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Columna
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La tercera moneda

Emilio Ontiveros

Cuando el pasado 1 de diciembre el Gobierno argentino impuso restricciones a la libre disponibilidad de los depósitos en dólares, estaba admitiendo de hecho la inviabilidad del régimen cambiario que había estado vigente desde marzo de 1991. La libre convertibilidad de pesos en dólares a un tipo de cambio unitario no podía ser satisfecha. Tras el impago de la deuda externa por el nuevo Gobierno, la sustitución de ese régimen cambiario se presentaba como la decisión más relevante.

De las posibles alternativas disponibles, la creación de una nueva unidad monetaria no estaba entre las más probables. Es cierto que había sido contemplada (véase por ejemplo el trabajo de Nouriel Roubini del pasado 2 de diciembre en www.stern.nyu.edu/globalmacro/), dada la propensión de los gobernantes de aquel país a la creación de nuevas monedas o a rebautizar las existentes (la denominación argentino ya fue utilizada para la moneda emitida en 1881, cuando Argentina era una de las grandes potencias económicas mundiales) y el carácter aparentemente intermedio que la introducción de un medio de pago adicional podría constituir entre las dos soluciones extremas: la libre flotación del peso o la completa dolarización.

Cuestión relevante para algunas empresas españolas es el mantenimiento de la dolarización de las tarifas de algunos servicios públicos

La reciente utilización como medio de pago de títulos de deuda provinciales (Lecops y Patagones) también concedía verosimilitud a esa posibilidad. Aunque se descarte expresamente, la emisión de argentinos, a partir del 15 de enero, se presenta como una nueva forma de emisión de deuda pública interna, con tipo de interés nominal nulo y con vocación de extender su mercado secundario, su ámbito de denominación, a aquellas transacciones hasta ahora dominadas por el peso-dólar. Se constituye así un sistema monetario dual, con el peso-dólar como patrón y el argentino como moneda paralela.

Entre la notable incertidumbre todavía existente una cosa parece clara, la introducción del argentino busca, como ha reconocido el nuevo secretario de Hacienda, 'una salida ordenada de la convertibilidad': un desmantelamiento, ya veremos si traumático, de esa trampa en que se había convertido el currency board, a partir de 1996, cuando la mayoría de las economías consideradas emergentes inicia el abandono de regímenes cambiarios rígidos. Brasil, principal socio comercial de Argentina, se vio forzado a hacerlo en enero de 1999, determinando una intensa depreciación del real.

La nueva moneda será utilizada inicialmente por el Gobierno para pagar salarios de funcionarios y compras públicas, y por los contribuyentes para pagar sus impuestos. Aunque se desconoce por el momento la magnitud de la emisión, de ella, del ritmo al que se lleve a cabo y de las condiciones en que liberen las restricciones que impuso Cavallo sobre la disposición de los depósitos en dólares, dependerá la cuantía de la depreciación con la que ya se da por descontada cotizará la nueva moneda frente al binomio peso-dólar. Una cuestión relevante para algunas de las empresas españolas con inversiones directas en aquel país es el mantenimiento por el nuevo Gobierno de la dolarización de las tarifas de algunos servicios públicos, comprometidas contractualmente.

Que la creación de un millón de puestos de trabajo a corto plazo prometidos por el nuevo presidente se confíe a esa inyección de liquidez no invita a considerarla una moneda precisamente fuerte. Si las presiones políticas son intensas y la tentación populista no cesa, no sería de extrañar la inundación de argentinos y su correspondiente depreciación frente al dólar. Si así fuera, los salarios experimentarían una pérdida que, al parecer, el Gobierno estaría dispuesto a compensar, con más emisión de argentinos, alimentando un círculo no menos vicioso, aunque de naturaleza distinta, que el constituido hasta ahora por el currency board.

Una salida, en definitiva, que, lejos de cerrar la importante crisis abierta, prolonga la interinidad, ya veremos si tanto como hasta el próximo marzo, fecha de las nuevas elecciones presidenciales.

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