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Reportaje:

'Villa Exterminio'

El historiador Mark Roseman revisa en un libro la Conferencia de Wannsee, en la que se planificó el holocausto

Jacinto Antón

Las cosas más siniestras a veces ocurren en lugares hermosos. Hermosa es sin duda la elegante villa de Wannsee, en el distrito berlinés del mismo nombre, rodeada de rosales y con vistas al vecino lago. En esa mansión se reunieron ahora hace 60 años -el martes 20 de enero de 1942- 15 hombres malos, 15 de las peores personas que el mundo haya conocido (y sin embargo gente muy educada, y bastante joven), para discutir detalles organizativos del mayor crimen de la historia. Esos hombres eran altos cargos nazis (secretarios de Estado y mandos de las SS y la Gestapo), convocados por el más frío asesino del régimen -que ya es decir-, Reinhard Heydrich, la mano derecha de Himmler. Y de lo que hablaron, embutidos en sus elegantes trajes y uniformes, bebiendo buen coñac y admirando las bellas vistas nevadas mientras otro asesino de primera, Adolf Eichmann, nada menos, actuaba de secretario, fue del holocausto, del exterminio del pueblo judío, cuya preparación había sido encargada desde arriba al anfitrión.

La Conferencia de Wannsee es en muchos aspectos un enigma, aunque una copia de las actas de la reunión, conocidas como el Protocolo de Wannsee, redactado por Eichmann, salió fortuitamente a la luz en 1947. Los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo sobre la exacta significación de la reunión ni sobre su papel preciso en el genocidio, pero todos miran hacia la villa de Wannsee como si lo hicieran a través de un orificio que permitiera escrutar en el infierno. Seguramente, más allá de su función en el gigantesco proceso de asesinato masivo -que quizá nunca se llegue a dilucidar del todo-, el interés de la Conferencia de Wannsee estribe en esa oportunidad única que ofrece para echar un vistazo a los sinuosos mecanismos por los que discurrió la terrible 'solución final' (Endlösung), los engranajes que llevaron desde la voluntad de Hitler hasta las cámaras de gas de Auschwitz. Todo el mundo sabe que Hitler decidió exterminar a los judíos y que millones murieron a causa de esa decisión. Pero nadie sabe cuál fue la orden precisa, neta. Cuándo y cómo se dio luz verde a la matanza global y se sentaron las bases organizativas de la misma, y hasta qué punto fue producto de la improvisación o de un plan minucioso, es motivo de discusión.

Esta semana ha aparecido en España (y al mismo tiempo en otros países europeos) un nuevo libro sobre la Conferencia de Wannsee, obra del historiador británico Mark Roseman. Titulado La villa, el lago y la reunión (RBA), el libro es una amena -y al tiempo escalofriante- investigación cuasipoliciaca sobre la conferencia, sus antecedentes y sus misterios, y se suma -en algún caso entablando una fértil controversia- a otros trabajos recientes sobre el siniestro encuentro de Wannsee, como los de la nueva generación de historiadores alemanes (por ejemplo, Christian Gerlach). El libro coincide también con el estreno en la televisión británica de un notable filme, Conspiracy, sobre la conferencia, con un estremecedor Kenneth Branagh en el papel de Heydrich.

En su libro, Roseman recuerda que las matanzas de judíos soviéticos -en general por fusilamientos a cargo de las SS o la policía- ya habían comenzado en 1941 y que en diciembre ya se gaseaba a los judíos en Chelmno. Para el estudioso, Wannsee aparece, pues, no como el lugar donde se tomaron las decisiones propiamente dichas, sino como una marca simbólica, 'el acto de clausura de un proceso por el cual el crimen masivo se convierte ya en genocidio' planificado y 'la transición a un programa de exterminio indiscutible', oficial. Heydrich se aseguró en la reunión la colaboración y la complicidad de los estamentos precisos del Reich, y su infraestructura. Y esparció la culpa.

Roseman sigue en el libro la decantación del régimen hitleriano desde la idea de expulsar a los judíos -incluido el fantástico proyecto de deportarlos a Madagascar- hasta el genocidio, y recalca que el progresivo empleo de la brutalidad hizo más sencillo afrontar la 'solución final'. 'Se fue adquiriendo el hábito adictivo de matar', señala. Para el estudioso, además, la entrada en guerra de EE UU acabó con la utilidad que Hitler concedía a los judíos como rehenes ante la gran potencia, la cual lo refrenaba en sus anhelos genocidas.

Bautizado como 'el documento más vergonzoso de la era moderna', el protocolo, pese a sus eufemismos, es meridianamente claro al hablar del exterminio. El documento establece que en la 'solución final' se verán involucrados, para su eliminación, 11 millones de judíos europeos (6.000 en España).

Heydrich, muerto en una emboscada por comandos checos el 4 de junio de 1942, no vivió para ver el cenit del holocausto que contribuyó a desencadenar. Le enfurecería saber que hoy la villa de Wannsee donde se celebró la reunión es -desde 1992- un museo para preservar la memoria de los judíos asesinados.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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