'Seguro que en Francia no pasa'
Los vecinos de un núcleo urbano próximo a Valladolid aceptan a regañadientes la nueva moneda
'Los euros no sirven para nada', protestaba una anciana ayer en la localidad de Geria, un pueblo de 300 habitantes situado a 20 kilómetros al sur de Valladolid. Algunas vecinas, congregadas como ella junto a la tienda de ultramarinos, coreaban sus quejas; otras, las más, le aconsejaban que empezara a utilizar la moneda común y que se acostumbrara a contar 'las vueltas' de la compra para no equivocarse. A pesar de los consejos, se fue protestando en voz baja mientras Judith, la dueña de la supertienda de Geria, armada de paciencia, atendía a las clientas y les explicaba, mientras hacía las devoluciones en euros, que el próximo 28 de febrero la peseta habrá desaparecido definitivamente y sólo se podrá utilizar el euro.
Las quejas y comentarios del pueblo eran ayer de lo más variado, y mientras algunas personas mostraban su disgusto por 'el monederío' que tendrán que llevar ahora en el bolso, otras se pronunciaban por una solución a la alemana en estos días de transición. '¿Qué es esto de tener pesetas y euros? Lo mejor habría sido empezar desde primeros de año directamente con los euros y dejarnos de tonterías y medias tintas', aseguraba una madre cuyos hijos enredaban en el quiosco mientras compraban chucherías que pagaban, eso sí, con céntimos de euro.
El cambio de moneda no ha variado en nada la vida de este pueblo, donde todos los comentarios del día giraban en torno a la nueva moneda. Que si es más bonita, que si estas pequeñas se desgastan, que los céntimos ya verás qué poco duran o 'ya verás la subida que va a dar todo en los próximos meses cuando los precios se redondeen y los céntimos sirvan lo mismo que aquéllos [las perras] que tenían la cabezota'. En cualquier caso, la mujer se vanagloriaba de haber dado la propina de primeros de año a sus nietos en euros.
Entre reflexión y reflexión, las gentes de Geria se acomodaban ayer al euro, a pesar de ser un pueblo más de los que abundan en la España rural donde no hay delegación alguna de caja de ahorros o entidad bancaria. El cartero lleva los giros y algunos vecinos hacen de delegados para algunos bancos, pero poco más en una localidad a la que se llega por la Nacional 620 Burgos-Portugal, cogiendo la desviación desde Simancas, el pueblo que alberga el Archivo Nacional.
Los problemas son los mismos en este núcleo urbano, repleto de urbanizaciones y chalés adosados, que acoge una población de unos 4.000 vecinos y dispone de oficinas de las principales cajas y bancos, pero para sus habitantes, excepto el disponer de billetes y moneda fraccionaria. En el bar El Archivo los viejos siguen con pesetas. 'No quieren cambiar al euro', asegura Joaquín, el dependiente que ha organizado la registradora de forma que le quepan 'el mogollón de monedas y cambio' que ha preparado para sus clientes.
En la sucursal bancaria que se ubica a pocos metros del bar, las colas son similares a las de la capital. 'Todos quieren tener billetes', aseguran los empleados de la entidad, a los que las preguntas ya no sorprenden: 'Me da alguna moneda de ésas de plata', pide una vecina entre las risas del personal. 'Pero si no tengo dinero', se extrañó otro simanquino al ver menguar los ceros de la cartilla y pasar sus cuentas de pesetas a euros. 'Hay de todo', afirma Fernando, el director de una sucursal del SCH, quien en la mañana de ayer hubo de atender la airadas críticas de una cliente a la que el cajero automático no dio céntimos. 'Qué vergüenza, seguro que en Francia no pasa esto', dijo enfadada la señora antes de dar un portazo a la puerta acorazada de la entidad.
En Simancas no hubo problema de suministro de billetes o monedas. Su proximidad a la capital posibilitó esta situación. Todos querían tener billetes y el que más bromeó con la textura del papel de los billetes o las dimensiones de las monedas, mientras la más enterada de todas aseguraba que había que tener cuidado con los céntimos: 'Ésos, como son de metal de baja calidad, seguro que manchan'.
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