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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Muere Inge Morath, la dama de la fotografía

Su vocación viajera la llevó a recorrer el mundo y deja un libro póstumo sobre el 11 de septiembre

Inge Morath, la fotógrafa que, según su marido, el dramaturgo Arthur Miller, tenía 'la capacidad de captar la celebración de la vida', murió el miércoles en un hospital de Nueva York, según informó ayer la agencia Magnum. Morath tenía un vínculo especial con España desde que descubrió el país en los años cincuenta. A lo largo de su carrera, había trabajado en todos los continentes, con todos los grandes del mundo de la fotografía y para todas las publicaciones más reconocidas. Sus retratos captaban la huella de los sentimientos; sus paisajes definían los lugares con exactitud casi literaria. La dama de la fotografía, como era conocida, tenía 79 años. La editorial Otto Müller-Verlag publicará próximamente su libro Nueva York, con fotografías realizadas este invierno sobre los monumentos privados de los ciudadanos de Nueva York tras los atentados del 11 de septiembre.

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Bajo la sombra de Marilyn

La vida de Inge Morath había arrancado con una vocación nómada que siempre conservó. Nacida en Graz (Austria) en 1923, sus padres eran científicos que a menudo viajaban para dar conferencias y realizar diversos proyectos por toda Europa; su hija iba siempre con ellos.

Morath estudió idiomas en Berlín, trabajó como traductora y pronto entró en un mundo que se convertiría en el epicentro de su carrera artística: el periodismo. Todavía muy joven, fue nombrada editora de Heute en Austria. De sus comienzos como reportera heredó una pasión por reflejar la realidad y una devoción casi tan ferviente por la palabra escrita. Aunque su legado más admirable es puramente visual, Morath nunca dejó de escribir diarios, cartas y ensayos durante el resto de su vida.

Con apenas 25 años, Inge Morath entabló amistad con el fotógrafo Ernst Haas y escribió textos para sus fotos. Robert Capa invitó a los dos a París para que entraran a formar parte del proyecto que acababa de fundar: la agencia Magnum, en la que Morath comenzó trabajando como editora.

En Londres, en 1951, decidió inclinar su talento hacia la fotografía. Después de trabajar como ayudante de Henri Cartier-Bresson durante algunos años, Morath entró definitivamente como fotógrafa de la agencia a partir de 1955.

Retratos españoles

Inge Morath había viajado por España con Cartier-Bresson en septiembre de 1952. Quedó tan impactada que regresó a menudo a lo largo de su vida y dejó una herencia visual que recoge épocas enteras con retratos convertidos en testimonios de una sociedad. 'Me enamoré de España, allí viví una segunda adolescencia', decía la fotógrafa.

Retrató a cientos de mujeres españolas en el campo, viajó por Las Hurdes, por Cáceres, Jaén, Burgos; recorrió el Camino de Santiago y los pueblos de Castilla, el campo extremeño y la España rural de los años cincuenta y sesenta. Y, por supuesto, Pamplona. Eran los tiempos en los que esta ciudad se había convertido en una referencia literaria insalvable para el mundo de la cultura. Morath retrató los sanfermines de 1954.

La misma pasión que sintió por España la volcó después en Irán, que visitó por primera vez en 1956. Después, Rusia, en 1965, y China, en 1972. Llegó a estudiar mandarín para entender la vida de este país antes de retratarlo. Su devoción por los lugares que visitaba quedaba siempre reflejada en el vigor de sus fotografías.

Morath estaba casada con el escritor Arthur Miller desde 1962, apenas unos meses después de que el dramaturgo se divorciara de Marilyn Monroe. Miller dijo de ella: 'Sus fotografías son el producto de un sentido de la historia, del entendimiento de las diferencias de las personas, de su capacidad para comprender la variedad de tradiciones artísticas de cada lugar del mundo y, por encima de todo, de su celebración subjetiva de la vida en cualquiera de sus posibles permutaciones'.

De Inge Morath siempre se decía que tenía la virtud de fotografiar justo lo que veía, pero con un ojo en el objeto del retrato y el otro en el alma del motivo retratado. Aunque pasará a la historia por el realismo de sus fotos, introducía en ellas una poética inédita antes en el fotoperiodismo.

Delante de su cámara estuvieron Pablo Picasso, Joan Miró, Jean Cocteau o Marilyn Monroe. Recorría miles de kilómetros para inmortalizar la casa de Borís Pasternak o la habitación de Mao. Capturaba caras y sitios con una mezcla de delicadeza y contundencia.

En las dos últimas décadas, Morath seguía publicando en Vogue, en Life o en Paris-Match; hacía trabajos de encargo o proyectos independientes mientras recibía premios por todo el mundo como reconocimiento a su carrera. La fotógrafa, nacionalizada estadounidense, deja un trabajo todavía sin publicar, aunque terminado: una recopilación de fotografías tomadas a partir de los acontecimientos del 11 de septiembre en Nueva York. Morath eligió no fotografiar la escena de la tragedia, sino los homenajes, los tributos y los pequeños monumentos a las víctimas que se reparten por la ciudad.

Arthur Miller, Inge Morath y su hija Rebecca, en 1965.
Arthur Miller, Inge Morath y su hija Rebecca, en 1965.CONSTANTIN MANOS / AGENCIA MAGNUM

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