha contra el sida; la búsqueda de una gobernanza global; un programa de cooperación con África. Porto Alegre y Davos tienen hoy mucho más en común que el año pasado. No conviene perder esta oportunidad.

Naturalmente que entre Davos-Nueva York y Porto Alegre hay muchas diferencias, a comenzar por la tasa Tobbin para gravar los movimientos de capitales a corto plazo, o la reducción de la deuda externa de países del Tercer Mundo, propuestas en la reunión de Brasil. El II Foro Social Mundial de Porto Alegre no parece producir propuestas de acción totalmente coherentes. Pero tampoco salen de Nueva York, pues el objetivo no es la coherencia, sino el debate. Aunque aún muy alejadas una y otra reunión, se pueden detectar más puntos de acercamiento, pues, como señaló en Nueva York el arzobispo surafricano y Nobel de la paz Desmond Tutu, 'tenemos un universo moral'.

En los dos últimos años, el Foro Económico Mundial se ha ido abriendo a la presencia de críticos, de ONG, y a discutir de todo -de seguridad, desigualdad y medios de comunicación este año-, más aún cuando el 11-S ha llevado a cuestionar y frenar diversos aspectos de la globalización, no necesariamente para bien. Pues si el vocablo 'neoliberalismo' ha caído en desuso, no resultará sostenible un mundo en el que circulen los capitales o las mercancías, pero no las personas. Esta edición ha hecho que Davos se convierta en un taller de intercambio de ideas, y no de generación de ideología. Puede sorprender que en un mismo debate estuvieran Bill Clinton, Desmond Tutu, Gerry Adams, Alain Touraine y la próxima presidenta de Amnistía Internacional, entre otros. Lo que no parece sostenible es que cada reunión internacional tenga que celebrarse con un enorme despliegue policial.

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Por el número de asistentes a Porto Alegre, los antiglobalizadores, que parecían haber perdido brío tras el 11-S, siguen plenamente activos. Los organizadores han alejado a la vez a los autócratas, como Fidel Castro, y a los violentos, y ése es el camino a seguir para evitar que los destrozos gamberriles impidan que circulen sus mensajes. Pero se equivocan al no abrirse más, al no dejar participar a personas como el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn. Hoy, en el Foro Económico Mundial, pese a ser cerrado, hay un abanico grande de pluralismo. Lo que ha permitido que, por ejemplo, el Gobierno francés, en plena fiebre electoral, haya estado presente en ambos encuentros a la vez.

El capitalismo, por llamarlo de algún modo, está a la defensiva cuando parecía haber triunfado ante la inexistencia de modelos alternativos, aunque haya diferencias entre cómo lo practican unos y otros. Nueva York no es un lugar de alegría económica o vital como lo fuera Davos dos o tres años atrás. El capitalismo anda triste. Hay perspectivas de recuperación, pero en ellas parece creer más el secretario del Tesoro de EE UU que los empresarios. Por algo uno de los lemas del Foro Económico ha sido la fragilidad de la economía. En todo caso, lo único que parece seguro es que Japón sigue estancado, mientras Argentina ha quedado entre paréntesis. Y los presentes en Nueva York hablan como nunca antes de seguridad.

En el fondo, en todas partes se está reflexionando sobre nuevas formas de enfocar la globalización. Hay muchas esperanzas puestas por parte del Tercer Mundo en la 'Ronda para el Desarrollo' que se lanzó en la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Doha. Pero los resultados no están garantizados. Davos se ha portoalegrizado, y en Porto Alegre ha entrado alguna gota más de realismo. Lo más positivo es que vaya creciendo el convencimiento general de que un mundo más seguro tiene que ser un mundo más justo.

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