El cáncer hereditario no sólo depende de los genes mutados
El desarrollo de los cánceres hereditarios, que representan alrededor del 10% de todos los tumores, no se produce sólo mediante la herencia del gen alterado, sino que es preciso además que concurran otras alteraciones genéticas más imperceptibles. Ésta es la principal aportación del trabajo de un equipo de investigadores de 15 centros de todo el mundo, coordinado por el español Manel Esteller y que se publica en el último número de la revista Human Molecular Genetics.
Los resultados del estudio de Esteller, que abandonó EE UU en octubre para dirigir en Madrid el Laboratorio de Epigenética del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), echan por tierra el axioma de que la presencia de un gen mutado era un signo inequívoco del desarrollo de un cáncer hereditario (como es el caso del BRCA1 en el cáncer de mama o del gen HMLH1 en el cáncer de colon) sin que hagan falta otras alteraciones celulares.
Sin embargo, 'para que se desarrolle un cáncer familiar, además de la presencia del gen mutado, es necesario que se produzca la inactivación de otros genes supresores de tumores [los genes buenos] mediante un mecanismo que se conoce como metilación', afirma Esteller. 'Esta acumulación de alteraciones epigenéticas explica en parte las diferentes expresiones de la enfermedad en individuos con la misma mutación genética'.
Una alteración epigenética es un pequeño cambio en alguna base de la secuencia de ADN (por ejemplo, una citosina que aparece metilada) que los secuenciadores no detectan, según el investigador español. Estas alteraciones se producirían por agentes externos como el tabaco, la dieta, la luz solar o la exposición a ciertos carcinógenos químicos.
La necesidad de acumular lesiones epigenéticas para sufrir un cáncer familiar plantea que, una vez identificado el gen mutado, 'aun existe un margen de tiempo para tratamientos preventivos para evitar la aparición del tumor o detectarlo en etapas muy tempranas', sostiene Esteller.
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